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textos de Obras de teatro para niños

Obras de teatro infantiles para representaciones escolares

1- obra de teatro



LA DECISIÓN DE VILLALIMPIA


Autor:Ignasi García Barba
Personajes
Sr. Campos
Campos-niño
Sr. Barros
Sr. Fuenteseca
Sr. Cenizo
Flora
Sr. Montes
Hada Madrina
Niña
Charlie
P-2



Una mesa enorme de despacho. Encima, un ordenador, un fax, un router, dos teléfonos, un montón de papeles y un interfono. En un extremo del escenario, una percha donde hay colgado un traje y una corbata de marca. Entra el Señor Campos por la izquierda. Viste camisa blanca,  pantalones vaqueros y calza zapatillas deportivas. En la mano lleva un cuadro: es un paisaje donde aparece un pueblo rodeado de campos y bosques. Mira el cuadro, satisfecho, y después mira la pared de su despacho, buscando con la mirada. Finalmente cuelga el cuadro en un clavo. No le gusta cómo queda. Lo descuelga. Lo cuelga en otro clavo de la pared del fondo. Mientras lo hace suena una voz de mujer por le interfono. Es Flora.

VOZ DE FLORA- ¿Señor Campos…?

El Señor Campos mira el interfono y mira el cuadro. No sabe qué hacer. Finalmente termina de colgar el cuadro y coge distancia para ver cómo queda, sin responder al interfono.

VOZ DE FLORA- ¡Señor Campos…!

El Señor Campos se dirige al interfono, contrariado.

SEÑOR CAMPOS- ¿Qué pasa, Flora?

VOZ DE FLORA- Ha venido el Señor Montes, dice que quiere verle.

SEÑOR  CAMPOS (molesto)- ¿Montes? (Pausa breve. Duda. Finalmente se decide). Dile que ahora no puedo recibirlo, que estoy muy ocupado.

VOZ DE FLORA- Es que insiste mucho.

SEÑOR CAMPOS- ¡Pues que espere! Dale una revista.

VOZ DE FLORA- Es que no tengo ninguna.

SEÑOR CAMPOS- ¡Pues un periódico!

VOZ DE FLORA- Es que todos son antiguos.

SEÑOR CAMPOS (contrariado)- ¿Y el de hoy? ¿Por qué no ha llegado aún? ¡Como secretaría, deberías encargarte de…!

VOZ DE FLORA- Lo tiene usted. Se lo dejado encima de la mesa.

El Señor Campos busca sobre la mesa. Lo encuentra.

SEÑOR  CAMPOS- Vaya, es verdad. (Duda) ¡Pues déjale las Páginas Amarillas!

VOZ DE FLORA- Es que…

VOZ DEL SEÑOR MONTES (interrumpiendo a Flora, por al interfono)- Oye, Campos, he venido a hablar contigo y no pienso irme hasta haberlo hecho, ¿te queda claro? Si hace falta esperará todo el día.

SEÑOR CAMPOS (enfadado)- ¡Pues ponte cómodo, Montes, porque tienes para rato!

El Señor Campos desconecta el interfono, enfadado. Mira el cuadro. Le gusta cómo queda. Suena el teléfono. El Señor Campos lo coge)

SEÑOR CAMPOS (al teléfono, enfadado)- ¿Y ahora qué pasa? (…) (Suave, caríñoso) Ah, eres tú… Hola, bonita. (…) Claro que sí, bonita, hoy papá te irá a buscar a la salida del cole. (…) ¿A coger moras? Pero si no es época, cariño, no vamos a encontrar ni una….(…) Vale, vale, iremos a coger moras, no llores, mujer…(…) Sí, también amapolas. (…) Y haremos un ramo muy grande para mamá, sí. Bueno, ¿y qué has hecho esta mañana en el cole? (…) ¿Has dibujado un árbol, en serio? (…) ¿Y has pintado de rojo la letra “A”? ¡Vaya, pues has hecho muchas cosas! (…)  Hasta luego, bonita.

Cuelga. Se oye la voz de Flora por el interfono.

VOZ DE FLORA- Señor Campos…

SEÑOR CAMPOS (al interfono, enfadado)- ¿Y ahora qué pasa? No me lo digas: ¡Montes no quiere leerse las Páginas Amarillas!

VOZ DE FLORA- No, es que…

SEÑOR CAMPOS (interrumpiéndola, enfadado)- ¡Pues que se lea el prospecto de un medicamento! ¡Aún te tomas ese jarabe para el resfriado! ¿No? ¡Pues préstale el prospecto, haz lo que sea, pero no le dejes entrar!

VOZ DE FLORA- ¡Pero Señor Campos, déjeme que le cuente…!

SEÑOR CAMPOS (interrumpiéndola, enfadado)- ¡Te he dicho que no! ¡No quiero que entre nadie! ¿Es que no me has entendido? ¡Tengo muchas responsabilidades y no puedo atender a todo el mundo!

VOZ DE FLORA- Es que han llegado los caballeros de la empresa “Basuras y Asociados, S.A.”

SEÑOR CAMPOS (nervioso)- ¿Por qué no lo decías antes? ¡Hazlos pasar!

El Señor Campos se dirige rápidamente a la percha, se pone la americana y empieza a ponerse los pantalones elegantes sobre los pantalones vaqueros, nervioso. Le cuesta. Está a punto de tropezar. Finalmente consigue ponérselos. A continuación se pone la corbata, pero con los nervios no consigue hacer bien el nudo. Alguien llama a la puerta con los nudillos.

SEÑOR CAMPOS - ¡Un momento!

Finalmente consigue hacerse el nudo de la corbata. A continuación se quita las zapatillas deportivas sin desatarse los cordones. Busca dónde esconderlas. Finalmente las mete de cualquier manera en un cajón de la mesa de despacho. Empieza a buscar algo desesperadamente.

SEÑOR CAMPOS (nervioso)- ¿Y los zapatos?

Vuelven a llamar a la puerta con los nudillos.

VOZ DEL SEÑOR FUENTESECA (impaciente)- Señor Campos, ¿podemos pasar o no?

SEÑOR CAMPOS- Sí, sí, un momento. (Se sienta en la silla de despacho, de manera que la mesa impida ver que va descalzo. Adopta la posa de ser alguien importante). Adelante.

Entran el Señor Fuenteseca, el Señor Barros y el Señor Cenizo por la izquierda. Ambos visten con un traje y una corbata idénticos a los del Señor Campos, y además llevan elegantes zapatos. Cada uno de ellos lleva también un maletín de ejecutivo. Se paran a unos metros de la mesa, esperando que el Señor Campos se levante y vaya hacia ellos para darles la bienvenida. El Señor Campos se levanta pero no va a darles la bienvenida.

SEÑOR CAMPOS- Señor Fuenteseca, Señor Barros, Señor Cenizo…

Los Señores Fuenteseca, Barros y Cenizo, un poco contrariados porque el Señor Campos no ha ido hacia ellos para darles la bienvenida y acomodarlos, van hacia él, dispuestos a darle la mano.

SEÑOR FUENTESECA (dándole la mano) – Buenos días.

SEÑOR BARROS (dándole la mano) – Buenos días.

El Señor Campos le ofrece la mano al Señor Cenizo, pero el Señor Cenizo deja su maletín sobre la mesa y apoya en ella las manos.

SEÑOR CENIZO- Vamos al grano, alcalde, ¿podemos ampliar el vertedero o no?

SEÑOR CAMPOS (cohibido)- Es que aún no lo tengo muy claro.

Los otros tres se miran entre sí.

SEÑOR CENIZO- ¿Cuál es el problema?

SEÑOR CAMPOS- Bueno… Algunos vecinos del pueblo… que no ven que el vertedero sea muy seguro y…

SEÑOR BARROS (cortándolo, ofendido)- ¿Cómo que no lo ven seguro? ¿Y ellos qué saben? ¡Pero si hemos invertido un montón de millones en el tema de la seguridad medioambiental!

SEÑOR CAMPOS- No, si yo ya lo sé… pero…

SEÑOR FUENTESECA (ofendido)- ¡Hemos hecho exactamente lo que marca la Ley!

SEÑOR CAMPOS- Si ya me lo imagino, pero…

SEÑOR CENIZO- ¿No están contentos, los vecinos, con las mejoras que ha conseguido el pueblo gracias al dinero del vertedero? Porque es obvio que el pueblo ha mejorado, ¿no es verdad?

SEÑOR CAMPOS- Sí, hombre, claro que sí, pero…

SEÑOR BARROS- Por fin ha podido llegar la canalización del agua…

SEÑOR CAMPOS- Si yo eso no lo niego…

SEÑOR FUENTESECA- Y se han podido asfaltar todas las calles.

SEÑOR CAMPOS- Sí, sí, es verdad…

SEÑOR CENIZO- ¿Y qué me dice de las piscina municipal? ¿O del polideportivo?

SEÑOR  CAMPOS- Sí, es verdad, todo eso está muy bien…

SEÑOR BARROS, SEÑOR FUENTESECA, SEÑOR CENIZO (al mismo tiempo)- ¿Entonces cuál es el problema?

SEÑOR CAMPOS- Pues… La ampliación… Si ahora ya se huele la peste que echa…

SEÑOR FUENTESECA- ¿Peste? ¿Pero qué tontería es ésa?

SEÑOR CAMPOS- Hombre… No huele a colonia, precisamente.

SEÑOR BARROS- ¡Pero si, a pesar de estar en su término municipal de Villalimpia,  lo pusimos más cerca de los pueblos vecinos precisamente para que no les molestara a ustedes el olor!

SEÑOR CAMPOS- Ya… Y los vecinos de los otros pueblos también se quejan.

SEÑOR FUENTESECA- ¡Venga ya! ¡Si ésos no pintan nada en este asunto! Así que tranquilo.

SEÑOR CENIZO- ¿Sólo es ése, el problema? ¿Los olores?

SEÑOR CAMPOS- No, no sólo es eso…

SEÑOR CENIZO- Pues explíquese, alcalde.

El Señor Cenizo empieza a pasear por el despacho como si fuese suyo. Se sitúa detrás del Señor Campos. El Señor Campos se muestra intranquilo ante la posibilidad de que descubra que va descalzo.

SEÑOR CAMPOS- Pues… La gente dice que las arcillas de la zona prevista para la ampliación no son tan impermeables como aseguran ustedes, y que eso es peligroso porque al parecer en esa zona hay aguas subterráneas que van a parar a nuestras fuentes.

SEÑOR CENIZO (tranquilo)- Continúe.

SEÑOR CAMPOS-… Y además… la ampliación prevista les parece muy grande. Dicen que más que una ampliación parece un nuevo vertedero. Y habría que talar una parte del bosque.

Los tres visitantes se miran entre sí. El Señor Cenizo se sitúa ante su maletín, mira amenazadoramente al Señor Campos y abre el maletín lentamente. Saca de su interior una botella de champán. A continuación el Señor Fuenteseca abre su maletín, saca de su interior 4 copas y las deja sobre la mesa. El Señor Cenizo sirve champán en las copas. Le ofrecen una al Señor Campos.

SEÑOR CENIZO- ¿Quiere brindar con nosotros?

SEÑOR CAMPOS- No, no, gracias.

SEÑOR CENIZO- Como quiera. (ofrece las copas a los otros dos y él se queda con otra. Brinda) ¡Por el progreso!

Los tres visitantes beben.

SEÑOR CENIZO- Señor Barros… Cuando quiera.

SEÑOR BARROS (como recitando una lección)- Según los estudios geológicos de nuestros expertos formados y licenciados en diversas universidades europeas y norteamericanas, las arcillas de la zona prevista para la ampliación superan de sobra el grado de impermeabilidad que marca la Ley. Pero, a pesar de ello, y como muestra de nuestra voluntad de extremar las precauciones, la empresa “Basuras y Asociados, S.A.” tiene previsto llevar a cabo una fuerte inversión para evitar eventuales filtraciones en el subsuelo de la nueva ampliación del vertedero, aplicando láminas de… (se atasca y no sabe como seguir. Lo intenta de nuevo) láminas de…

Se atasca de nuevo. Mira a los otros dos, disculpándose. El Señor Cenizo, contrariado, gesticula apremiándolo a seguir. El Señor Barros saca discretamente una “chuleta” del bolsillo, la consulta y vuelve a guardarla).

SEÑOR BARROS- … de polietileno, de un grosor y una densidad que será el doble de lo que marca la Ley para suelos arcillosos permeables que han de acoger los lixiviados, es decir, los líquidos procedentes de la descomposición de los residuos…

SEÑOR CENIZO y SEÑOR FUENTESECA- ¡Muy bien!

SEÑOR BARROS- ¡Pero aún hay más! Por lo que se refiere a los malos olores procedentes de gas metano procedente de la descomposición de los residuos procedentes del vertedero de Villalimpia procedente de la comarca de…

SEÑOR CENIZO (interrumpiéndolo, enfadado)- Por favor,  ahórrese los detalles superfluos.

SEÑOR BARROS- Pues decía que el olor del metano se mitigará considerablemente gracias a la construcción de una planta de biogas con la que está previsto alimentar al alumbrado público de las urbanizaciones cercanas, biogas que le recuerdo procederá del metano procedente de…

SEÑOR CENIZO- Gracias por su intervención, Señor Barros, le felicito.

SEÑOR BARROS (a su bola)- …la descomposición de los residuos procedentes del vertedero procedente de…

SEÑOR CENIZO- ¡Basta! (El Señor Barros se calla) Bueno, ¿qué le parece, alcalde?

El Señor Campos duda.

SEÑOR BARROS (al Señor Fuenteseca, preocupado) ¿Lo he hecho bien, Señor Fuenteseca?

SEÑOR FUENTESECA (dándole golpecitos en la espalda, entusiasmado)- ¡Muy bien, Fuenteseca, en serio! Es todo un experto. No he entendido nada, pero ha sido impresionante.

SEÑOR FUENTESECA (satisfecho)- Gracias.

SEÑOR CAMPOS- La verdad es que parece que lo tienen todo muy controlado.

SEÑOR CENIZO- ¡Claro que sí! “Control, control y más control”, ése es el lema de nuestra empresa.

SEÑOR CAMPOS- Pero es que… una ampliación tan grande… Los niños del pueblo juegan en ese bosque.

Pausa tensa.

SEÑOR CENIZO (severo)- Señor Campos, hay miles de personas… ¡qué digo miles!, ¡millones!, que dependen de su decisión. No puede dejarse influir por unos cuantos vecinos que no saben ni lo que dicen, que hablan mucho pero no son expertos en residuos. Toda la agrupación de municipios agradeció el gesto solidario de Villalimpia cuando aceptó instalar en su término municipal el vertedero de todos sus desperdicios…

El Señor Campos avanza hacia el Señor Cenizo, pensativo y atento al discurso del Señor Cenizo, sin percatarse de que expone a la mirada de los otros sus pies descalzos.

SEÑOR CAMPOS- Sí, pero entonces ustedes se comprometieron a no realizar ninguna ampliación, y ahora…

SEÑOR CENIZO (ignorando el comentario, sigue con su discurso)- …Ese gesto nos habla de un pueblo generoso dirigido por el más generoso de sus hijos, usted, señor alcalde, que sabe que no se le puede dar la espalda al progreso, que tiene los pies en el suelo y conoce el terreno que pisa, que camina hacia el futuro con… (se da cuenta de que el Señor Campos está descalzo)… ¿Por qué anda descalzo?

El Señor Campos se ve descubierto y se siente muy avergonzado. Duda, sin saber qué decir.

SEÑOR CAMPOS- Pues… por eso mismo… Porque… porque en este asunto hay que tener los pies en el suelo.

SEÑOR FUENTESECA- Sí, pero tanto…

SEÑOR CAMPOS- Ya me gustaría ver qué hacían en mi lugar. (Señala el cuadro) Todo el pueblo está pendiente de mi decisión.

SEÑOR FUENTESECA (mirando el cuadro)- Es verdad, es Villalimpia. ¿Quién lo ha pintado?

SEÑOR CAMPOS- Yo.

SEÑOR CENIZO- ¿Usted?

SEÑOR CAMPOS- Sí.

El Señor Cenizo, el Señor Barros y el Señor Fuenteseca se miran con complicidad)

SEÑOR CENIZO, SEÑOR BARROS Y SEÑOR FUENTESECA (al mismo tiempo)- ¡Qué bonito!

SEÑOR FUENTESECA- ¡Y qué colores!

SEÑOR BARROS- ¡Qué pincelada!

SEÑOR FUENTESECA- ¡Qué expresión!

SEÑOR BARROS- ¡Qué colores!

SEÑOR FUENTESECA- Eso ya lo he dicho yo.

SEÑOR BARROS- ¿Ah, sí? Es que… no sé qué más se puede decir… (Piensa)

SEÑOR CENIZO, SEÑOR BARROS Y SEÑOR FUENTESECA (al mismo tiempo)- ¡Qué belleza!

SEÑOR CAMPOS- No exageren, no es nada del otro mundo. Es un cuadro normal y corriente. El pueblo sí es bonito.

SEÑOR CENIZO- Y aún lo será más. Cuando hayan ampliado la escuela, cuando hayan hecho el parque infantil… y el Centro para la Tercera Edad… y el albergue.

SEÑOR CAMPOS (tristón)- ¡No saben cuánto me gustaría! Hace tiempo que todo eso está proyectado, pero no hay suficiente dinero en las arcas municipales.

SEÑOR CENIZO- Eso tiene fácil arreglo. (le hace un gesto al Señor Barros, y éste deja su maletín sobre la mesa) Alcalde, aquí tiene el Futuro de su pueblo.

El Señor Barros abre el maletín, de modo que el espectador no ve su contenido, sólo lo ve el Señor Campos. Del interior del maletín sale música celestial y una luz dorada. El Señor Campos abre mucho los ojos ante semejante visión.

SEÑOR BARROS- Es el dinero que, en nombre de todos los ciudadanos de la Corporación de Municipios, le ofrecemos a Villalimpia y a su alcalde como muestra de gratitud. Porque sabemos que Villalimpia es un pueblo generoso que no pondrá freno al progreso y al desarrollo del País.

SEÑOR CAMPOS (maravillado)- ¡Aquí hay mucho dinero!

SEÑOR FUENTESECA- Es el que ingresaremos mes a mes en las arcas municipales para que usted pueda disponer de él y así hacer esas mejoras en el pueblo…o lo que usted considere oportuno… si aprueba la ampliación y nos renueva los permisos otros cinco años. Después ya nos iremos.

El Señor Campos observa de nuevo el contenido del maletín, dudando. El Señor Barros se lleva al Señor Cenizo aparte, lejos del Señor Campos.

SEÑOR BARROS (al Señor Cenizo, sin que lo oiga el Señor Campos)- ¿Sólo cinco años? Eso no es lo que hablamos…

SEÑOR CENIZO (contriariado, en voz baja)- ¡Cállese! ¿Quiere estropearlo todo?

Vuelven junto al Señor Campos

SEÑOR CAMPOS (pensativo)- ¿Y dice que sólo serían cinco años?

SEÑOR CENIZO, SEÑOR FUENTESECA, SEÑOR BARROS (al mismo tiempo)- ¡Ni un día más!

SEÑOR CAMPOS (casi convencido)- Pues… en ese caso…

El Señor Cenizo mira al Señor Barros, apremiándolo. El Señor Barros saca inmediatamente un contrato de un bolsillo interior de su americana y se lo da al Señor Cenizo. Simultáneamente, el Señor Fuenteseca saca un bolígrafo de un bolsillo interior de su americana y se lo ofrece al Señor Cenizo. El Señor Cenizo coge el contrato y el bolígrafo. A continuación, el Señor Barros inclina la espalda y el Señor Cenizo apoya el contrato en ella y le ofrece el bolígrafo al Señor Campos.

SEÑOR CENIZO (satisfecho)- ¡Firme!

El Señor Campos duda. Pausa expectante. Finalmente coge el bolígrafo y firma el contrato. Cuando ya lo ha firmado, el Señor Cenizo, el Señor Barros y el Señor Fuenteseca observan el contrato con veneración, dando la espalda al Señor Campos e ignorándolo completamente. Finalmente el Señor Cenizo besa el contrato y lo guarda en su maletín, satisfecho. El Señor Barros cierra el maletín del dinero y se lo ofrece al Señor Campos, que lo coge dudando. El Señor Fuenteseca coge las copas que han usado para beber champán y las guarda en su maletín. Los tres visitantes se disponen a irse, pero de repente se detienen y se giran hacia el Señor Campos.

SEÑOR CENIZO, SEÑOR BARROS y SEÑOR FUENTESECA (al mismo tiempo)- ¡Y póngase los zapatos, hombre!

Salen los tres por la izquierda. Pausa. El Señor Campos coge la botella de champán que han olvidado sus visitantes y la mira, pensativo. Luego mira detenidamente el cuadro del pueblo, también pensativo.

SEÑOR CAMPOS (al cuadro) - ¿Crees que he hecho bien?

El cuadro, naturalmente, no responde. El Señor Campos abre el cajón donde ha guardado las zapatillas de deporte  y las coge. Se agacha, dispuesto a ponérselas.

     De repente el escenario se ilumina de azul. Se oye el grito de una mujer, primero a lo lejos, luego acercándose, hasta que entra en el escenario desde el lateral derecho, como empujada por un vendaval, una mujer, procurando no perder el equilibrio. Tiene el pelo desaliñado y viste ropas de colores, que más que prendas parecen trapos (un impermeable fosforescente, una camiseta con la inscripción “The number one”, falda corta, medias negras con agujeros y carreras por todas partes…) Lleva un paraguas viejo y agujereado y  una mochila con forma de osito de peluche. Es el Hada Madrina. Finalmente pierde el equilibrio y cae al suelo. El Señor Campos la observa, desconcertado y asustado.

HADA MADRINA (sentada en el suelo, contrariada)- ¡Otra vez una piel de plátano!

SEÑOR CAMPOS (sorprendido y asustado)- ¿¡Pero… usted quién es!?

HADA MADRINA (contrariada)- ¡Decididamente, hay que limpiar este pueblo!

Se levanta y empieza a sacudirse el polvo de la ropa.

SEÑOR CAMPOS- ¿¿Pe…pero qué…?? Quiero decir, ¿cómo…? O sea…. ¿Cómo ha entrado?

HADA MADRINA (sacudiéndose el polvo)- Pises donde pises, siempre acabas resbalando por culpa de alguna porquería y terminas con el culo en el suelo. Y cuando has conseguido levantarte….¡Hala, otro resbalón y otra vez al suelo! Así no hay quien pueda hacer magia.

SEÑOR CAMPOS- ¿Pero… quién es usted?

HADA MADRINA- ¿Qué pasa, no tienes ojos en la cara? ¡Soy el Hada Madrina de Villasucia! ¡Pero si salta a la vista! ¿Qué pasa, te has dejado las gafas en casa?

Pausa. El Señor Campos la mira boquiabierto.

SEÑOR CAMPOS (sorprendido)- A ver si me entero… O sea… ¿Dice usted que es Hada Madrina de Villasucia?

HADA MADRINA- ¡Exacto! (le da una tarjeta de visita) Toma, mi tarjeta. Pero ahora trabajo en jornada intensiva, así que sólo me encontrarás por las mañanas.

SEÑOR CAMPOS- Ah… (siguiéndole la corriente) ¿Y… dónde cae eso de Villasucia?

El Hada Madrina, que observa con atención y curiosidad el despacho, no atiende al alcalde y por eso no oye la pregunta. Se sienta en la silla de despacho y apoya los pies sobre la mesa y silba, admirada.

HADA MADRINA- ¡Cómo mola tu despacho, tronco! ¡Esto sí que es elegancia! ¡Y qué limpieza! ¡Hacía tiempo que no veía un sitio tan limpio!

SEÑOR CAMPOS- ¡Señora, haga el favor de quitar los pies de la mesa! ¡Y levántese ahora mismo de mi silla!

HADA MADRINA (levantándose, indignada)- ¡Eh, un poco de respeto, que soy el Hada Madrina de tu pueblo!

SEÑOR CAMPOS- ¡Ya, y yo soy el Pájaro Loco! Además, mi pueblo, es decir, este pueblo, se llama Villalimpia, no Villasucia.

El Hada Madrina empieza a reírse a carcajadas.

HADA MADRINA (riéndose)- ¡Pero qué chorrada! ¡Yo me parto!

SEÑOR CAMPOS (ofendido)- ¡Haga el favor de salir de mi despacho! ¿No sabe con quién está hablando?

HADA MADRINA- Claro que sí, con Eduardo Campos, alcalde del pueblo que durante un tiempo se conoció como Villalimpia, pero que ahora todo el mundo conoce como Villasucia. (Pausa breve. El Señor Campos parece confundido) Y ahora mira hacia allí. (Señala hacia la derecha) ¿Qué ves?

SEÑOR CAMPOS- Nada…

HADA MADRINA- Haz un esfuerzo, hombre. ¿Para qué sirve la imaginación? Ya sabemos que esto es una obra de teatro y que ahí no hay nada, sólo el colega que te sopla el texto cuando se te olvida. Pero se supone que esto es un despacho, ¿no?

SEÑOR CAMPOS (desconcertado)- Sí…

HADA MADRINA- Y que la única puerta de entrada está ahí, que es por donde entra y sale la gente, ¿no? (señala a la izquierda)

SEÑOR CAMPOS- Hombre, pues… sí…

HADA MADRINA- Pues si en tu despacho no hay ninguna otra puerta ni tampoco hay ventanas… ¿qué es lo que hay ahí? (vuelve a señalar a la derecha, exigiendo la respuesta correcta)

SEÑOR CAMPOS (mirando a la derecha)- Pues… (Piensa) ¿La pared?

HADA MADRINA (satisfecha)- ¡Exacto! ¡La pared! ¿Y tú conoces a algún ser mortal que pueda entrar en el despacho de un alcalde cruzando la pared?

SEÑOR CAMPOS- No.

HADA MADRINA- ¡Claro, pues eso quiere decir que yo soy el Hada Madrina!

Pausa. El Señor Campos la mira, aún con desconfianza)

SEÑOR CAMPOS- Entonces enséñeme la varita mágica. Porque si es un Hada, tendrá una varita mágica, ¿no?

El Hada Madrina lo mira, contrariada por su desconfianza, pero finalmente accede: se quita la mochila, la abre y empieza a sacar objetos inverosímiles del interior mientras busca la varita.

HADA MADRINA (refunfuñando mientras busca)- ¡La varita! ¡Pero qué tonto eres! Desde que los tíos ésos de Walt Disney inventaron el rollo de la varita, todo el mundo piensa que las hadas somos como esas pavas que salen en las películas. (Saca de la mochila una varita que consiste en un tubo de plástico duro impregnado de purpurina, sobre el que hay pegada una estrella de plástico. La muestra al Señor Campos.) ¿Contento?

SEÑOR CAMPOS (decepcionado) ¿Esa cosa es su varita?

HADA  MADRINA (ofendida)- ¿Qué pasa? Soy un hada modesta, tengo que conformarme con ir a las rebajas y las tiendas de todo a un euro. Pero mira qué pasada, si le doy aquí se ilumina la estrella.

(Le da un interruptor de la varita. No pasa nada)

HADA MADRINA (contrariada)- ¿Y ahora qué pasa?

(Le da varias veces al interruptor)

HADA MADRINA- A lo mejor se le han acabo las pilas...

(Saca dos pilas del bolsillo de su impermeable. A continuación le quita las pilas usadas a la varita y las tira en la papelera)

SEÑOR CAMPOS (saca las pilas de la papelera, contrariado)- ¡Eh, que las pilas hay que tirarlas en contenedores especiales!

(Deja las pilas sobre la mesa)

HADA MADRINA- ¿A que molesta? ¡Pues tendrías que ver la cantidad de porquería que hay por el suelo en el futuro! ¡Y todo por tu culpa!

SEÑOR CAMPOS- ¿Pero qué está diciendo?

HADA MADRINA- Tienes razón, actualmente este pueblo se llama Villalimpia. Pero dentro de unos años se llamará Villasucia. ¿Y sabes por qué? ¡Por culpa de ese vertedero! (Le pone las pilas nuevas a la varita y le da al interruptor. La estrella se ilumina. Muestra la varita al Señor Campos, satisfecha) ¿Qué? ¿Te crees ya que soy un hada?

(Pausa. El Señor Campos está completamente desconcertado)

SEÑOR CAMPOS- Pero... entonces eso quiere decir que usted viene del... del...

HADA MADRINA- ¡Sí señor, del futuro! (Presumiendo) Es lo que tiene la Teoría de la Relatividad. Para nosotras viajar por el tiempo está chupao.

SEÑOR CAMPOS- Pero... pero...

(Entra con energía por la izquierda el Señor Montes, más o menos de la misma edad que el Señor Campos. Viste vaqueros y una camisa verde. Tras él entra FLORA, atolondrada. Lleva un vestido con flores estampadas)

FLORA (disculpándose) - Perdone, Señor Alcalde, no lo he podido evitar.

SEÑOR MONTES- ¡No dejaré que firmes esa ampliación del vertedero, Campos!

SEÑOR CAMPOS- ¡Vaya! ¿Aún sigues aquí, Montes?

SEÑOR MONTES- ¡Sí, pero ya empezaba a aburrirme!

FLORA- Es que ya se ha leído el prospecto de mi medicamento.

SEÑOR CAMPOS- ¿Y qué tal las Páginas Amarillas? ¿No quieres leértelas?

SEÑOR MONTES- Ya las puedo leer en casa. Por favor, déjenos solos, Flora.

(Flora se dispone a salir)

SEÑOR CAMPOS- ¡Un momento! (Flora se detiene) Soy yo quien debe decidir lo que tiene que hacer mi secretaria. ¿Estamos?

FLORA- Claro, claro, Señor Alcalde. Dígame qué quiere que haga.

SEÑOR CAMPOS- Déjenos solos, Flora.

(Flora sale por la izquierda, desconcertada)

SEÑOR CAMPOS (al Hada Madrina)- Tendrá que disculparme un momento.

HADA MADRINA- Tranquilo, tú a lo tuyo.

SEÑOR MONTES (intrigado)- ¿Con quién hablas?

SEÑOR CAMPOS- Pues con una... (Calla y lo mira, desconcertado)- ¿Es que tú no la ves?

SEÑOR MONTES- ¿A quién?

SEÑOR CAMPOS- A la tía rara ésta... Dice que es el Hada del pueblo.

HADA MADRINA (ofendida)- ¡Eh, un poco de respeto! ¿No?

(Pausa. El Señor Montes mira a su alrededor, confuso)

HADA MADRINA- Él no puede verme ni oirme. Sólo tú puedes hacerlo. Es mi voluntad. Deberías estar contento, eres un tío con suerte.

SEÑOR CAMPOS (al Señor Montes)- ¿De verdad no la ves?

(Pausa. El Señor Montes mira al Señor Campos, preocupado)

SEÑOR MONTES- Oye, Campos... Vale, sí, estoy muy mosqueado contigo por lo del vertedero pero... eres mi amigo y... me preocupa que... ¿¿De verdad pienses que aquí hay un hada??

(El Hada Madrina va hacia la mesa del despacho, se sienta en la silla y observa el router y el ordenador, llena de curiosidad)

SEÑOR CAMPOS- Ahora mismo está sentada en mi silla y mira el router y el ordenador (el Hada Madrina empieza a teclear en el ordenador, divertida) ¡Eh, Señora, que ese teclado es muy delicado! (le aparta las manos) ¿Es que no sabe comportarse?

(El Hada Madrina se levanta de la silla, contrariada)

HADA MADRINA- ¡Pues claro! ¡Más que tú!

(El Señor Montes se sienta en la silla y descuelga el teléfono)

SEÑOR MONTES- Voy a llamar al médico, creo que te iría bien descansar unos días. (empieza a marcar un número) Trabajas demasiado, tienes demasiadas responsabilidades, estas sometido a mucha presión...

SEÑOR CAMPOS (contrariado)- ¡Que no te sientes en mi silla, Montes, que no es la butaca de un cine! ¡Vamos, levántate! (El Señor Montes se levanta. El Señor Campos le coge el auricular y cuelga) ¡Y no vas a llamar a nadie! Ya sé lo que quieres... Quieres que me vaya a casa y me meta en la cama para que hoy no pueda firmar la ampliación, ¿verdad que sí?

HADA MADRINA- ¡Pero qué morro tienes! ¡Si ya la has firmado!

SEÑOR CAMPOS- ¡Usted no se meta, señora, que esto es Política!

SEÑOR MONTES- Sabes de sobra que esa ampliación es demasiado grande, que habría que quitar medio bosque y que las medidas de seguridad no son tan buenas como dicen.

SEÑOR CAMPOS- Yo lo que sé es que hay que ampliar la escuela, que la gente no para de pedirme un centro de día para los ancianos, que los restauradores quieren ver terminado el albergue juvenil YA, y que los niños necesitan un parque infantil.

SEÑOR MONTES- ¿Y para darles un parque infantil les vas a quitar el bosque, los campos, el aire limpio y las fuentes? ¡No necesitamos el parque infantil, no a un precio tan alto!

HADA MADRINA- ¡Bien dicho, tronco!

SEÑOR CAMPOS (al Hada Madrina)- ¡Usted no se meta!

HADA MADRINA- ¿Por qué no? ¡Este tío sabe mejor dónde pisa tú!

SEÑOR CAMPOS- ¡Yo también sé dónde piso!

(El Señor Montes y el Hada Madrina descubren que el Señor Campos va descalzo. El Hada Madrina empieza a mofarse)

SEÑOR MONTES (riéndose)- ¡Ya lo creo, eso sí es saber dónde pisas! ¿Por qué vas descalzo?

SEÑOR CAMPOS- Es que... así estoy más cómodo.

SEÑOR MONTES- Tú verás... Pero te lo repito: no permitiré que firmes esa ampliación. La gente del pueblo no está dispuesta a...

SEÑOR CAMPOS (interrumpiéndolo, desafiante)- Ya lo he hecho.

SEÑOR MONTES- ¿¿Qué??

SEÑOR CAMPOS- Ahora mismo. La semana que viene empezarán a remover tierras.

(Pausa larga. El Señor Campos y el Señor Montes se miran, tensos)

SEÑOR MONTES- Pensaba que éramos amigos. Y que mi opinión y la de la mayoría de la gente de Villalimpia serviría para algo.

SEÑOR CAMPOS- Tranquilo. Yo ya sé qué le conviene al pueblo.

(Pausa)

SEÑOR MONTES- No vuelvas a dirigirme la palabra, Eduardo. Nunca más.

(Se dispone a irse)

SEÑOR CAMPOS- ¡Venga, hombre, no te lo tomes así! Somos amigos, ¿no?

SEÑOR MONTES- Eso es lo que pensaba hasta ahora.

(El Señor Montes se va. El Señor Campos se muestra abatido)

HADA MADRINA- Has metido la pata hasta el fondo, tronco. Y yo también, he llegado demasiado tarde. Quería llegar antes de que lo firmaras, pero aún no domino lo de viajar en el tiempo. Falté a algunas clases del cursillo y... ya ves.

SEÑOR CAMPOS- ¿Qué pasó? ¿Hiciste pellas?

HADA MADRINA (ofendida)- ¡Eh, que yo soy un hada responsable! No.  Tuve que ir a ver a mi madre, que estaba enferma y vive en la otra punta del planeta. Así que no te pases de listo.

SEÑOR CAMPOS (que no se lo termina de creer)- Ya...

HADA MADRINA (pensando)- Pero quizá aún se podría hacer algo...

SEÑOR CAMPOS- ¿Algo? ¿Como qué?

HADA MADRINA- Podría transportarte al pasado... (cada vez más entusiasmada) ¡Sí, eso eso! ¡Unos minutos antes de que firmes el contrato! (Busca en su mochila) A ver si lo he traído...

(Empieza a sacar de nuevo cosas de la mochila y las deja sobre la mesa: un osito de peluche, un pato de goma, unos guantes de boxeo, unas gafas de esquí, unas aletas de buceo...)

HADA MADRINA (buscando todavía)- ¿Dónde lo habré metido?

 (El Hada Madrina sigue buscando. Saca de la mochila una zanahoria, unos calcetines sucios, un peine enorme y un cencerro. El Señor Campos reacciona con sorpresa ante cada objeto)

HADA MADRINA- ¡Aquí está! (saca un despertador antiguo con unos cables y lo muestra al Señor Campos, satisfecha. Marca una hora distinta a la de la función.) Sólo hay que atrasarlo un cuarto de hora y luego decir las palabras mágicas.

SEÑOR CAMPOS- Pero si no marca la hora, mire. (Le muestra la hora que marca su reloj de pulsera)

HADA MADRINA- Claro, es que marca la hora del lugar donde vive mi madre. Así yo la llamo para que no se le olvide tomar la pastilla. ¡Bueno, pues nada, nos vamos! (Atrasa el despertador un cuarto de hora). Y ahora las palabras mágicas.

SEÑOR CAMPOS- Es que no estoy muy seguro de querer volver al pasado.

HADA MADRINA- ¿Pero qué me estás contando?

SEÑOR CAMPOS- Pues que no tengo intención de cambiar las cosas. Estoy convencido de que he hecho bien, así que si volviese al pasado, volvería a firmar la ampliación.

HADA MADRINA- ¿Así que no te arrepientes de haber firmado el contrato?

SEÑOR CAMPOS- No.

(Pausa)

HADA MADRINA (molesta)- ¿¿Y no me lo podías haber dicho antes de que vaciara la mochila?? ¿¿Tienes idea de lo que me va a costar volver a meter todo eso ahí dentro??

(Empieza a meter  todos los objetos dentro de la mochila, con dificultad. El despertador, sin embargo, lo deja a un lado)

SEÑOR CAMPOS- Perdone, pero usted no me lo ha consultado. Y el asunto tiene su importancia, así que tenía que haberme preguntado.

HADA MADRINA- Así que tenía que habértelo preguntado, ¿no?

SEÑOR CAMPOS- Sí.

HADA MADRINA- Porque a ti te parece que es un asunto importante, ¿no?

SEÑOR CAMPOS- Claro.

HADA MADRINA (incisiva)- ¿Entonces por qué no has consultado tú con el resto del pueblo lo del vertedero? ¿Por qué no has hecho un referéndum ni nada? ¿Qué pasa? ¿No te parece un asunto importante?

(Pausa larga. El Señor Campos no sabe qué decir)

SEÑOR CAMPOS- Oiga, no me cambie de tema. Ahora estamos hablando de viajar en el tiempo.

HADA MADRINA- Mira, vamos a hacer una cosa: no te llevaré al pasado. Aún no. ¿Sabes qué haré? ¡Te llevaré al futuro!

SEÑOR CAMPOS- ¿Al futuro?

HADA MADRINA- Así verás en qué se ha convertido Villalimpia. Mejor dicho: Villasucia. Y después tomas tu decisión. ¿Qué te parece?

(Pausa. El Señor Campos duda)

SEÑOR CAMPOS- No sé, no sé...

HADA MADRINA- Vamos, hombre, anímate.  ¡Lo que pagaría la gente por ver su futuro! ¡Y conmigo lo verás gratis!

SEÑOR CAMPOS- ¿Seguro?

HADA MADRINA- Considéralo una oferta de lanzamiento y de promoción, que tal como están las cosas, no me vendrá nada mal...

SEÑOR CAMPOS- ¿Y podré regresar aquí cuando quiera?

HADA MADRINA- Cuando tú me lo digas. Mira, haremos un trato: cuando se ponga el sol, volvemos al presente. ¿Qué te parece?

(El Señor Campos duda unos momentos)

SEÑOR CAMPOS- Vale.

(Se estrechan la mano  para cerrar el trato)

HADA MADRINA (saca su móvil)- Pero antes tengo que llamar a mi madre. Es que es muy sufridora, ¿sabes? Tengo que decirle adónde voy porque si me llama y no contesto se agobiará y empezará a llamar a los hospitales, a las comisarías, a los programas esos de la tele donde buscan personas desaparecidas... y se gastará una pasta en llamadas.

SEÑOR CAMPOS- Pero si su madre es un hada... debería saber dónde esta usted sin necesidad de que se lo diga, ¿no?

HADA MADRINA- Oye, no te pases de listo, que no tienes ni idea.

SEÑOR CAMPOS- Bueno... yo sólo digo que...

HADA MADRINA (interrumpiéndolo)- Mi madre no es un hada.

SEÑOR CAMPOS- ¿Ah, no?

HADA MADRINA- No, era cajera de un supermercado. Ahora ya está jubilada. Y los poderes mágicos los he heredado de mi padre, que es un genio.

SEÑOR CAMPOS- Ah... ya... ¿y él a qué se dedica?

HADA MADRINA- ¡Te lo acabo de decir! ¡Es un genio! De los que viven en una lámpara maravillosa y todo eso.

SEÑOR CAMPOS- ¿Ah, sí? ¿Y qué pasó? ¿Su madre la encontró mientras viajaba por el desierto de Arabia?

HADA MADRINA- No, la encontró haciendo castillos de arena en la playa de Torrevieja.

SEÑOR CAMPOS- Ah...

HADA MADRINA (triste)- Sí. Y hace un año se pelearon porque querían ir de vacaciones a lugares distintos y mi padre volvió a meterse dentro de la lámpara. Y desde entonces no ha salido (suspira) Habrá que esperar a que se le pase el mosqueo.

SEÑOR CAMPOS- Tranquila, ya verá cómo pronto se le pasa...

HADA MADRINA- Ya, pero lo que para ti es pronto... para un genio pueden ser siglos... Como viven una eternidad... (Suspira de nuevo y marca un número en su móvil) Tranquilo, no tardaré mucho.

(Mientras el Hada Madrina espera respuesta en su móvil, el Señor Campos coge el despertador y lo examina con curiosidad)

HADA MADRINA (al teléfono)- ¿Mamá?... Sí, soy yo... Ahora estoy en Villalimpia, pero llamaba para decirte precisamente que... Ya lo sé, mamá, pero es que me aburría un poco, que en el Polo Sur no vive nadie, y los pingüinos no es que te den mucha conversación, precisamente... Pues mira, te llamaba para decirte que si me llamas a la hora de cenar  no voy a estar, que vuelvo a Villasucia, y como ahí no hay buena cobertura... ¿Cuánto tiempo? Oye, mamá, no me controles tanto, que ya no soy una niña...  ¡Pues lo que haga falta!... (El Señor Campos sigue la conversación telefónica. El Hada Madrina se da cuenta y se aparta pero habla para que el Señor Campos escuche lo que dice) No, un día entero no creo, ¿no ves que aquello está hecho un asco? No me apetece quedarme mucho, sólo voy por trabajo.

(El Hada Madrina se da cuenta de que el Señor Campos ha vuelto a acercársele para escuchar la conversación. El Señor Campos disimula y el Hada Madrina se aparta de él)

HADA MADRINA (al teléfono, en tono confidencial)- No es verdad, mamá, seguramente pasaré más tiempo en Villasucia, pero él aún no lo sabe... ¿Que quién es él? Pues el alcalde de Villalimpia... ¿¿Pero qué te has creído?? ¡Sólo vamos por trabajo, que yo no quiero líos!... Tranquila, ya soy mayorcita y me sé cuidar... (El Señor Campos vuelve a manosear el despertador, lleno de curiosidad) Sí, llevo el paraguas... Sí, también la pasta de dientes y el cepillo... Bueno, ¿y sabes algo de papá? ¿Ha salido ya de la lámpara?... Tranquila, mujer, ya saldrá. Tú frótala de vez en cuando, a ver qué pasa.

(De repente el Señor Campos toca algo del despertador y éste empieza a sonar de forma estridente. El Señor Campos no sabe cómo pararlo.)

HADA MADRINA- ¡Perdona, mamá, pero tengo que colgar, ya te llamaré cuando vuelva! (Cuelga. Le quita precipitadamente el despertador al Señor Campos) ¿Pero qué haces? (para la alarma)

(Entra precipitadamente por la izquierda FLORA, alarmada)

FLORA- ¿Qué pasa? (ve al Hada Madrina) ¿Quién es usted? ¿Cómo ha entrado?

HADA MADRINA- Soy el Hada Madrina de...

SEÑOR CAMPOS (interrumpiéndola)- Es una visita.

FLORA- ¿Y tenía cita previa?

SEÑOR CAMPOS- Bueno... no, exactamente... Digamos que ha sido una visita inesperada.

FLORA (suspicaz)- Ya... Así que se ha colado... ¿Cuándo ha sido? ¿Cuando he ido al lavabo?

HADA MADRINA- No. He entrado por la pared.

SEÑOR CAMPOS (a Flora, cortado)- Je, je... es que es muy bromista...

FLORA- Disculpe, Señor Alcalde, pero yo no le veo la gracia.

SEÑOR CAMPOS- No es ninguna broma. He entrado cruzando la pared. Soy el Hada Madrina del pueblo.

FLORA- ¡Y además está loca! ¿Quiere que llame a la policía, Señor Alcalde?

SEÑOR CAMPOS- ¿Por qué?

FLORA- ¿Cómo que por qué? ¡Pues porque esta mujer está como un cencerro y puede ser peligrosa!

SEÑOR CAMPOS- Hombre... Cuerda, cuerda tampoco está...

(El Hada Madrina va hacia el Señor Campos, enfadada. FLORA, alarmada, se interpone entre el Hada y el Alcalde)

FLORA- ¡No dé un paso más o llamo a la policía!

HADA MADRINA- Oye, un poco de respeto, que vengo a echaros una mano. ¡No me trates como si fuera una delincuente!

(El Hada Madrina intenta apartarla pero Flora no se deja. Forcejean. El Señor Campos intenta separarlas inútilmente)

SEÑOR CAMPOS- ¡Por favor, chicas, no os peleéis!

( De repente Flora descuelga el teléfono fijo y empieza a atar al Hada con el cable del auricular)

HADA MADRINA- ¿Pero qué haces?

FLORA- ¡Huya, Señor Alcalde! ¡Huya y llame a la policía!

SEÑOR CAMPOS- Por favor, Flora, cálmate...

HADA MADRINA- ¡Suéltame ahora mismo o te convierto en... en un boniato!

SEÑOR CAMPOS ¡Flora, que la sueltes! ¡No es lo que parece!

(El Hada Madrina logra escabullirse de sus ataduras. Corre intentando esquivar a Flora, que quiere atarla de nuevo)

HADA MADRINA- ¡Será mejor que nos larguemos al futuro ahora mismo! ¿Listo?

SEÑOR CAMPOS- ¡Un momento, que me pongo los zapatos!

HADA MADRINA- ¡No hay tiempo! “Patatín, Patatuno, llévanos al futuro” (no pasa nada) ¡Anda, se me ha olvidado la fórmula mágica!

(Flora atrapa de nuevo al Hada Madrina con el cable telefónico. Forcejean, se caen detrás de la mesa y las perdemos de vista)

FLORA- ¡Ya eres mía!

HADA MADRINA- ¡Que te crees tú eso! “¡Patarín, Patarato, conviértete en boniato!”

(El escenario se ilumina momentáneamente como si hubiese caído un rayo. Silencio. Al cabo de unos segundos aparece detrás de la mesa el Hada Madrina, satisfecha, con un enorme boniato en la mano)

HADA MADRINA -¡Toma, por plasta! (Al Señor Campos) ¿A que soy genial?

SEÑOR CAMPOS (alarmado)- ¡¡Pero qué ha hecho!! (Le coge el boniato y lo sujeta delicadamente entre sus manos. Al boniato, casi llorando:) ¡Flora, perdóname, ha sido culpa mía!

HADA MADRINA- Menos numeritos y a lo nuestro, que ya me acuerdo de la fórmula mágica.

(Le quita el boniato y lo tira al suelo)

SEÑOR CAMPOS (por el boniato)- ¿Y qué le pasará a Flora?

HADA MADRINA- Tranquilo, el hechizo sólo dura unos minutos, así que volverá a ser normal. Venga, dame la mano. (El Señor Campos duda) ¡Vamos, que no tengo todo el día! (Finalmente el Señor Campos le ofrece tímidamente la mano. Ella la coge con fuerza) ¿Listo? (cierra los ojos) “Patatiro, Pataturo, llévanos al futuro.”

(Las luces se apagan y el escenario se queda a oscuras. Se oye ruido de viento huracanado. Simultáneamente se empieza a oir el tic-tac de muchos relojes de cuerda, sonidos de relojes de cu-cú y relojes de carillón dando las horas. Primero el ruido es sólo un rumor, pero poco a poco el volumen va subiendo.)

VOZ DEL SEÑOR CAMPOS- ¡¡Que me mareo!! ¡¡No vaya tan deprisa!!

VOZ DEL HADA MADRINA- ¡¡Guaaaauuuu!! ¡Qué pasada!

VOZ DEL SEÑOR CAMPOS (alarmado)- ¡¡Cuidado con el semáforo!!

(Se oye un frenazo y a continuación el claxon de un coche)

VOZ DEL HADA MADRINA- ¡Qué fuerte! ¡Hoy hay mogollón de gente viajando por el tiempo! ¡Ni que fuese domingo!

VOZ DEL SEÑOR CAMPOS- ¡Si lo llego a saber me pongo casco! ¿Pero dónde le dieron el carnet de Hada? ¿En una tómbola?

(Mientras dice ésta última réplica, al Señor Campos le cambia progresivamente la voz desde el tono grave del adulto hasta el tono agudo del niño)

VOZ DE HADA MADRINA- ¡¡Ya llegamos, agárrate, que voy a aterrizar!!

(Se oye una sucesión de golpes prolongados y ruidosos. A continuación una luz amarillenta y mortecina ilumina el escenario. En medio del escenario hay un columpio oxidado, sucio y muy estropeado. Al fondo del escenario, un panel simula un muro de cemento lleno de graffitis. En los laterales, troncos raquíticos, casi rídículos –más bien parecen ramitas-, de árboles plantados en macetas. Por todas partes, basura y desperdicios de todo tipo: cajas de cartón, de polexpán, plásticos, latas, botellas, pieles de plátano y muchas bolsas de basura.

      En el columpio hay una NIÑA de mirada ausente, columpiándose leve y mecánicamente. El Señor Campos se ha convertido en un niño y ahora la americana y los pantalones elegantes que llevaba durante la visita del Señor Barros, el Señor Cenizo y el Señor Fuenteseca le quedan inmensamente grandes. Aún va descalzo. Está sentado en el suelo y se frota la cabeza, como si se hubiese dado un golpe causado por el “aterrizaje”. La Niña parece ignorar su presencia. El Hada Madrina ha desaparecido. CAMPOS NIÑO huele el aire y se tapa la nariz como si hubiese olido un pestazo insoportable. A continuación mira a su alrededor con estupor. Ve a la Niña en el columpio. Haciendo un esfuerzo, se quita la mano de la nariz e intenta acostumbrarse al mal olor. Pero por sus muecas vemos que le resulta difícil.)

CAMPOS NIÑO- Niña...  (La Niña no le hace caso y continúa columpiándose) ¡Psst! ¡Eh, niña! (La Niña continúa columpiándose sin hacerle caso. Campos Niño va hacia ella pero tropieza con sus propios pantalones, cae al suelo y se mancha de porquería) ¡Qué asco!

(Campos Niño se quita los pantalones elegantes y la americana. Debajo lleva unos vaqueros y una camisa blanca idénticos a los que llevaba en el despacho, cuando era adulto, pero de su talla actual de niño. Se sitúa junto a la Niña)

CAMPOS NIÑO- ¿Cómo te llamas, niña?

(La Niña deja de columpiarse y lo mira)

NIÑA- Me llamo Niña.

CAMPOS NIÑO- ¿Y ya está? ¿Sólo Niña?

NIÑA- ¿No te gusta?

CAMPOS NIÑO- Bueno... No sé... Hay nombres más bonitos...

NIÑA- ¿Ah, sí? ¿Cuáles?

CAMPOS NIÑO- Pues... Rosa, por ejemplo. O Margarita. Nombres de flores.

NIÑA- ¿Flores? (Piensa) Ah, sí... Una vez vi una. Era bonita.

CAMPOS- ¿De qué color era?

NIÑA (pensando)- No me acuerdo. De eso ya hace mucho tiempo, yo era muy pequeña.

(Pausa. La Niña observa a Campos Niño con curiosidad)

NIÑA- ¿Y tú quién eres?

CAMPOS NIÑO- ¿Yo? (Duda) Antes era el alcalde de Villalimpia. Pero ahora no estoy seguro de quién soy.

NIÑA- ¡Pero qué dices! ¿Tú, alcalde? ¿Me tomas el pelo? ¡Pero si sólo eres un crío!

CAMPOS NIÑO- ¡Que no, que hablo en serio!

NIÑA- ¡Además, hace mucho que el pueblo no se llama Villalimpia, me lo han dicho en la escuela! Ahora se llama...

CAMPOS NIÑO (triste, interrumpiéndola)- Sí, ya lo sé: Villasucia. (Mira a su alrededor) Salta a la vista. (Pausa) ¿Qué pasó?

NIÑA- ¿Qué quieres decir?

CAMPOS NIÑO- ¿Cómo se convirtió Villalimpia en Villasucia?

NIÑA- No lo sé. Esto lo cuentan en Secundaria, y yo aún estoy en Primaria. Tendrías que preguntarlo en la escuela.

CAMPOS NIÑO (inicia una salida por la derecha)- Pues vamos a preguntarlo.

NIÑA- ¿Dónde vas?

CAMPOS NIÑO- A la escuela.

NIÑA- ¡Pero si está muy lejos, no se puede ir andando!

CAMPOS NIÑO- ¡Qué dices! ¡Pero si está aquí mismo, detrás del Ayuntamiento!

NIÑA- Ah...  Tú quieres decir la antigua escuela. (Ríe) ¡Pero si hace un montón de tiempo que la cerraron! ¡Antes de que yo naciera, así que ya ves! ¿Pero tú de dónde sales?

CAMPOS NIÑO- ¿La cerraron?

NIÑA- Sí, por culpa de la peste y los olores, decían que eran muy malos para los niños.

CAMPOS NIÑO- Pues... la verdad es que la peste es insoportable.

NIÑA (sorprendida) - ¿Ah, sí?

CAMPOS NIÑO- ¿Tú no la hueles?

NIÑA (dudando)- No lo sé... (Piensa) El pueblo siempre ha tenido este olor. A lo mejor ya me he acostumbrado.

(La Niña vuelve a columpiarse mecánicamente, con la misma actitud ausente que al principio. Campos Niño mira a su alrededor y examina los desperdicios con asco, procurando no pisarlos. Entra por la izquierda CHARLIE, es un muchacho de unos 13 años. Va vestido a lo rapero, con cazadora, pantalones anchos y caídos, zapatillas y gorra con visera puesta al revés. Esconde algo en su mano, que oculta en el interior de la cazadora. Mira a Campos Niño, primero con sorpresa y después con desconfianza. Duda. Finalmente se dirige al muro del fondo, mira a un lado y a otro, y saca lo que ocultaba en la cazadora: dos sprays de pintura. Empieza a escribir en la pared “Queremos un pueblo limpio”. Mientras Charlie escribe, Campos Niño se dirige a la Niña).

CAMPOS NIÑO- Niña, ¿quién es ése?

(La Niña se da la vuelta y ve a Charlie escribiendo en el muro. Baja inmediatamente del columpio, enfadada)

NIÑA- ¿Ya estamos otra vez, Charlie? ¡Deja ya eso!

CHARLIE- No me hables, niña, que me desconcentras.

NIÑA- ¿A que aviso a los guardias?

CHARLIE (imitándola de modo ridículo)- “¿A que aviso a los guardias?” ¡Mira que eres pava!

CAMPOS NIÑO (a Charlie)- ¿Qué estás haciendo?

CHARLIE- ¿No lo ves, tronco? Un graffiti.

CAMPOS NIÑO- ¿Y a ti te parece que eso está bien? ¿No te das cuenta de que ensucias la pared?

(Charlie mira a Campos Niño y se echa a reír)

CHARLIE- Yo lo flipo. ¡Pero si está todo hecho un asco! Además, ¿tú quién eres para decirme lo que tengo que hacer? ¿De dónde has salido?

CAMPOS NIÑO (digno)- Soy el alcalde del pueblo.

CHARLIE- Ya... Y yo soy Spiderman.

(Continúa escribiendo el graffiti)

NIÑA (a Charlie, indignada)- Eres un... un... (busca un insulto fuerte. Finalmente lo encuentra)... ¡¡un reaccionario!!

(Charlie la mira, desconcertado)

CHARLIE- ¿Y eso qué es?

NIÑA- ¡No lo sé, pero es algo muy feo! ¡Lo dijeron en la tele!

(Charlie va hacia la Niña, amenazador)

CHARLIE- ¿A que te parto la cara?

(La Niña no se asusta y va hacia Charlie, desafiante, dispuesta a enfrentarse a él. Campos Niño se coloca entre ambos para interceder)

CAMPOS NIÑO (mediando)- Vamos, vamos... no os peléis. (A la Niña, por Charlie) Tiene razón, total... está todo tan sucio...

(Pausa breve. Charlie y la Niña se miran, aún tensos. Finalmente Charlie le hace un gesto despectivo y va de nuevo hacia la pared para terminar su pintada. Una vez la termina, firma “Charlie”.)

CHARLIE (por su pintada, satisfecho)- Ha quedado guay. (Los mira. De repente mira hacia la derecha, alarmado, esconde los sprays de pintura en el interior de su ropa y se dirige a Campos Niño)- ¡Eh, tú, busca algo con lo que jugar, rápido!

CAMPOS NIÑO- ¿Qué pasa?

CHARLIE- ¡Calla y busca!

(Charlie empieza a buscar precipitadamente entre los desperdicios del suelo. Campos Niño busca tambien, confuso. Finalmente Charlie encuentra una pelota de plástico muy deshinchada)

CHARLIE- Esto servirá.

(Va al lateral izquierdo del escenario y retira una de las macetas para formar una portería de fútbol, se sitúa en el espacio que ha quedado, a modo de portero, y le lanza la pelota a Campos Niño. Campos Niño la coge, confuso. Charlie adopta la típica posición del portero ante un penalty y empieza a hablar en un tono excesivamente alto) ¡Esta vez lo pararé! ¡Vamos, vuelve a chutar!

CAMPOS NIÑO (desconcertado)- No puedo, no llevo zapatos.

(Charlie y la Niña le miran los pies y lo miran a él, muy sorprendidos)

CAMPOS NIÑO (cortado)- Es que... me gusta ir descalzo.

NIÑA- ¿¿Con toda esta porquería desparramada en el suelo??

CHARLIE- ¡Bueno, da igual! ¡Tú disimula!

(Entra por la derecha el robot P-2. Lleva un gorro de policía y carga con un montón de bolsas de basura. Habla con voz metálica.)

P-2 – Transporte número quinientos cuarenta y nueve de residuos industriales y residuos sólidos urbanos no orgánicos. Procedencia confidencial. Número de registro nueve cero cero cuatro barra siete y medio. Ciento cincuenta quilos. ¡Uf, cómo pesa!

(Tira las bolsas de basura al suelo)

CAMPOS NIÑO (escandalizado, a P-2)- ¿Pero qué hace?

CHARLIE- No te metas. Vamos, chuta.

P-2 (observando a Campos Niño)- Procesando cara de niño impertinente en el software. Rostro desconocido. Forastero. Extraño. Extranjero. Lárgate, niñato.

CAMPOS NIÑO (A Charlie)- ¿Pero tú le estás oyendo?

CHARLIE- Ni caso. Vamos, chuta.

(P-2 descubre el graffiti en la pared)

P-2- Atención, descubierta pintada clandestina reaccionaria. Sabotaje. Procesando el nombre de la firma “Charlie” en la base de datos. Origen desconocido.

NIÑA- Yo le diré quién ha sido, Señor Pe Dos.

(Baja del columpio, dispuesta a delatar al Charlie. Pero Charlie va hacia ella y la mira, amenazador).

NIÑA- Ha sido...

(Charlie le tapa la boca con la mano. La Niña se resiste y gesticula, protestando)

CHARLIE (a P-2, disimulando)- Ha sido un tío de metro noventa, cachas y con pelo negro. No lo había visto en mi vida, seguramente no es del pueblo. (a Campos Niño) ¿A que no?

CHARLIE (siguiéndole la corriente)- ¡Qué va, qué va!

P-2 (a Campos Niño)- ¿Y tú quién eres? Identificación.

(Campos Niño no sabe qué decir)

CHARLIE- Es mi primo. Ha venido a pasar unos días con nosotros. Parece ser que los aires de aquí le sientan muy bien.

(P-2 mira a Charlie y a continuación mira a Campos Niño. Campos Niño respira profundamente para demostrar que lo de los aires es verdad. Empieza a toser)

CHARLIE (disculpándolo)- Es que aún  no se ha acostumbrado, siempre tarda unos días. Vive en la montaña, ¿sabe?

(P-2 inicia una salida por la derecha)

P-2 – Instrucciones precisas. Informar. Reportar. Búsqueda y captura. Castigo ejemplar. ¡Qué vida más dura, la del robot!

(Sale por la derecha. Al cabo de unos instantes Charlie suelta a la Niña)

NIÑA (muy enfadada)- ¡Idiota!

CHARLIE- ¡Que te calles, niñata!

NIÑA- Si no te gusta Villasucia, ¿por qué no te vas?

CHARLIE- Porque es mi pueblo, ¿qué pasa?

CAMPOS NIÑO (sorprendido) - ¿A ti te gusta como está, Niña?

NIÑA- ¡Pues sí! Los Señores de “Basuras y Asociados” dicen que es un ejemplo de progreso y modernidad. Y los Señores de “Basuras y Asociados” son muy sabios, lo dice la tele.

CHARLIE- ¡Pero qué pava es esta niña!

NIÑA- Y tú no te pases, o voy ahora mismo a los guardias y les digo que has sido tú quien ha hecho la pintada. Les diré que tú eres Charlie.

CAMPOS- ¿Qué pasa, no se llama Charlie?

CHARLIE- No.

NIÑA- Se llama Niño. Pero a él le gusta que le llamen Charlie. ¡Ya ves qué tontería! ¡Si es que es un inmaduro!

CHARLIE- Mira quién habla.

(La Niña se dispone a salir por la derecha, enfadada. Charlie la detiene)

CHARLIE (alarmado)- ¿Pero tú estás tonta? ¡Me encerrarán un mes en casa sin dejarme salir! Venga, enróllate. ¡Si no se lo cuentas haré lo que quieras!

(La Niña se detiene, dudando)

NIÑA- ¿Lo que yo quiera?

CHARLIE- Sí.

(La Niña duda. Finalmente va hacia el columpio, coge una muñeca hecha pedazos que hay en el suelo, con aspecto de estar casi nueva, y se la ofrece a Charlie)

NIÑA- Pues arréglame esta muñeca.

CHARLIE- ¿De dónde las has sacado? ¿De la basura?

NIÑA- Sí. ¿A que es bonita?

CHARLIE (resignado)- Vale, la arreglaré. Si está chupao.

(Coge los brazos, la cabeza y las piernas e intenta encajarlo todo en el tronco de la muñeca. No puede. Se desespera.)

CHARLIE (devolviéndola la muñeca)- Pues no se puede. Lo siento, búscate la vida.

NIÑA (contrariada)- ¡Me has engañado! ¡Te vas a enterar!

(La Niña inicia de nuevo una salida por la derecha)

CAMPOS NIÑO- ¡Espera! (La Niña se para) Déjame intentarlo a mí. (Le coge la muñeca y empieza a encajar todas sus piezas. Por la muñeca:) ¿De verdad te gusta?

NIÑA- Claro. A mí las muñecas me gustan mucho.

CAMPOS NIÑO- ¿Y por qué no te compras una nueva?

NIÑA- ¿Para qué? Si andando por la calle encuentras un montón de juguetes que están casi nuevos, hay niños que se cansan en seguida de jugar con ellos y los tiran. Como tienen tantos...

(Campos Niño le devuelve la muñeca completamente montada)

NIÑA (cogiendo la muñeca, contenta)- ¡Muchas gracias! (la mira) Parece hasta nueva. (A Campos Niño, agradecida) ¿Cómo te lo podría agradecer? (Piensa) ¡Ya sé! Te buscaré unos zapatos. (Empieza a buscar entre los desperdicios. Encuentra unos zapatos sucios y viejos). Toma, póntelos.

CAMPO NIÑO (apurado)- Eh... no gracias, te lo agredezco... pero no. Prefiero ir descalzo.

NIÑA (extrañada)- ¿Seguro?

CAMPOS NIÑO- Sí, es que... (improvisando) El médico me lo ha recomendado.

NIÑA- Vale.

(Inicia una salida por la izquierda. Se detiene. Vuelve atrás, le da un beso en la mejilla a Campos Niño y, ahora sí, sale por la izquierda. Charlie y Campos Niño la observan mientras se va.)

CHARLIE- Estás hecho un manitas. ¿Dónde has aprendido a montar muñecas?

CAMPOS NIÑO- Con mi hija, que siempre las está rompiendo. Le compras una y en seguida la desmonta. No me extrañaría nada que de mayor quisiera ser mecánico de coches.

CHARLIE (desconcertado) Perdona.... ¿has dicho... tu hija?

CAMPOS NIÑO- Sí, ¿qué pasa?

CHARLIE (mosqueado) ¿Me estás vacilando?

CAMPOS NIÑO- No, va en serio, tengo una hija de cuatro años. Se llama Rosa.

CHARLIE- ¿De qué vas? ¿Te crees que soy idiota? ¿Cómo va a tener una hija un chaval de... de...? ¿cuántos años tienes? ¿Trece? ¿Catorce?

CAMPOS NIÑO- Treinta y tres.

(Pausa. Charlie lo mira con la boca abierta. De repente se echa a reír)

CHARLIE- Estás como una cabra, tronco.

CAMPOS NIÑO (ofendido)- ¡Es verdad! Y además fui el alcalde del pueblo.

CHARLIE (siguiéndole la corriente)- ¿Ah sí? ¿Cuándo?

CAMPOS NIÑO- Hace tiempo. Cuando el pueblo se llamaba Villalimpia.

CHARLIE- ¡Pero qué dices! ¡Si eso fue en la Prehistoria! Mira, no me vaciles y dime de dónde vienes.

CAMPOS NIÑO- ¡Te digo que soy de Villalimpia! Me conozco este pueblo como la palma de la mano. Mira, te lo demostraré: (señala un extremo del patio de butacas) aquel es el camino de la fuente nueva. Y si giras a la izquierda llegas al prado donde pastan las ovejas. Y si luego giras a la derecha llegas al bosque.

CHARLIE- ¿Al bosque? ¿Pero qué dices? Ahí no hay ningún bosque.

CAMPOS NIÑO- ¿Ah, no?

CHARLIE- Y no sé de qué prado me hablas. Ahí lo que hay es un cementerio de coches. ¿Quieres que sigamos jugando a las adivinanzas?

(Pausa breve)

CAMPOS NIÑO- Pero si no hay ningún bosque... ¿Dónde juegan los niños?

CHARLIE- Pues... aquí. Pero tampoco es que haya muchos niños en Villasucia. En el pueblo sólo vivimos la Niña y yo. (Pausa breve) Bueno, ahora me toca a mí. A ver... (Piensa y finalmente señala una zona del patio de butacas) ¿Qué hay detrás de esa colina?

CAMPOS NIÑO- ¿Allí? (Piensa) Pues... las huertas y la granja de Matías.

CHARLIE (satisfecho) ¡No! ¡Te pillé! Ahí está la planta incineradora.

CAMPOS NIÑO- ¿¿Qué?? No... no es posible. ¿Una planta incineradora?

CHARLIE- Sí. Dos a cero. Vamos, te toca a ti.

CAMPOS NIÑO (mosqueado)- Para ti sólo es un juego, ¿no?

CHARLIE- Claro. ¿Para ti no?

CAMPOS NIÑO (indignado)- ¡No! ¡Esto es mucho más serio de lo que crees! (Lo coge por las solapas) Me estás engañando, ¿no? ¡Seguro que es eso! ¡Quieres hacerme creer que mi pueblo se ha convertido en un montón de basura! ¡Vamos, confiésalo!

CHARLIE- ¿Pero qué dices?

CAMPOS NIÑO (sin soltarlo, indignado)- ¡Confiesa que aún está el bosque! ¡Y que no hay ninguna incineradora! ¡Ni un cementerio de...!

(Charlie se suelta empujando a Campos Niño, que cae al suelo)

CHARLIE (mosqueado)- Mira, chaval, soy un tío tranquilo (coge una bolsa de basura y lo mira, amenazador) Pero si alguien me provoca yo me defiendo, ¿comprendes?

(Le lanza la bolsa de basura a Campos Niño, como señal de advertencia. Pausa tensa. Ambos se miran. Finalmente Campos Niño se levanta y le lanza otra bolsa de basura. Empieza una batalla de bolsas de basura que vuelan de aquí para allá, hasta que lanzárselas mutuamente se convierte en un juego.

    Entra por la izquierda el Señor Montes, viejo. Lleva los mismos pantalones vaqueros y la misma camisa verde que antes. Pero ahora, además, lleva un abrigo largo, oscuro y raído, zapatillas a cuadros de andar por casa y gafas. Campos Niño y él no se reconocen)

SEÑOR MONTES (riñéndolos)- ¿Pero qué estáis haciendo?

(Charlie, al verlo, sale corriendo por la derecha)

SEÑOR MONTES (por Charlie)- ¡Demonio de crío! ¡Cualquier día tendremos un disgusto por su culpa! (a Campos Niño) ¿Y tú qué? ¿Te gusta jugar a remover la basura? (Lo mira fijamente. Pausa breve). Oye, ¿nos conocemos?

CAMPOS NIÑO- No creo.

SEÑOR MONTES- Tú no eres de aquí, ¿verdad?

CAMPOS NIÑO- Sí… digo… no. Bueno… no exactamente. Pero un familiar mío vivió aquí hace tiempo y…

SEÑOR MONTES- ¿En serio?

CAMPOS NIÑO- Pero de eso hace ya mucho años.

SEÑOR MONTES- ¿Y qué se te ha perdido, en este basurero?

CAMPOS NIÑO- Es que… tengo que hacer un trabajo. Sobre la historia de Villalimpia.

SEÑOR MONTES- ¿De Villalimpia? ¡Pero si de eso hace mucho tiempo! No me digas que ese familiar tuyo vivió en el pueblo cuando aún se llamaba así...

CAMPOS NIÑO- Sí.

SEÑOR MONTES (ilusionado)- ¿Cómo se llamaba? A lo mejor nos conocíamos.

CAMPOS NIÑO (indeciso)- No… no creo… No salía mucho de casa.

SEÑOR MONTES- Vamos, hombre, dímelo. Yo conocía a todo el mundo, por aquel entonces.

(Pausa. El Señor Montes espera la respuesta, sonriente)

CAMPOS NIÑO (decidiéndose)- Eduardo Campos.

(El Señor Montes deja de sonreír y adopta una actitud grave)

SEÑOR MONTES- ¿Has dicho… Eduardo Campos?

CAMPOS NIÑO (cortado)- Sí…

(Pausa)

SEÑOR MONTES (con resentimiento)- Sí, ya lo creo que le conocí… al muy sinvergüenza. Éramos amigos, ¿sabes? Todo el mundo en el pueblo le quería. Y llegó a ser alcalde. Todos estaban convencidos de que Villalimpia cambiaría mucho gracias a él. ¡Y ya lo creo que cambió! Porque llegaron los de “Basuras y Asociados, S.A.” y le convencieron para que les dejara instalar un vertedero. Después consiguieron que les diera los permisos para ampliarlo y, para empezar, nos quedamos sin bosque. Pero la cosa no acabó ahí… Después de esa ampliación llegó otra… y luego otra… y otra… hasta que el propio pueblo terminó formando parte del vertedero y se convirtió… (mira a su alrededor con tristeza)… en lo que ves ahora.

(Pausa breve)

CAMPOS NIÑO- ¿Ustedes dos… se conocían mucho?

SEÑOR MONTES- ¡Si nos conocíamos, dice! Íbamos juntos a la escuela desde pequeños. (Suspira) Le avisé. Le dije: “Ten cuidado, Campos, que esos tíos del vertedero te la van a jugar, que a esa clase de gente no le importan las personas.” ¿Y sabes qué me decia él? Me decía. “No te preocupes, Montes, yo ya sé lo que le conviene al pueblo.” Me gustaría que viese en lo que se ha convertido el pueblo por su culpa.

(Desde que se ha enterado de que el viejo con el que está hablando es el Señor Montes, Campos Niño lo mira  atónito. Pausa breve).

CAMPOS NIÑO (atónito) – No puede ser… ¿Tú eres Manuel Montes?

SEÑOR MONTES (desconcertado)- ¿Cómo dices?

CAMPOS NIÑO (reaccionando y disimulando)- Eh…nada. (Por lo que le ha contando el Señor Montes) Es una historia muy triste.

SEÑOR MONTES- Ya lo creo. Pon todo lo que te he contado en tu trabajo. A ver si con suerte los jóvenes de hoy tienen un poco más de sentido común que nosotros (mira a su alrededor, triste) ¡Y a esto le llaman progreso! (Saca del bolsillo un botellín de agua) Disculpa, pero tengo que regar los árboles.

(Empieza a echar pequeños chorritos de agua, con sumo cuidado, en las macetas de los árboles)

CAMPOS NIÑO- ¿Qué ha pasado con la fuente que había en esta plaza?

(El Señor Campos lo mira, sorprendido)

SEÑOR MONTES- ¿Y tú cómo sabes que aquí había una fuente?

CAMPOS NIÑO (disimulando)-  Es que… me lo ha contado Charlie.

SEÑOR MONTES- ¿Charlie? (Piensa) Ah, quieres decir el Niño.

CAMPOS NIÑO- Sí, ése. ¿Le conoce?

SEÑOR MONTES- ¡Ya lo creo! Es mi nieto. Me ha oído hablar tanto de cómo eran las cosas en la época de Villalimpia, que ahora se pasa el día haciendo pintadas pidiendo un pueblo limpio. Me da miedo que se meta en un lío por mi culpa.

(Pausa breve. Campos Niño se ha quedado boquiabierto al enterarse de que Charlie es nieto del Señor Montes. El Señor Montes continúa regando las macetas.)

SEÑOR MONTES- Me preguntabas por la fuente, ¿no? Pues verás: la quitaron porque ya no servía para nada. Resulta que los líquidos que genera la basura en los vertederos…

CAMPOS NIÑO- Los lixiviados.

SEÑOR MONTES (sorprendido de que lo sepa)- Sí, los lixiviados, veo que eres un chico listo… Pues resulta que los lixiviados atravesaron las capas protectoras del subsuelo y contaminaron las aguas subterráneas. Mucha gente se puso enferma y muchos árboles se secaron. Desde entonces sólo bebemos agua embotellada. Y ahora, si me lo permites, voy a regar los de ese otro lado.

(Cruza el escenario y empieza a regar las macetas del otro lado. Entra por la derecha P-2 agarrando por una oreja a Charlie, que tiene un spray de pintura en la mano y pone expresión de dolor. P-2 se dirige al Señor Montes)

P-2 (sin soltar la oreja de Charlie)- Vandalismo, Terrorismo, Gamberrismo, Sabotaje. Niño problemático…

CHARLIE (quejándose)- ¡Ay, ay, ay…!

P-2 (sin soltarlo)- Conflictivo. A-social. A-normal. A-nimal.

CHARLIE (protestando)- ¡Hey, hey, hey!

SEÑOR MONTES- ¡Un poco de respeto! A ver, ¿qué ha hecho?

P-2 – Ha pintado una pared. Un muro. Ha escrito mensajes subversivos. Palabras prohibidas. Letras ilegales. Hay que confinar. Arrestar. Castigar. Encerrar.

(Charlie se libra de P-2)

CHARLIE (protestando)- ¡Yo no he hecho nada, soy muy buen chico! (Señalando a Campos Niño) Ya verá, pregúnteselo a ese alcalde.

(El Señor Montes y P-2 se giran al mismo tiempo para mirar a Campos Niño)

SEÑOR MONTES y P-2 (al mismo tiempo)- ¿Qué alcalde?

CHARLIE (por Campos Niño)- Antes me ha dicho que era alcalde de Villalimpia.

(P-2 se acerca a Campos Niño y lo observa)

P-2- Imposible. Procesando dimensiones en el software. No puede ser. Demasiado pequeño. Demasiado esmirriado. Poca cosa. (a Charlie) No te pases de listo, niño. (Va hacia Charlie, amenazador) Confinar, arrestar…

SEÑOR MONTES (a Campos Niño)- ¡Rápido, dale al botón de la espalda!

(Campos Niño obedece y le da al botón. P-2 se detiene pero continúa hablando unos instantes como si se le acabaran las pilas)

P-2- En-ce-rrar… Caas-tiii-gaauuuu…

(P-2 se apaga y se queda inmóvil. Charlie, contento, va hacia Campos Niño)

CHARLIE- Gracias, tronco. (Le da la mano. Al Señor Montes) Abuelo, ¿has visto qué tío más “enrollao”?

(El Señor Montes mira a Campos Niño con desconfianza)

SEÑOR MONTES- ¿Quién eres?

(Pausa. Los dos amigos del pasado se miran, serios. Charlie se muestra desconcertado)

CHARLIE- ¿Pero qué pasa?

(Pausa. Campos Niños baja la mirada.)

SEÑOR MONTES (atónito)- ¡Entonces... es verdad!

CAMPOS NIÑO-  Sí, Manuel. Soy Eduardo Campos.

SEÑOR MONTES (atónito)- ¿¿Eduardo… Campos?? (Pausa.) ¿¿Pero cómo es posible?? (Pausa) Claro... por eso me hacías todas esas preguntas.

CHARLIE (Al Señor Montes)- ¿Pero quién es?

SEÑOR MONTES (a Charlie)- Era el alcalde de pueblo cuando pusieron el vertedero. Desapareció justo después de firmar la primera ampliación y nunca volvió a saberse de él. (a Campos Niño) No entiendo nada...

CAMPOS NIÑO- Es una historia muy larga, Montes. Y no tengo tiempo de contártela.

(Pausa. Charlie y el Señor Montes miran a Campos Niño, intentando asimilar lo que está pasando)

SEÑOR MONTES- ¿A qué has venido? ¿A ver cómo es la vida la en pueblo?

CAMPOS NIÑO- Más o menos. Pero no me preguntes cómo lo he hecho porque es muy largo de explicar y además no me creerías.

CHARLIE- ¡Qué pasada! ¡Puede viajar por el tiempo!

CAMPOS NIÑO- Sí, pero no te lo aconsejo, hay mucho tráfico y aún eres muy pequeño para sacarte el carnet.

CHARLIE- Mira quién habla.

SEÑOR MONTES- Charlie, un poco más de respeto que este señor tiene la misma edad que tu abuelo. Vamos, vuelve a casa, que este señor y yo tenemos que hablar de muchas cosas. Y no te metas en más líos.

CHARLIE (protestando)- Los mayores sólo sabéis dar órdenes. (Se dispone a irse y, antes de salir del escenario, se detiene y mira a Campos Niño) Hubiese molado que tuvieses mi edad, seguramente habríamos sido buenos colegas.

CAMPOS NIÑO- Puede ser.

CHARLIE- Oye, si al final te quedas por aquí... ¿me enseñarás a viajar por el tiempo? Me gustaría ir al pasado y ver jugar a Cristiano Ronaldo, dicen que era una pasada.

CAMPOS NIÑO- No puede ser. Pronto tendré que volver a mi tiempo.

CHARLIE- Qué chungo. Pues nada... que te vaya bien ahí en la prehistoria.

(Sale. Pausa breve. El Señor Montes y Campos Niño se miran. Entra la Niña por la izquierda. Mira a P-2, que aún sigue apagado e inmóvil, llena de curiosidad. Finalmente se siente en el columpio y empieza a columpiarse mecánicamente.)

SEÑOR MONTES (a Campos Niño)- Te lo advertí. Te dije que no firmaras ese papel.

CAMPOS NIÑO- Sí, es verdad.

SEÑOR MONTES- Ya ves qué futuro les dimos a los niños. Se fueron casi todos, porque aquí no se podía vivir.

CAMPOS NIÑO- ¿Sólo quedan estos dos, Charlie y la Niña?

SEÑOR MONTES- Sí, mi nieto y tu nieta.

CAMPOS NIÑO (atónito)- ¿Qué dices? ¿¿Mi nieta?? ¿¿La Niña es mi nieta??

SEÑOR MONTES- Sí.

(Campos Niño mira a la Niña con incredulidad. Se oye una música suave y emotiva. Finalmente Campos Niño va hacia la Niña y la abraza.)

NIÑA (enfadada)- ¿¿Pero qué haces??

(Le empuja y se aparta de él. La música deja de sonar abrúptamente. El Señor Montes empieza a reír)

CAMPOS NIÑO- ¡Deja que te abrace! ¡Soy tu abuelo!

(Va hacia ella dispuesto a abrazarla de nuevo. Pero la NIÑA lo rehuye, coge un bastón que hay en la basura y lo amenaza. Campos Niño se detiene)

NIÑA (desconfiada)- Ya, y yo soy tu madre, si te parece.  No te acerques que te arreo, ¿eh? ¿Pero tú de que vas? ¿Te crees que porque antes te he dado un beso ya somos novios?

CAMPOS NIÑO (conciliador)- Vamos, no te pongas así...

(El Señor Montes se sigue riendo)

NIÑA (al Señor Montes, indignada)- ¿Y usted de qué se ríe, Señor Montes? ¡No tiene gracia! ¿Éste es el ejemplo que quiere dar a los niños? ¡Se lo voy a decir a los guardias, hala!

(Le saca al lengua a Campos Niño y se va por la derecha. Pausa breve. El Señor Montes deja de reír)

SEÑOR MONTES- Bueno… Y ahora que has visto el futuro… ¿qué piensas hacer?

CAMPOS NIÑO- De momento volver al pasado, justo antes de firmar el contrato. Les pienso decir cuatro cositas a los de “Basuras y Asociados, S.A.” No es éste el futuro que quiero para nuestros nietos.

SEÑOR MONTES- ¡Sí señor, muy bien dicho!

CAMPOS NIÑO (mirando al cielo)- ¿Dónde está el Sol?

SEÑOR MONTES (extrañado)- ¿El Sol? ¿Por qué quieres saberlo?

CAMPOS NIÑO- Es que la persona que me ha traído aquí tiene que venir a buscarme cuando se haya puesto el Sol.

SEÑOR MONTES- Pues lo tienes fatal, porque hace años que por aquí no vemos ponerse el Sol. El humo de la incineradora hace que el cielo se vea siempre gris.

CAMPOS NIÑO (confuso)- Vaya… (contrariado) Creo que el Hada me ha engañado. (Empieza a andar por el escenario, pensativo. Finalmente se detiene) ¡Ya sé! (Se sitúa en el centro del escenario. Al Señor Montes)  Apártate, a ver si te voy a arrastrar conmigo al pasado y entonces imagínate qué lío, con dos Manuel Montes, el joven y el viejo. (El Señor Montes se aparta, intrigado) A ver si me acuerdo… (cierra los ojos con fuerza) “Pararito Pararuto, llévame al pasado”. (Se encoge, esperando que suceda algún sortilegio que lo lleve al pasado. Pero no pasa nada. Abre un ojo y, al comprobar que sigue allí, vuelve a su actitud normal). ¡Pues no era así, qué rabia!

SEÑOR MONTES- ¿Se puede saber a qué viene este numerito?

CAMPOS NIÑO- Pero si está claro, intento volver al pasado.

SEÑOR MONTES- ¿Y para volver al pasado tienes que decir esas tonterías?

CAMPOS NIÑO- Qué remedio. (Suspira) Volveré a intentarlo. (Se sitúa de nuevo en medio del escenario) A ver si ahora me sale…(Cierra los ojos) “Pararito…”

(Se interrumpe porque de repente el escenario se ilumina de azul y se oye el grito de una mujer, primero a lo lejos, luego acercándose, hasta que entra en el escenario el Hada Madrina desde el lateral derecho, como empujada por un vendaval, procurando no perder el equilibrio. Finalmente cae aparatosamente. El Señor Montes la mira, estupefacto.)

HADA MADRINA (sentada en el suelo y contrariada)- ¡Otra vez una piel de plátano!

CAMPOS NIÑO (al Hada Madrina)-  Se ha retrasado. (Le enseña la hora que indica su reloj de pulsera)

HADA MADRINA- ¿Pero tú quieres que me quede sin trabajo o qué pasa? ¿Cómo se te ocurre ir probando por tu cuenta mis fórmulas mágicas cuando yo no estoy presente?

SEÑOR MONTES (sorprendido) Pero… esta mujer… ¿de dónde ha salido?

CAMPOS NIÑO- Tranquilo, no es peligrosa, es el Hada Madrina del pueblo.

SEÑOR MONTES (sorprendido)- ¿En serio?

HADA MADRINA- Para servirle a usted, señor. (Le da una tarjeta de visita) Tenga, mi tarjeta.

CAMPOS NIÑO (al Hada Madrina)- Me querías engañar, ¿eh?

HADA MADRINA (disimulando)- ¿Yo? ¡Pero qué dices!

CAMPOS NIÑO- Cuando estábamos en mi despacho no me has dicho que desde Villasucia no se ve el Sol.

HADA MADRINA (disimulando)- ¿Ah, no? ¿Estás seguro?  Bueno, qué más da. No te vas a poner así por un despiste de nada…

CAMPOS NIÑO- ¿¿Por un despiste de nada, dices??  Quedamos en que me sacarías de aquí después de la puesta de Sol, ¿cómo pensabas hacerlo, si no se ve el Sol? ¡Podía haberme quedado aquí toda la vida!

HADA MADRINA- Y no te gusta la idea, ¿verdad? Pues eso ya es algo.

SEÑOR MONTES- Me parece que a la Señora Hada le daba miedo que quisieras volver al pasado sin haber cambiado de opinión. ¿Me equivoco?

HADA MADRINA- ¡Vaya, es usted muy listo! Creo que haremos buenas migas.

CAMPOS NIÑO (al Hada Madrina)- Pues si era eso lo que le preocupaba, ya podemos volver cuando quiera. Porque he cambiado de opinión y no pienso firmar el contrato.

HADA MADRINA- ¿¿En serio??

CAMPOS NIÑO- Sí. Y conocer el futuro desde el punto de vista de un niño me ha ayudado mucho.

HADA MADRINA (entusiasmada)- ¡Yuupiii! (Lo abraza efusivamente y se lo come a besos. A continuación le coge una mano y lo arrastra al centro del escenario) Vamos, no podemos perder ni un segundo. (Al Señor Montes) Por favor, ¿sería tan amable de sacar el reloj que hay dentro de mi mochila?

(El Señor Montes se acerca al Hada Madrina, confuso; abre la mochila que el Hada Madrina lleva a la espalda y remueve su interior, buscando el reloj. Saca un reloj de cocina muy hortera.)

SEÑOR MONTES (mostrándoselo al Hada)- ¿Es éste?

HADA MADRINA (cogiendo el reloj)- Sí, gracias. (Se lo muestra a Campos Niño) Lo acabo de comprar en el mercadillo. Por eso me he retrasado. (Lo retrasa una hora) Y ahora, la fórmula mágica (Levanta su varita) “Patatiro Patat… (Se interrumpe al ver a P-2, que sigue desconectado) ¿Qué es esta cosa?

SEÑOR MONTES- Es el robot P-2. Trabaja de policía, de barrendero, de cartero y de camarero en el albergue.

HADA MADRINA- ¡Caramba, qué joyita! ¿Y por qué está quieto?

CAMPOS NIÑO- Es que lo hemos tenido que desconectar.

HADA MADRINA- ¡Pobrecito! ¿Y eso por qué?

SEÑOR MONTES- Es que trabaja para “Basuras y Asociados S.A.” y está programado para ser un chivato y un pesado. ¿Usted no podría hacer algo con él?

HADA MADRINA (pensativo)- No sé, no sé… (Se le ocurre una idea) ¡Ya sé! (Se acerca a P-2, solemne). “Patarín, Patareta, conviértete en Poeta”

(El escenario se ilumina unos instantes con un potente destello. De repente P-2 se conecta y empieza a moverse).

P-2 (contento)- ¡Me muevo! Me puedo mover, trasladar, transportar. (Recitando) “Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar” ¡Oh, qué programa más guay!

SEÑOR MONTES (contento)- ¡Ha funcionado!

P-2 (inicia una salida por la derecha, recitando)- “Con cien cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar sino vuela, un velero bergantín.”

(Sale de escena)

HADA MADRINA- ¡Y ahora, a casa! (A Campos Niño) Dame la mano. (Campos Niño se la da y ambos se sitúan en el centro del escenario)

SEÑOR MONTES- Buen viaje, Eduardo.

CAMPOS NIÑO- Volveremos a encontrarnos aquí mismo, Manuel. Pero el futuro será otro y no éste. Y acompañaremos a nuestros nietos a jugar al bosque, los dos juntos, tú y yo.

HADA MADRINA (impaciente)- Bueno, ¿qué? ¿Ya está? ¡Pues, hala! (Cierra los ojos) “Patasín, Patasado, volvemos al pasado.”

(Las luces se apagan y el escenario se queda a oscuras. Se oye ruido de viento huracanado. Simultáneamente se empieza a oir el tic-tac de muchos relojes de cuerda, sonidos de relojes de cu-cú y campanas de carillón dando las horas. Primero el ruido es sólo un rumor, pero poco a poco el volumen va subiendo.)

VOZ DE CAMPOS NIÑO (gritando)- ¡No vaya tan deprisa, que me mareo!

VOZ DEL HADA MADRINA- Me sabe mal haberme ido tan pronto del mercadillo. ¡No veas tú qué chollos había!

VOZ DE CAMPOS NIÑO (gritando)- ¡El semáforo! ¡Cuidado con el semáforo!

(Se oye el frenazo de un coche)

VOZ DEL HADA MADRINA- …Había unas blusas estampadas monísimas. Ahora me arrepiento de no haberle comprado una a mi madre.

VOZ DE CAMPOS NIÑO (gritando)- ¡El Stop! ¡Que se salta el stop!

(Se oye el frenazo de un coche y a continuación el claxon prolongado de un coche)

VOZ DEL HADA MADRINA (gritando, enfadada)- ¿Y a ti qué te pasa? ¿No ves que yo tengo preferencia?

VOZ DE CAMPOS NIÑO (gritando)-  ¡Por favor, vaya con cuidado, que quiero llegar vivo! ¡Quiero a mi mamáaaa!

(Mientras dice esta última réplica, a Campos Niño le cambia progresivamente la voz desde el tono agudo del niño al tono grave del adulto.)

VOZ DEL HADA MADRINA- ¡Agárrate, que ya llegaamoooos!

(Se oye el ruido de un golpe. Se ilumina el escenario. Volvemos a estar en el despacho del Señor Campos. Las zapatillas deportivas están en el suelo, a la vista del público. La ropa elegante ha desaparecido. En el suelo yace tumbado el Señor Campos, adulto. Está muy despeinado. Lleva los pantalones vaqueros y la camisa blanca a su medida. Se levanta, confuso y algo dolorido.)

SEÑOR CAMPOS- ¡Jo, menudo viaje! (Se mira y comprueba que vuelve a ser adulto) ¡Vuelvo a ser mayor, qué bien, vuelvo a ser mayor!

(Ríe y a continuación empieza a saltar y a bailar repitiendo “vuelvo a ser mayor”. Entra precipitadamente Flora por la izquierda, alarmada)

FLORA (alarmada)- ¿Qué ha pasado? ¡He oído el ruido de un golpe!

SEÑOR CAMPOS (contento)- ¡Flora! (Corre hacia ella y la abraza. Flora no sabe cómo reaccionar) ¡Ya no eres un boniato!

(El Señor Campos empieza a saltar y a bailar sin soltar a Flora)

FLORA (contrariada)- ¡Oiga, ya sé que no soy muy guapa, pero de ahí a compararme con un boniato…!

SEÑOR CAMPOS (soltándola)- ¡Fíjate en mí, Flora! ¡Vuelvo a ser mayor! ¡Ya no soy un niño!

FLORA (desconfiada)- ¿Qué quiere que le diga? Yo no estoy tan segura…

(El Señor Campos empieza a bailar y a saltar de nuevo repitiendo “¡Vuelvo a ser mayor! ¡Ya no soy un niño!”)

FLORA (gritando)- ¿Quiere dejar de comportarse como un crío?

(El Señor Campos se para en seco y la mira. Flora se sorprende y se asusta de su propia reacción)

FLORA (disculpándose)- Discúlpeme, Señor Campos, no sé qué me ha pasado.

SEÑOR CAMPOS (sorprendido)- Flora, nunca me habías tratado así…

FLORA (tímidamente, asustada)- Ya lo sé… Lo siento, yo no soy nadie para hablarle así. Pero es que cuando le he visto hacer todas esas payasadas… no lo he podido evitar. (asustada) Perdóneme.

SEÑOR CAMPOS (pensativo)- ¿Por qué me tienes miedo? ¿Tan mal te trato?

FLORA (con miedo, mintiendo)- ¡No, no, qué va!

SEÑOR CAMPOS (pensativo)- ¿Riñéndote y gritándote a todas horas?

FLORA (con miedo)- ¡Qué va, si se porta muy bien conmigo!

SEÑOR CAMPOS- No, no es verdad. Te he tratado muy mal, pero a partir de ahora eso cambiará. (Le coge la mano. Flora no sabe qué hacer) Gracias Flora, me has dado una lección.

(El Señor Campos se pone las zapatillas deportivas, va hacia su silla y se sienta)

SEÑOR CAMPOS- ¿Qué asuntos hay en la agenda de hoy?

(Flora está tan confusa que ni lo oye. El Señor Campos se da cuenta)

SEÑOR CAMPOS (llamando su atención)- Flora…

FLORA (reaccionando)- ¿Qué?

SEÑOR CAMPOS- ¿Hay alguien ahí fuera que esté esperando para verme?

FLORA (aún confusa)- ¿Cómo dice? ¿Alguien…? (Reacciona) Ah, sí…Los representantes de la empresa “Basuras y Asociados, S.A.”

SEÑOR CAMPOS- ¿Y…hay alguien más?

FLORA- Hombre… pues sí. El Señor Montes. Pero usted me ha dicho que no quiere verle  y que lo entretenga haciéndole leer el prospecto de mi jarabe. ¿Le digo que vuelva mañana?

SEÑOR CAMPOS- ¡Ni hablar! Que entren los cuatro.

FLORA (sorprendida)- ¿Los cuatro?

SEÑOR CAMPOS (amable)- Sí, Flora: el Señor Cenizo, el Señor Barros, el Señor Fuenteseca… y el Señor Montes. Hazles entrar, por favor.

(Flora mira al Señor Campos sorprendida por su repentino cambio de opinión y de actitud. Finalmente reacciona)

FLORA (contenta)- Ahora mismo, Señor Alcalde. (se dispone a salir)

SEÑOR CAMPOS- Y no me trates más de usted. Llámame Eduardo.

(Flora se detiene y lo mira, aún más sorprendida)

FLORA- Como quieras… Eduardo.

(Flora sale, contenta. El Señor Campos se levanta y contempla el cuadro de Villalimpia, pensativo. Llaman a la puerta)

SEÑOR CAMPOS- Adelante.

(Entran por la izquierda el Señor Cenizo, el Señor Barros y el Señor Fuenteseca del mismo modo que al principio de la obra. El Señor Campos no se acerca a recibirlos. Los tres visitantes se miran, extrañados. Se acercan a la mesa en bloque.)

SEÑOR CAMPOS (seguro de sí mismo)- Señor Cenizo, Señor Barros, Señor Fuenteseca… Buenos días.

SEÑOR CENIZO, SEÑOR BARROS, SEÑOR FUENTESECA (al mismo tiempo)- ¡Buenos días!

(El Señor Montes se asoma tímidamente, un poco extrañado. Le acompaña Flora, que le invita a entrar con un gesto. El Señor Montes entra en el despacho y Flora se dispone a irse. El Señor Campos se da cuenta)

SEÑOR CAMPOS- Flora, no te vayas, quédate, por favor. Esto también te afecta a ti.

(Flora obedece, encantada. Todos los presentes se miran entre sí, extrañados)

SEÑOR CENIZO (molesto por la presencia del Señor Montes)- ¿Es necesario que este individuo oiga nuestra conversación? Usted ya sabe que…

SEÑOR CAMPOS (cortándolo)- Usted mismo lo acaba de decir, Señor Cenizo: yo ya sé todo lo que hay que saber. Y precisamente por eso quiero que el Señor Montes y la Señorita Flora escuchen lo que les voy a decir a ustedes.

SEÑOR CENIZO- ¿Ah, sí? (confiado) Pues nada, empiece cuando quiera.

(Pausa expectante. El Señor Cenizo, el Señor Barros y el Señor Fuenteseca miran al Señor Montes burlones, convencidos de su triunfo inminente. )

SEÑOR CAMPOS- Señores, los vecinos de Villalimpia somos gente sencilla y honrada. Nuestra máxima aspiración no es ser ricos a cualquier precio, ni subirnos al tren de lo que ustedes entienden por “progreso” sin valorar las consecuencias. Queremos ver crecer a nuestros hijos sanos y felices. Queremos respirar aire puro, beber agua limpia, libre de esa contaminación que ustedes quieren que consideremos un mal menor.

(Mientras el Señor Campos habla, el Hada Madrina aparece por la derecha y escucha)

SEÑOR CAMPOS- Aspiramos a ver jugar a los niños en el bosque que tenemos la suerte de tener tan cerca; a verlos ir a la escuela contentos, convencidos de que el futuro que les espera está en nuestras manos y sabremos velar por él hasta que ellos nos tomen el relevo en la carrera de la Vida. Y no vamos a renunciar a ello sólo porque ustedes no quieran hacer esfuerzos para evitar hacerle daño al medio ambiente.

SEÑOR CENIZO (desconcertado)- Pero…

SEÑOR CAMPOS (cortándolo)- Puede que no les parezca gran cosa. Pero es nuestra manera de entender la Vida.

SEÑOR BARROS- No ceda a las presiones de la gente. Usted es el Alcalde. Si no piensa como ellos no les haga caso y ya está.

SEÑOR CAMPOS- Pero es que resulta que pienso como ellos. Y precisamente por eso me escogieron para que fuera su alcalde. Y por esa misma razón debo decirles que no pienso firmar la ampliación del vertedero.

(El Hada Madrina, el Señor Montes y Flora aplauden, entusiasmados)

SEÑOR FUENTESECA (al Señor Cenizo)- ¡Pues vaya! ¿Y ahora qué?

SEÑOR CENIZO (al Señor Campos, contrariado)- ¿Es su última palabra?

SEÑOR CAMPOS (con firmeza)- Sí.

(El Señor Cenizo adopta un aire digno y ofendido. El Señor Barros y el Señor Fuenteseca, al verlo así, lo imitan. El Señor Cenizo mira a su alrededor e inicia una salida por la izquierda. El Señor Barros y el Señor Fuenteseca lo siguen de cerca, en fila india. De repente el Señor Cenizo se detiene y el Señor Barros y el Señor Fuenteseca chocan en cadena contra él)

SEÑOR CENIZO (al alcalde, irritado)- ¡Usted gana, pondremos un vertedero como éste en otro pueblo! ¡Y si en un pueblo nos rechazan, iremos a otro! ¡A uno que crea en el progreso! ¡Siempre habrá un pueblo para nosotros!

SEÑOR CAMPOS (seguro)- Seguramente. Pero no será Villalimpia.

(El Señor Cenizo, el Señor Barros y el Señor Fuenteseca salen de escena)

SEÑOR MONTES (contento)- ¡Felicidades, Eduardo, has estado fenomenal!

(Le ofrece la mano. Se dan la mano)

SEÑOR CAMPOS- Gracias a ti…

SEÑOR MONTES (desconcertado)- ¿A mí?

(El Señor Campos mira con complicidad al Hada Madrina, que le sonríe, orgullosa)

SEÑOR CAMPOS-…Y a un poco de magia.  (Flora y el Señor Montes se miran, desconcertados) Y ahora, Flora, si alguien llama por teléfono preguntando por mí haz el favor de decirle que no volveré hasta mañana. Tengo un compromiso muy importante.

(Inicia una salida por la izquierda)

FLORA- ¿Con los alcaldes de los pueblos vecinos?

SEÑOR CAMPOS- No. Con mi hija. Nos vamos a coger moras.

(Sale. Flora y el Señor Montes lo miran mientras se va. La luz se va apagando lentamente en todo el escenario, excepto sobre el cuadro de Villalimpia, que permanece iluminado unos instantes)

 

OSCURO TOTAL



2 -Obra de Teatro

LOS ANIMALES DEL PARAÍSO


Autor: José Luis Marqués Lledó

Acto I

Escena I

Al abrirse el telón aparece un personaje (Narrador I) , que parece estar leyendo un libro (una Biblia). Pasa las hojas hacia delante y hacia detrás con gran nerviosismo, como si buscara algo en concreto. Como no lo encuentra se dirige al público con cara de contrariedad:


Narrador I: - Por más que lo busco no lo encuentro y con esta Biblia, me he leído unas 80, de distintas versiones, confesiones, editoriales, e idiomas y en ninguna cuentan lo que les pasó a los animalitos, después de que el hombre fuera  expulsado del paraíso. (Haciendo una pregunta retórica) - ¿Ustedes lo saben? No, claro, naturalmente que no lo saben ¿Cómo lo habrían de saber?


El hombre fue castigado con la expulsión, por el pecado que todos arrastramos,  y condenado a  ganarse el pan con el sudor de su frente, pero naturalmente, los animales nada habían hecho ¿Por qué no aparece en este libro?


Narrador II: (Saliendo al escenario con otra Biblia en la mano) - Yo sí lo sé.


Narrador I: -¿Quién eres tú y qué es lo que sabes?


Narrador II: (Presumiendo) - Yo soy el verdadero narrador de esta historia y sé perfectamente lo que les pasó a todos los animales del paraíso.


Narrador I: - Imposible, tú eres un impostor. Yo soy el verdadero narrador. Yo he dado tres veces la vuelta al Mundo, me he recorrido 300 iglesias, 80 catedrales 60 basílicas y 2000 bibliotecas y no he encontrado ni una sola referencia a esa historia.


Narrador II: -Porque tú eres solo un humilde  Cuentacuentos, llana y simplemente, no eres investigador como yo. -(Con aires de superioridad) – No sabes investigar.


Narrador I: -¡Mequetrefe, presumido! ¿Qué has hecho tú, que no haya hecho yo? ¡Eh! ¡Dinos!


Narrador II: -Lo principal es ir a la fuente de la información, como he ido yo, ir a los lugares donde reside esta historia,  pasada de padres a hijos,  desde el origen del Mundo. -Anda chúpate esa!


Narrador I: - ¿Adónde has ido tú si puede saberse? (Intentando ridiculizarle)


Narrador II: - Pues mientras tú visitabas iglesias, basílicas, catedrales y bibliotecas y te leías no sé cuantas Biblias, yo visitaba los 5 océanos de la Tierra , 800 mares, 200 selvas, 1256 bosques y 30000 granjas ¿Qué pasa tío? (Con chulería)


Narrador I: - Está bien y ¿has encontrado la explicación? ¿Te han contado lo que sucedió de verdad? ¡Cuéntanoslo de una vez!


Narrador II: - ¿Cómo dices? ¿Qué os la cuente? ¡Así por el morro! Con el trabajo que me ha costado a mí localizarla, os la voy a contar sin más. ¡De eso nada! ¿Dónde están los derechos de autor? ¿Quién me paga mi  copyright? ¿Tú? - (Volviéndose de espaldas).


Narrador I: - Venga, no te hagas de rogar, que sabemos perfectamente que te encanta chupar cámara.


Narrador II: - ¡Qué no! ¡Qué te digo que no! Éste es mi secreto y no lo compartiré con nadie. (Gritando)


Narrador I: - ¡Anda monín, comparte tus descubrimientos científicos con nosotros! Te daré mil rupias.


Narrador II: -¡Bah! Por mil rupias ni abro el libro.


Narrador I: -¡Pero qué interesado eres! Dos mil rupias.


Narrador II: -¡Cuatro mil!


Narrador I: -¡Tres mil!


Narrador II: -¡Tres mil quinientas!


Narrador I: -¡Hecho!


Narrador II: -¡Vale! Pero pongo una condición.


Narrador I: ¿Qué condición?


Narrador II: que tú te largues de aquí. Yo tengo que ser el único narrador de esta historia.- (Dándole la espalda y poniendo cara interesante)


Narrador I: -Ya sabía yo que lo que querías era liquidarme, porque eres un presuntuoso. Está bien, yo me marcho y te dejo como único narrador, pero como al final descubra que nos has engañado y que tu narración, no tiene ni pies ni cabeza, te echaré del escenario a patadas. Me voy al patio de butacas y me convertiré en un espectador más, pero te estaré vigilando. -(El Narrador I, baja al lugar que ocupen los espectadores con cara de pocos amigos, gesticulando contra el narrador II)


Narrador II: (Dirigiéndose al público) - Ya era hora. No os aflijáis, amigos míos, era un narrador mediocre, sin personalidad, no tenía categoría para contar esta historia, sin embargo yo… (Presumiendo exageradamente) – Yo soy el más grande, el magnífico, el admirado súper narrador.


Narrador I: (Dando un grito desde el patio de butacas) - ¡Vamos al grano y empieza de una vez!


Narrador II: (Carraspeando) – Bueno, ejem, comencemos. (Abriendo su libro) -Cuando Dios echó a la primera pareja humana del paraíso, puso dos Ángeles en la puerta con sendas espadas llameantes. Naturalmente cada día cambiaban de Ángeles porque tenían que ir al hospital del Paraíso a curarse las quemaduras, pero como tenían muchos Ángeles, pues apenas se notaba…Ocurrió que como los animalitos no habían pecado, pues no fueron expulsados -(Se oscurece el escenario, desaparece Narrador II y comienza la segunda escena).



Escena II


El Buen Dios: (Voz en Off) Se Reúnen en la explanada del paraíso a todos los animales) - Queridos animalitos, ¿vosotros sabéis por qué he expulsado a esa pareja de humanos que convivían con vosotros? Pues los he expulsado por ignorantes, por lelos y por dejarse tentar. Les prohibí comer del árbol que está en medio de esta explanada ¿Lo veis? - (Señalando a un único árbol que se divisa en esa zona del Paraíso y que se verá con claridad en el decorado)


Todos los animales: - ¡Siii!


El Buen Dios: - ¿Vosotros veis que tenga algo de especial?


Todos los animales: -¡Nooo!


El Buen Dios: - Naturalmente que no, es un árbol como otro cualquiera, que tiene frutas, claro. Ciertamente, unas están bien y otras están mal. Pues ellos entendieron que era el árbol de la ciencia del bien y del mal. Además de tontos, sordos. Se llenaron de avaricia y se pusieron como el kiko a comer manzanas de ese árbol precisamente, cuando las podían haber cogido de los diez mil cuatrocientos manzanos que existen en el paraíso. Naturalmente coger las manzanas de ese árbol, lo tenían prohibido; un simple capricho, pero lo tenían prohibido para que me demostraran su fidelidad y su obediencia. Pues, ¡Hala!, los tuve que largar. Así que ahora os quedaréis vosotros solos disfrutando de estas maravillas.


El cocodrilo: - ¿Y a nosotros no nos pondrás ninguna condición? -(Con voz de lelo)


El Buen Dios: (Con voz de ultratumba o produciendo el Efecto ECO)) - Sí, naturalmente, es mi obligación. Tengo que poneros una condición, pero será muy sencillita. Aquí tenéis todo tipo de plantas, salvajes y amistosas. De todas podéis comer. ¡Hombre, comer un poquito más de las salvajes naturalmente, las otras son amistosas y estaría muy mal que os las comieseis! Les jugaríais una mala pasada. ¡No sería muy ético! Pero bueno, eso lo decidís vosotros. Lo único que no podéis hacer jamás, (pausa) es comeros los unos a los otros. - (Si es posible se debe hacer sonar un trueno)


Todos los animales: (Protestando): - ¡Qué horror! ¡Qué asco! ¡Comerme yo a éste! Con lo soso que es. Jamás, jamás. Me darían arcadas.


El Buen Dios: (Con voz lúgubre) - ¡Está bien! ¡Está bien! ¡Así me gusta que os tengáis respeto! – Bueno, sólo me queda deciros que si alguno de vosotros incumple esta norma, seguirá los mismos pasos de los humanos. Será echado del paraíso. ¿Habéis comprendido?


El León: (Erigiéndose en portavoz) -¡Naturalmente, no somos tontos! - (Dándoselas de listo y mirando a todos)


La cebra: (Cuchicheándole a la Jirafa ): - ¡Éste se las da de Rey! Se le nota en la melena y me da la mosca en la oreja que no me voy a llevar muy bien con él.


Jirafa: - Yo tampoco, no me gustan los engreídos que van por la vida con el cuello estirado. Se lo tiene muy creído.


El Buen Dios: -¡Bien, se levanta la sesión!



Escena III


(Se oscurece el escenario y comienza la Tercera escena. En ella se encuentran en una rotonda: la pantera, el cocodrilo, el elefante y el oso hormiguero)


La Pantera : - ¡Hay que ver cómo se ha puesto el paraíso! ¡No hay quien dé un paso!


El elefante:- ¡Claro! Como nacemos y no morimos, pues crecemos y crecemos, en número quiero decir- (mirando al oso hormiguero)- y el paraíso está ya saturado. Ya no hay sitio donde aparcar nuestro cuerpo.


El cocodrilo: -¡Vaya! Ni en doble fila


La Pantera :- ¡Ni en triple!


Oso hormiguero: -¿Y el baño? ¿Cómo se ha puesto el baño? Esta mañana de domingo, me he ido con la familia a pasar el día al río Tigris y me he tenido que volver. No se veía ni el agua.


Cocodrilo: -¿Qué me vas a contar? Yo que vivía tan feliz, tan a gusto dentro del agua de los ríos; lo mismo me iba al Tigris que al Eúfrates y disfrutaba chapoteando en el agua con mi mujer y mis hijos y ahora tenemos que vivir en los árboles.


Elefante: - ¡Ah! Pues da gracias, porque yo me he tenido que ir a una ciénaga llena de bichitos, que no nos hacen nada por lo que dijo el Buen Dios, pero son muy molestos. Los mosquitos trompeteros, se pasan la noche tocando la trompeta y como no pueden picar a nadie, pues lo hacen con más mala… ¡Ya me entendéis!


(Aparece la serpiente)


Serpiente: (Silbando en las palabras acabadas en el fonema S) -¡Hola colegas! ¿Estáis confabulando contra el Buen Dios, eh? ¡Qué os he pillao!


Oso hormiguero: - ¡Nosotros! Eso, tú que eres una tentadora. Márchate de aquí, que no queremos nada contigo.


Serpiente: (Silbando en las palabras acabadas en el fonema S) -Pues peor para vosotros, yo tengo la solución a todos vuestros problemas


Cocodrilo: - ¡Cuidado hermanos, que ésta ya nos está tentando!


Serpiente: (Silbando en las palabras acabadas en el fonema S) -¡No! Yo no os tiento, pero sólo pensar en lo felices que éramos al principio cuando sólo había unos pocos animales en el paraíso. Yo sólo os digo que si la población disminuyera a la cuarta parte y el índice de natalidad bajara dos puntos y el de mortalidad, aumentara seis, pues el crecimiento vegetativo no cabe la menor duda que se reduciría drásticamente ¿Me habéis entendido?


Todos (Mirando con la boca abierta): - Nooo


Serpiente (Reptando hacia el interior del paraíso): - No se puede tratar con ignorantes.


Pantera: - La verdad es que al principio, cuando estábamos poquitos, ¡qué tranquilos estábamos!


Elefante (Con nostalgia) -Yo podía caminar por cualquier sitio, sin tropezarme con nadie y no como ahora que debo tener mucho cuidado para no pisar a algún diminuto animalito,  y para mí, todos son diminutos, ya que como yo soy el más grande,  a todos los veo como enanitos y además soy un poco miope, ¡claro! - pues desde esta altura a algunos ni los veo, y si los piso y los mato aunque sea sin querer, pues ¡Hala! ¡A freír espárragos! ¡Tarjeta roja y expulsión!


Cocodrilo: - Y yo que podía retozar en cualquier río, sin pedir permiso para bañarme, que esto se parece cada día más a Torrevieja.


Oso hormiguero: - ¿Y qué podemos hacer? No se me ocurre nada.


Narrador II (Aparece fugazmente y se dirige al público) - El aguijón de la tentación ya les había picado. La serpiente había logrado su objetivo. - (Con voz misteriosa)


Pantera: - ¡Hombre! A mi se me ocurre que si nos comiésemos a…


Elefante: -¡Ni se te ocurra! ¿No recuerdas la advertencia del Buen Dios?


Pantera: -Pero si lo hacemos con sigilo en lo más intrincado del paraíso.(pensando)  -Por ejemplo: Hoy un animalito que me como yo, (pausa) -  mañana otro que te comes tú, (nueva pausa), - al otro día otro que se come éste. Pues ¿Quién lo va a saber? No dejamos ni los huesos. Nos lo zampamos y listo.


Oso hormiguero: (retirándose poco a poco) - ¡Qué crueles  sois! ¿No tenéis compasión de vuestros colegas?


Todos (Terminando la escena y persiguiendo amenazadoramente al oso)) – Nooo


(Se oscurece el escenario antes de comenzar la cuarta escena)


 

Escena IV


Narrador II: - Poco a poco la serpiente fue visitando todos los rincones del Paraíso terrenal. En esta ocasión visitó el rincón de los insectos, fue reptando sigilosamente por un árbol muy viejo que tenía más de cien años - (En el paraíso el tiempo pasaba muy deprisa -), y se dispuso a escuchar la conversación de la araña, la mosca, la mariposa y una mariquita que andaba por allí como si tal cosa, queriendo hacer amigas. En ese momento hablaba la mosca.


La Mosca : - Nosotras no nos merecemos esta vida, chupando la savia de los árboles. ¡Qué comida más sosa!-  (poniendo voz ridícula) -Por la mañana savia bruta, por la tarde savia elaborada. ¡Qué aburrimiento! Con lo buena que debe estar la sangre de, por ejemplo, una cebra, un elefante. ¡Se me hace la boca agua!


La Mariposa : - Te pasas la vida protestando, con lo vaga que eres ¿Qué haces tú en la vida para merecer más? Da gracias que el Buen Dios, te deja vivir aquí sin dar un palo al agua y sin pagar alquiler, ¡no te digo!


La Mosca : - ¡Pues mira quién fue a hablar! ¿Qué haces tú de provecho? Todo el día picoteando de flor en flor. Cuando tu vas, yo vengo de allí, cuando yo voy, tú todavía estás aquí. - (Canturreando la canción de Chenoa)


La Mariquita : - ¿A qué me suena eso? (Tararea también la canción de Chenoa) – laralará laralaralá, laralará, laralaralalá


La Mariposa : - Yo por lo menos doy colorido y belleza al paraíso, pero anda que tú.


La araña: - Yo también he pensado mucho en eso. He pensado en ti - (Dirigiéndose a la mosca con voz misteriosa y zalamera) - Me causa mucho placer cuando una mosca, un mosquito o cualquier otro bichito cae en mi tela, pero luego siento una gran pena cuando os tengo que soltar (Con voz compungida). Me tengo que conformar con comerme los restos de hojitas, ramitas y todas los “itas” del paraíso. ¡No me gusta nada esa comida! ¡Qué porquería! - (Poniendo cara de asco)


La Mosca : - Oye guapa ¿Por qué me tienes que coger a mí o a mis hermanas? Aunque nos sueltes después. ¿Es qué no te das cuenta que lo pasamos muy mal cuando nos convulsionamos en esa tela tuya, pegajosa que parece una ratonera? ¿Por qué no te dedicas a otra cosa y no a fabricar asquerosidades? ¡No te digo!


Araña: - Cada una fabrica lo que sabe, peor eres tú que no fabricas nada, ¡No te fasti!


La Mariquita : (Poniendo paz) - ¡Bueno! ¡Bueno! No regañéis, al fin y al cabo, aquí no se vive tan mal ¿no? Tenemos vida eterna, saciamos el hambre y la sed. Debemos dar gracias al Buen Dios.


La Serpiente : (Bajando del árbol) - ¡Gracias al Buen Dios! - ¡Gracias al Buen Dios! - ¿Qué ha hecho Él, por todos vosotros, os ha abandonado a vuestra propia  suerte. ¡No hagáis esto! ¡No hagáis lo otro! Y ahí os quedáis, arreglárosla como podáis, comiendo y bebiendo lo contrario de lo que os pide vuestro cuerpo, como vosotras mismas reconocéis. Y no por un día ni por dos, sino por toda una eternidad. - (Todos los animalitos asienten con sus gestos mientras que la serpiente se dirige a la araña) - ¿Cuántos años tienes tú Arañita?


La Araña : - ¡Uf! No lo sé, Cuatrocientos o quinientos años. Aquí como no nos regalan calendarios por Navidad,  pues  no sabemos ni en el año en que vivimos.


La Serpiente : - Yo sí,  porque cambio de camisa dos veces al año. Llevo 1200 camisas, así que tenemos todos 600 años.


La Mosca : - ¡Caray! Si hasta sabe dividir


La Serpiente : - Ya sabéis que yo fui creada por el Buen Dios, como el animal más inteligente, sutil y misterioso de todos, por eso tengo una visión más amplia de las cosas.


La Mosca : - ¡No te tires pegotes! Yo sí que tengo una visión amplia. Yo tengo cientos de ojos, yo tengo unos ojos múltiples que ya, ya. Para sí los quisieran muchos y muchas (Mirando a la serpiente)


La Serpiente : - Tus ojos múltiples como tu los llamas,  ven todo lo material, los cuerpos, los objetos, las cosas, sin embargo, los míos - (Cambiando la voz y poniendo mucho misterio e ella) -ven los pensamientos, las intenciones, la bondad o la maldad de cada uno de vosotros. Y yo os digo que todos los animales del paraíso estáis quejosos. Unos por las aglomeraciones, otros por la comida y otros por aburrimiento, pero todos os pasáis la eternidad protestando.


La Mariposa : - Bueno ¿Y tú que nos propones? No será lo que me estoy imaginando.


La Serpiente : - Pues sí. Es lo que te estás imaginando. Si cada uno de nosotros se guiara por su instinto, las cosas mejorarían. Por ejemplo tú, araña, serías feliz comiéndote a las victimas que caen en tu telita,  y de paso harías un favor al elefante que no puede soportar a las moscas y a los mosquitos. - (La mosca se retira del círculo)


La Araña : -(Mirando a la mosca y haciéndosele la boca agua)


La Mosca : -A mí no me mires. ¡Vaya una cosa que le has ido a decir a esta chupona!


La Serpiente : -También te lo digo a ti. ¿No te relamerías con la sangre de la pantera, por ejemplo? o ¿con la de la cebra o la de la jirafa?


La Mosca : -Hombre, pues ahora que lo dices, no estaría nada mal.


Poco a poco, los insectos se van separando entre sí desconfiando los unos de los otros


Narrador II: (aparece fugazmente) – Y así poco a poco, la serpiente, fue engatusando a todos los animalitos del Paraíso.


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Se oscurece el escenario antes de comenzar la quinta escena)



Escena V


La pantera: (vigilando desde un árbol el movimiento de los animales del paraíso) - ¿Por qué tendré yo hoy unas ganas locas de comerme a alguien? Ya sé que está prohibido y que me juego la eternidad, pero hoy especialmente tengo unas ganas…


- Desde que hablamos con la serpiente, cada día noto una atracción especial hacia cualquier animal de los que pasan por aquí. Por ejemplo, aquella cebra, ¡qué buena debe estar! Se me hace la boca agua.


La Cebra : (Amistosamente) - ¡Hola señora pantera! ¡Qué buen día hace hoy para pasear! ¿Verdad? - No sé como se puede pasar usted todo el tiempo dormitando en ese árbol con el día que hace hoy, pero… ¿Por qué me mira de ese modo? Le brillan los ojos de una manera muy especial, ¿está usted enferma?


La Pantera : - No, pero lleva usted razón me brillan de felicidad. En el paraíso debemos estar todos muy felices. ¿Por qué no se pasa por la tarde por mi casa y charlamos un rato?


La Cebra : - Por mí no hay inconveniente, también me gusta charlar con las vecinas y cotillear un poco de los esperpentos que se ven por ahí. - ¿Se ha fijado en los horrorosos lunares que me lleva doña jirafa últimamente?


La Pantera : - De eso, de eso quería hablarle precisamente. ¿Quedamos a las cuatro?


La cebra: - Pero a esa hora todos estamos durmiendo “el letargo”, es muy temprano. ¡A esa hora no habrá ni un alma por el paraíso!


La pantera: (relamiéndose) - Por eso precisamente, así estaremos solas y nadie nos molestará querida.


La Cebra : - Bueno, como usted quiera, a esa hora estaré en su parcela; yo suelo ser muy puntual y sobre todo cuando se trata de oír un nuevo cotilleo. Hasta luego entonces. (Se despide la cebra sin saber lo que la espera)


La Pantera : - ¡Hasta luego! ¡No me falle!


La Cebra : -Descuide, no la fallaré.


La Pantera : (saboreando ya su futuro bocado) - No puedo más, aunque el Buen Dios me eche del paraíso,  a ésta me la como, vaya que si me la como. No voy a dejar ni rastro, hasta las rayas de su cuerpo, me voy a comer.


La serpiente: (sacando su lengua en señal de satisfacción) – Huelo a víctima, ésta ya ha caído en la tentación. Ya no se libra ni del mal, amén. Soy única, no se me resiste nadie. Primero, fue  aquella ingenua de Eva que se dejaba engatusar con diez de pipas, y luego el cándido de su marido,  de Adán,  que a cambio de un besito de su mujercita, toma manzanazo y expulsión. Y ahora van a caer todos estos, empezando por la tonta de la pantera. Y luego a llorar cuando los echan, pero si es que os lo vais buscando, so lelos, os lo vais buscando, vosotros solitos.


La Cebra : (Llamando) - ¡Señora Pantera¡ ¡Señora Pantera! ¿Dónde se ha metido?


La Pantera : - ¿Qué donde me he metido? Estoy aquí, en el árbol encima de usted y creo que está usted hoy estupenda (relamiéndose)


La Cebra : - ¡Qué cosas tiene usted, señora pantera! ¡Qué cosas tiene usted! Bueno ¿por qué quería verme a estas horas?


La Pantera : - Por eso, para estar solas.


La Cebra : -¿Por qué me mira intensamente con esos ojos tan grandes? (Con voz entrecortada)


La Pantera : - Para verte mejor, querida


La Cebra : - ¿Y por qué estira usted tanto sus enormes orejas? (Con voz entrecortada)


La Pantera : -Para escucharte mejor, querida


 


La Cebra : (Bastante mosqueada) - ¿Y para qué saca usted esas enormes garras? (Con voz entrecortada)


La Pantera : (Con voz cada vez más amenazadora) – Para sujetarte mejor, querida.


La Cebra (Con un mosqueo que ya no se tiene en pie) – Recuerdas las palabras del Buen Dios ¿verdad? - (Tartamudeando y sospechando ya lo que la va a pasar)


La Pantera : -Pues parece que se me han olvidado un poquito.


La Cebra. (Por último) - ¿Y por qué tienes esa boca tan grande? – (Con voz cada vez más amenazadora)-


La Pantera : - Pues para que va a ser, ¿No te sabes el cuento? ¡Pues para comerte mejor...Grrrr! (Se lanza sobre el cuello de la cebra y en pocos minutos se la come)


La Pantera cae en un profundo sueño y se queda dormida en el escenario


La Serpiente : (Frotándose las manos) - ¡Otra que ha caído!


Se apagan las luces y después aparecen la araña, la mosca, la mariposa y la mariquita.


La araña: (Canturreando) - ¡Mariquita! ¡Mariquita! Ponte el velo y vete a misa, mariquita,  mariquita…


La Marquita : - Ya está bien de tanto bacile. (Imita a la araña) Arañita, arañita.., ¿Por qué no vas tú solita? Ya estoy harta de esa cancioncita ridícula que me cantas cada vez que me ves… - (Con voz enfadada)


La araña: - Ven aquí, mujer, no te enfades; era sólo una broma. ¡Cómo te pones!


La Mariquita : (Se va acercando hasta que cae en la tela que previamente ha tejido la araña) – Pero… ¿Esto qué es? Suéltame de una vez. ¡Qué asco todos estos hilos están pegajosos.


La Mosca : - No se apure señora Mariquita, yo la sacaré de ahí. Esta araña es una bromista muy pesada.


La Araña (Riéndose estrepitosamente) – No me digáis que no es divertido.


La Mosca : (Empieza a tirar del cuerpo de la marquita, pero al final se queda ella también atrapada).  – Divertido lo será para ti, - ¡gamberra!- no te digo. (Con autoridad) - ¡Venga sácanos de aquí de una vez!  Ya te has pasao de graciosilla.


La Araña : - ¡No! Todavía no, todavía tienen que caer esas presumidas que revolotean por ahí, las mariposas. Mirad, mirad, que pote se dan,  simplemente porque tiene unas alas con colorines,  que el día que se las laven y se les destiñan, van a ser el hazmerreír del paraíso. Esas también tienen que caer.


La Mosca : - Pero, bueno. Se puede saber que es lo que te divierte. Ver a unos pobres insectos abatiendo sus alas dentro de tu tela hasta caer exhaustos. Eso es una crueldad.


Al momento, también caen las mariposas, que agitan sus alas desesperadamente desprendiendo todo  el polvillo multicolor de sus alas.


Todas: - ¡Hala! ¡Hala! Moved las alas para otro lado que mira como nos estáis poniendo


La Mosca : -A mí me has embadurnado de color verde. Una mosca verde. Bueno, no estoy del todo mal.


La Mariquita : - Y a mí me han coloreado de rojo con puntitos negros.


La Araña : -Yo, menos mal que estoy aquí arriba del árbol y no me ha salpicado; las tontas éstas, parece que tienen el baile de  san vito.


La Serpiente : - (Con voz zalamera) - ¡Araña, arañita! ¿A qué esperas? Ya los tienes atrapados. ¡Zámpatelos!


La Araña : (Poniendo cara de buena) - ¡Hombre, eso no! Son mis amigas. Yo me divierto con ellas, pero comérmelas, comérmelas… (Empieza a sentir el regusto de la tentación viendo circular la sangre por el interior de los cuerpos de sus amigas)


La Serpiente : - No me digas que no están apetitosas ¿eh? Mira a la mosca te la puedes comer de un solo bocado y está exquisita.


La Araña : (Dirigiéndose a sus víctimas, se relame y abre una boca grande  enseñando dos poderosos colmillos.). – Venid, venid, dejad de moveros que me vais a romper mi obra de arte.


La Mariquita : - ¿Qué vas a hacer? ¡No lo hagas! ¡No lo hagas, que te pierdes! Tarjeta roja y expulsión. ¿Recuerdas?


La Serpiente : -¡Ni caso! Ésa es una ignorante, pero está muy buena. ¡Zámpatela! ¡Zámpatela!


La Araña : (Ataca a sus tres amigas y se las come) -¡Qué buenas están! Esto sí que es un manjar. ¡Uf! Qué sueño me está entrando, me dormiré un rato la siesta en la parte superior de mi tela mientras hago la digestión.


La Serpiente : - Otra que ha caído. Y luego dicen que el León es el rey del paraíso. Yo soy la verdadera reina. Todos me obedecen. (Regodeándose)


 


Escena VI


No muy lejos de allí se encontraba el cocodrilo caminando hacia el río Tigris


Cocodrilo: - Hoy no he visto ni a la Pantera , ni al elefante ni al oso hormiguero, así que me voy yo solo al río a ver si hoy puedo encontrar un hueco y bañarme tranquilo. - Últimamente noto que los parásitos que eran antes mis inofensivos compañeros, ahora pican de lo lindo. Verás como los vea el Buen Dios.


La Serpiente : - ¡Mira cocodrilo!, - ¡mira cuantos animales están dentro del río Tigris! Y el río Eúfrates, está igual o mejor. Tú que buceas tan bien, que eres el mejor buceador de todo el paraíso, lo tiene a tiro para zamparte al que quieras con total impunidad. ¡Mira! ¡Mira cuantos Ñus van a cruzar el río! - Son tan tontos que siempre lo hacen por el mismo sitio y en las mismas fechas y son un manjar. Yo te lo garantizo. Ahí tienes comida segura para ti y para tus congéneres. No te cortes, a por ellos.


El Cocodrilo: - Pero eso no lo puedo hacer si lo hago el Buen Dios me expulsará a mí y a toda mi familia.


La Serpiente : - ¿Y cómo lo va a saber? ¡Eh! Si tú te los vas a zampar debajo del agua, nadie te verá, ni siquiera el Buen Dios que no sabe bucear.


El Cocodrilo: (Cada vez más decidido) – Hombre, visto así. La verdad, es que ya estoy harto de castañitas, algarrobas, manzanitas pasadas y maíz, demasiado maíz.   


  -Todo eso se me queda en un diente.


La Serpiente (Insistiendo) – Pues por eso, tonto. Ahora es tu oportunidad. ¡Adelante!


El Cocodrilo: (Introduciéndose lentamente en el agua) - ¡Caramba, qué fría está! Aquí no se ve nada, con el jaleo que arman esos Ñus,  han revuelto el fango del fondo y no veo nada. -Allí parece que veo unas patas. ¡Caray! No eran patas, eran algas fétidas. Me iré para el otro lado.


La Serpiente : - Venga ya los tienes; ahí delante de ti. ¡Estás cegato! - Abre tu bocaza y trinca de una vez a ese Ñu que tienes delante.


El Cocodrilo: - ¡Caramba! Esto es más difícil de lo que yo creía. Ya me han atizado diez coces y veinte topetazos y aún no he podido comerme ni a  uno solo. (Pausa) -  Hombre, por fin, gracias a que éste se ha resbalado, lo he podido atenazar con mis poderosos dientes. ¡Ya no te escapas! ¡Qué rico está! ¡Cómo le crujen los huesecitos! ¡Y este riñoncito  está exquisito! ¡Lo qué nos hemos perdido durante la eternidad!


La Serpiente : (Muerta de risa) - Je, je. Tú si que has caído. A otro que le van a sacar tarjeta y expulsión. ¡¡¡Qué mala soy!!! (Se va frotándose las manos)


Se oscurece el escenario, mientras se retiran los animales y entra el Narrador II


 


 


 


 


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Escena VII


Narrador II: (Dirigiéndose al público) - Y así, la serpiente fue tentando a todos y a cada uno de los animalitos del Paraíso Terrenal, sin quedar ni uno.


- De repente todo el paraíso terrenal. Se quedó a oscuras. ¿Qué había pasado? ¿El Buen Dios no había pagado la factura de la luz? ¡No! Nada de eso, se había producido un eclipse de Sol; el primer eclipse de Sol de la historia,  y como los animalitos no sabían que era eso, pues se asustaron muchísimo, y se  escondieron rápidamente  en sus cuevas, nidos o madrigueras. En ese preciso instante se oyó la voz profunda del Buen Dios:


El Buen Dios: (Voz en off) - ¿Dónde estáis? (Formando eco) - ¿Dónde estáis?, estáis, tais, tais ¿Por qué os escondéis? Escondéis, escondéis, deis, deis  ¡Decidme por qué no os levantáis! Levantáis,  tais, tais


Todos los animalitos: (Canturreando la canción de Mecano, mientras se levantan perezosamente con posturas exageradas) (Un verso cada animalito)


Hoy no me puedo levantar,

el fin de semana me dejo fatal.

Toda la noche sin dormir,

bebiendo, comiendo y sin parar de reír

hoy no me puedo levantar.


Nada me puede hacer andar,

no sé que es lo que debo hacer.

Me duelen las piernas, me duelen los brazos, me duelen los ojos, me duelen las manos.

Hoy no me puedo concentrar


 


El Buen Dios: (Sale al escenario e interrumpe la canción) - ¿Cómo qué no os podéis levantar?  El que tiene cuerpo para juergas y cachondeos, lo debe tener para arrimar el hombro al día siguiente. Así que andando; todo el mundo en pie o mando a mis Ángeles guardianes a por vosotros.


Todos los animales: ((Lanzando imprecaciones) - ¡Jo, que fastidio! ¡Con lo bien que se estaba en la madriguera! ¡Qué querrá ahora!


El Buen Dios: -Os he reunido aquí a todos porque me faltan animales; hoy mismo mis ángeles, que son los que llevan mi contabilidad, han hecho el balance y no les cuadra; Faltan más de ochenta animalitos en el paraíso. Así que “largando” venga. ¿Dónde están? ¿Dónde los habéis escondido? O mejor dicho ¿Quiénes se los han comido? Porque no pueden desaparecer sin más.


El Cocodrilo: (Mirando para otro lado y soltando la frase). – A lo mejor se han escapado, a lo mejor estaban hartos del Paraíso Terrenal, a lo mejor se han cansado de vivir eternamente. (Disculpándose). – No lo digo yo, son murmuraciones del Paraíso. -Lo han dicho también en el programa “Sucedió aquí” del programa “El Paraíso en directo”


El Buen Dios: - ¡Sí eh! Con tal de mentir, no sabes que inventar, cocodriliano. ¿Desde cuándo tenemos una televisión en el Paraíso, eh? (Pausa) Así ¿qué esas tenemos? Pues el que quiera marcharse que se marche, pero que sepa que luego no puede volver a entrar.


La Serpiente : (Muy respetuosa y pelotillera) - ¡Señor, Señor! Yo creo haber visto algo.


El Buen Dios: - ¿Tú? ¿Qué has visto dime? De ti no me fío ni un “ pelo” de mi cabeza.


La Serpiente : - Bueno ese secreto tiene un precio señor.


El Buen Dios: (Escamado) - ¿Un precio? ¿Qué precio? ¡Habla!


La Serpiente : (Jactándose) -Me nombraréis Reina de la Creación


La Jirafa (Dirigiéndose al elefante) – Ya te decía yo que esta tenía muchas pretensiones.


El Buen Dios (Medita durante unos segundos) - ¡Esta bien! ¡Concedido! Dime lo qué sabes.


La serpiente: - Pues que en tu maravilloso paraíso, que no es tan maravilloso, se han cometido varios crímenes, mejor dicho muchos crímenes, tantos crímenes que todos estos animalitos son unos criminales.


Todos: - (Abuchean a la serpiente y la llaman “chivata”)


El Buen Dios: (Con cara de espanto) - Eso no puede ser, Yo lo sabría.


La Serpiente : - Pues no te has enterado ni del NODO.


El Buen Dios: - Está bien Habla. ¿Qué crímenes se han cometido?


La Serpiente : - Bueno pues (titubeando) -¿Por quién empiezo? Bueno empezaré por la pantera, por tu pantera favorita que se comió a una cebra. ¿Qué te parece?


Todos los animales: (Exclamando y mirando a la pantera) - ¡oooh!


La Pantera : - ¡Chivata! ¡Acusica! ¡Arrastrá! Que eres una arrastrá.


El Buen Dios: -¿Quién más? ¡Habla!


La Serpiente : - También ese ser tan inteligente que creaste, la araña, se zampó a la mosca, a la mariquita y a todas las mariposas que pasaban por allí. A todas de un solo bocado.


Todos los animales: (Exclamando y mirando a la araña) - ¡oooh!


La Araña : --  ¡Chivata! ¡Acusica! ¡Arrastrá! Que eres una arrastrá.


El Buen Dios: (Indignado) -¡Continúa!


La Araña : - Podría contarte muchos casos, pero ya sólo me referiré al cocodrilo, sí ese que se pasa la eternidad llorando sin saber porqué. Ese ser inocente que arrastra su enorme panza por el suelo. Ése se comió a un despistado Ñu que pasaba por allí. Lo atacó a traición escondiéndose en el fondo del río.


 


Todos los animales: (Exclamando y mirando al cocodrilo) - ¡oooh!


El Cocodrilo: - ¡Chivata! ¡Acusica! ¡Arrastrá! Que eres una arrastrá.


El Buen Dios: -¡Esto es increíble! Cada uno ha utilizado las cualidades que yo les concedí: la astucia, el ingenio, la sagacidad,  para lo malo, únicamente para lo malo.


- Está bien, tenéis hasta la puesta de Sol, para recoger vuestros bártulos y largaros de aquí todos inmediatamente; si no lo hacéis, mandaré a mis Ángeles, para que os echen del Paraíso a patadas. ¡Vamos, ya estáis tardando!


La Serpiente : - Mi Buen Dios y yo,  - ¿cuando empezaré a reinar en tu Paraíso?


El Buen Dios: - Reinarás, como te prometí, pero lo harás en el reino de los animales inmundos y despiadados, donde habitan los traidores. ¿Es qué crees que no sé lo que hiciste el último verano?


La Serpiente : - Cumplir mi oficio de tentador


El Buen Dios: -Por eso, por eso. Tentaste a los humanos y aunque te eché una buena bronca y te dije que no se volviese a repetir. Tú ¡hala! En cuanto has tenido ocasión ¡A tentar se ha dicho! Y además a lo bestia. Antes eras al menos un poco más sutil. Así que todos fuera.


El Buen Dios saca un pequeño micrófono y da la orden.


El Buen Dios:- ¡Ángeles! Cumplid la misión (Como si llamara a los Ángeles de Charlie)


Tres Ángeles: - ¡A sus órdenes, señor! -(Se retiran como si fueran a buscar a los animales que deben regresar con ellos) -


Todos los animales: (Exclamando) - ¡Vaya fastidio! ¡Con lo bien que vivíamos aquí! Y todo por la chivata esa. ¡Ojalá se quede sin patas para el reto de su vida!


Narrador II: - Y dicho y hecho, la serpiente,  perdió las cortas patas que le sevían para caminar de prisa; el resto de su vida lo tendría que hacer arrastrando su panza por el suelo.


Todos los animales van saliendo con grandes sollozos y exclamaciones del escenario. La última en salir debe ser la serpiente, que lo hará arrastrándose por el suelo. Detrás de ella,  dos ángeles, harán gestos como que cierran la puerta de un castillo (Sería bueno utilizar un efecto del sonido de una cerradura vieja y herrumbrosa)


 

Escena VIII


Epílogo


Narrador II: - Y esto es todo, señoras y señores; los animales también sucumbieron a la tentación de la malvada serpiente, la culpable de todos los males que aquejan a los seres vivos. Al salir del Paraíso Terrenal, todos los animales vivieron el tiempo que la naturaleza tenía estipulado para cada especie, según las leyes del Buen Dios.


Narrador I: (Subiendo de nuevo al escenario) -Bueno, basta ya, basta ya de tanta patraña. ¿Cómo hemos podido oír tanta estupidez? En primer lugar ¿Qué es eso de qué los Ángeles custodios se les quemaban las manos? En segundo lugar ¿Cómo es que el Buen Dios no se enteraba de lo que pasaba en su Paraíso si Dios lo ve todo? Y en tercer lugar ¿Cómo es que la serpiente habitaba entre los árboles del paraíso, si Dios la maldijo por lo que había hecho con los humanos y también había sido expulsada?


Narrador II: -¡Todo tiene explicación! ¡Todo tiene explicación! La serpiente, se había vuelto a colar en el Paraíso porque era muy astuta. Los dos Ángeles guardianes custodiaban el Paraíso, sí, pero al menor descuido ¡Zas! Gol por toda la escuadra.


Narrador I: -¡Imposible! ¿Con qué gol por toda la escuadra, eh? -Yo te voy a dar a ti gol por toda la escuadra. Haber, enséñame tus credenciales.


Narrador II: -¿Qué credenciales?


Narrador I: - En primer lugar, enséñame el nombre de la editorial o grupo periodístico al que perteneces.


Narrador II: (Poniendo cara de asombro) - yo, yo, yo, etc. (Titubeando)


Narrador I: Sí hombre, sí. Editorial Anaya, Diario 16, el grupo PRISA, etc. Tú ya me entiendes, La revista HOLA, SEMANA…


Narrador II: Pues no sé. Creo que al grupo editorial “El no va más”, je, je


Narrador I: ¡Qué gracioso! ¿Cómo se titula la colección de libros que representas?


Narrador II: Se titula,  La historia interminable


Narrador I: ¡Pues así os van las cosas, sin poderlas terminar! ¿Tú sabes a quién represento yo?


-Pues yo represento ni más ni menos que a la Biblia. ¡Enséñame la tuya. (La observa detenidamente) ¡Ya lo sabía yo: APÓCRIFA!


Narrador II: (Poniendo cara de asombro) ¿Apo qué?


Narrador I: - Apócrifa, es decir falsa, más falsa que un billete sin estampas. Mira la mía. ¿Qué pone ahí? LA BÍBLIA , SAGRADAS ESCRITURA. (Presumiendo)


Narrador II: - Bueno ¿Y qué? Eso también lo puedo poner yo, pero ¿Y el libro eh? En qué libro cuenta la historia verdadera?


Narrador I: -¡Mira! Aquí, ¡Berzotas, aquí! Léelo tú mismo, ignorante.


Narrador II: (Leyendo) GÉNESIS. Aquí pone “Génesis”


Narrador I: Efectivamente. En el Génesis viene toda la narración que el Buen Dios nos quiso transmitir. ¿Qué título pone en la tuya? ¿Y el autor? ¡Dime! ¿Quién es el autor de tu historia?


Narrador II: Pues pone. Espera que no me he traído las gafas de ver de cerca; Creo que pone: La historia envidiable o la historia inevitable, ¡Ah no! La historia interminable. Y el autor, creo que pone: Michael Andreas Helmut Ende ¿Y en el tuyo?


Narrador I: ¡Ah, listo! En mi historia el autor, está bien clarito y además es bien conocido. Se llama, o mejor dicho, se llamaba Moisés. ¿Te suena? A  qué sí, no como el tuyo, que no lo conoce ni su padre.


Narrador II: -Sí, algo me suena. Fue el primer navegante ¿no?


Narrador I (Poniendo cara de incredulidad) -¡Con qué, navegante, eh!


Narrador II: -Sí, navegó en una cesta de mimbre, pero por poco tiempo porque  lo cogió una princesa que se enamoró de él.


Narrador I: -Está visto que no tienes ni idea. Moisés, fue el autor del libro del Génesis, so mameluco. ¡Anda quítate de mi vista, y no vuelvas a pecar! Digo a dudar.


Narrador II: (Se retira, con las manos en posición de oración y pidiendo perdón al Narrador I) -¡Perdón, perdón, perdón!…


Narrador I: Sí, disculpen a ese ignorante. Todo lo que os ha contado es una patraña; os ruego que lo perdonéis.


-La verdadera historia es la que yo os he contado. (Se queda escuchando como si le hablaran por un audífono) - ¡Ah perdón!, me dicen por el pinganillo, que yo no he contado ninguna. ¡Perdonad!, esta memoria mía,  va de mal en peor. Bueno la que yo os iba a contar, seguro que la sabéis todos, así que para que os la voy a repetir. Leeros eso del paraíso, Adán y Eva, la manzana, la serpiente, Caín, Abel y todo lo demás y si lo ordenáis todo debidamente, seguro que comprenderéis la historia.


- Yo por mi parte, me voy a descansar, que ya me he cansado bastante con ese ignorante.


(Se va discutiendo con una imaginaria serpiente) – Qué te digo que no! ¡Qué mi jefe se daría cuenta! ¡Ya!  ¡Ya sé! qué sólo son unos cuantos euros, pero que yo no me pringo por tan poco, ¡tía!


¡Será pesá la serpiente ésta! ¡Qué lleva todo el día detrás de mí!. ¡Ya te podías haber quedado en el Paraíso para siempre, guapa!


 

(Se cierra el telón)


FIN





3 - obra de teatro


EL CASERÓN DEL MIEDO


Autor: Ignasi García Barba



PERSONAJES

ANA

MARGA

MERCHE

BEA

JAVI

JORGE

MANU

LUIS

SARA




La acción tiene lugar en el vestíbulo de una casona abandonada en estado ruinoso. Está muy oscuro. Hay polvo y telarañas por todas partes. Las paredes, desnudas. Hay muebles esparcidos por aquí y por allá, en bastante mal estado: sillas, mesas, cómodas y objetos diversos que dan al lugar un aspecto tétrico e inquietante. En el centro del escenario, una alfombra vieja y mohosa.

De repente se oye el ruido de una puerta al abrirse. A continuación, murmullos ininteligibles. Después, silencio. La escena se ilumina con luces de linterna procedentes de la izquierda del escenario. A continuación tiene lugar el siguiente diálogo, aún fuera del escenario.



ANA (desde fuera del escenario) - ¿Por dónde vamos?

BEA (desde fuera del escenario, asustada)- Yo me voy

MARGA (desde fuera del escenario)- No lo sé. ¿Tú por dónde quieres ir?

BEA (desde fuera del escenario)- Oye, que os digo que me voy.

ANA (desde fuera del escenario)-  Miremos por allí, a ver qué hay.

BEA (desde fuera del escenario, gritando)- ¿¿Es que no me oís?? ¡¡Me quiero ir!!

TODAS (desde fuera del escenario)- ¡¡Chhist!!

MERCHE (desde fuera del escenario) - No hace falta que grites.

BEA (desde fuera del escenario)- Es que no me hacéis caso.

MARGA (desde fuera del escenario)-  Echemos un vistazo por allí.

 

Entran en escena por la izquierda ANA, BEA, MERCHE y MARGA. Detrás de MERCHE, se esconde BEA, que mira asustada hacia todas partes. Todas llevan mochila y una linterna encendida.

 

MERCHE- Este sitio podrá servir.

ANA- ¿Estás segura?

MERCHE- ¡Es perfecto! Es… grande, hay espacio. Y hay una mesa. Cabemos todas y hasta podremos comer sentadas, mira, ahí hay sillas.

BEA- A mí no me gusta.

MARGA- A mí me gustaría estar más cerca de la puerta.

BEA- Eso, eso, más cerca de la puerta.

ANA- ¿Tenéis miedo?

MARGA- ¿Miedo? ¡Pero qué dices! Lo que pasa es que aquí… no hay ventilación. Y hay mucho polvo.

MERCHE- La verdad es que se nota que hace años que nadie pasa un trapo.

MARGA- ¿Y si hay un incendio? Fijaos en todos estos muebles. Cuanto más cerca estemos de la puerta, mejor.

ANA- Estás muerta de miedo, reconócelo.

MARGA- ¡No es verdad!

ANA- Entonces nos quedaremos aquí.

 

(Pausa. ANA y MARGA se miran, como retándose)

 

MARGA- Vale.

 

MARGA se quita la mochila, la deja en el suelo, la abre y busca algo en su interior.

 

BEA- Pues yo sí tengo miedo.

ANA- ¡Pues haberlo dicho antes, guapa! Decidimos que vendríamos a pasar aquí la noche, lo decidimos juntas, ¿ya no te acuerdas? ¡Pues ahora te fastidias! Y si no te gusta, lárgate de la pandilla.

MERCHE- No hace falta que le hables así.

ANA- ¡Es que estoy harta! Desde que hemos llegado al bosque no ha dejado de dar la brasa.

MERCHE- Tú no eres quién para decirle que se vaya de la pandilla.

ANA- ¿Pero es que no lo ves? ¡Está cagada de miedo!

MERCHE- Vale, a lo mejor tiene miedo. Pero ha venido, ¿no? Tiene miedo pero aún así está dando la cara, eso sí que es ser valiente. (Mirando a BEA) Ella sabe que si estamos juntas no nos pasará nada, tenemos que confiar las unas en las otras. Ella confía en nosotras y sabe que no le fallaremos, por eso se quedará. (Se acerca a BEA) Te quedarás, ¿verdad?

BEA (después de pensarlo unos instantes)- Sí.

 

MERCHE le quita la mochila y la deja en el suelo. Después hace lo mismo con su propia mochila. MARGA saca de su mochila un saco de dormir y lo extiende en el suelo. Las otras la imitan.

 

MARGA- ¿Y ésos? ¿Dónde se habrán metido?

ANA- Es verdad, ya deberían estar aquí.

MERCHE- ¡Cuánta porquería!

MARGA- A lo mejor están en el piso de arriba.

ANA- No vendrán. Ellos mucho bla, bla, bla pero ya veréis cómo al final se rajan, así que a lo mejor no hace falta ni que saquemos los sacos de dormir.

MERCHE- No creo que están en el piso de arriba, oiríamos pasos.

BEA- ¿Tú crees?

ANA (a MERCHE)- ¿Y tú cómo lo sabes?

MERCHE- Pues porque esta casa es muy vieja. El techo es de madera. Y como la madera es vieja, al andar seguro que cruje.

MARGA- ¿Qué tal si vamos a comprobarlo? Que ellos están arriba, digo.

ANA- Si tú quieres…

BEA- ¡Un momento!

MARGA- ¿Qué pasa?

BEA- Creo que he oído algo.

ANA- ¿Dónde?

BEA (señalando el techo)- Ahí.

ANA- ¿Seguro?

MERCHE- Pues vamos a verlo.

MARGA- Seguro que son esos atontaos. Yo voy por ahí. (señala la izquierda)

ANA- Pues yo digo que esos se han rajado y no vienen, pero si queréis vamos a echar un vistazo, yo voy por ahí (señala la derecha) ¿te vienes, Merche?

MERCHE- Vale.

ANA- ¿Y tú, Bea?

BEA- ¿Estás loca? Yo no me muevo de aquí.

ANA- Pues tú verás.

 

Salen todas por el lado que han escogido, excepto BEA, que se queda sola. Se oye un crujido.

 

BEA- ¡Esperad, no me dejéis sola! ¡Marga! ¡Margaaa!

 

Sale corriendo por la izquierda. El escenario vuelve a permanecer casi a oscuras. Pausa. Se oye el ruido muy débil de una puerta al abrirse. Ruido de corriente de aire. A continuación se oyen pasos. De repente se enciende una cerilla. Vemos de forma muy difusa las siluetas de JORGE y MANU - y quizá también su cara- que entran por la izquierda y avanzan con precaución por el escenario. De repente se oye a alguien golpeando tímidamente una puerta. A continuación entra por la izquierda JAVI. Los tres llevan mochilas. MANU es más pequeño que ellos.

 

JORGE (a JAVI, mosqueado)- ¿Pero tú eres tonto o qué?

JAVI- ¿Qué pasa?

JORGE- ¿Por qué llamas a la puerta?

JAVI- Yo que sé… Por si hay alguien.

JORGE- ¿Quién quieres que haya? ¿Los espíritus de los muertos?

MANU- ¡No digas chorradas!

JORGE- Tú te callas.

MANU- No me da la gana.

JAVI- Se me ha ocurrido que a lo mejor estaban aquí dentro y que si llegábamos así, de repente, a lo mejor se asustaban.

JORGE- ¿Quién?

JAVI- Pues… las chicas.

JORGE- ¡Pero mira que eres plasta! ¡Te digo que ésas no van a venir!

JAVI- Ya, pero, ¿y si han venido?

JORGE- Mira, paso, no quiero discutir contigo. Venga, las linternas.

 

El escenario se ilumina ligeramente con la luz de sus linternas.

 

MANU- Pues yo estoy con Javi, a mí no me gustaría que de repente entrara alguien y me diera el susto de mi vida.

JORGE- Yo no me asustaría.

MANU- Ya.

JORGE- ¡Te digo que no me asustaría! Además, seguro que esas pavas se rajan y no aparecen.

JAVI- ¿Y tú cómo lo sabes?

JORGE- Ya verás.

MANU- Pues yo digo que sí van a venir.

JORGE- Tú te callas, piltrafilla.

MANU- ¡Oye!

JAVI- Tío, no le hables así.

JORGE- Es verdad, es un piltrafilla. Pero tiene suerte de que yo soy su hermano, y  le voy a enseñar a ser un tío hecho y derecho como yo.

MANU- Pues antes que parecerme a ti, prefiero seguir siendo un piltrafilla.

JORGE- ¡Manu, te estás pasando y te voy a...!

JAVI (interrumpiendo a Jorge y enfocando con su linterna las mochilas de las chicas)- ¡Eh, mirad!

 

Los tres enfocan las mochilas de las chicas con sus linternas. Pausa.

 

JAVI- Pues han llegado ellas antes.

MANU (a JORGE)- ¡Toma! ¿Ves como tenía razón?

 

MANU se echa a reír.

 

JORGE- ¿Se puede saber qué te hace tanta gracia?

MANU (riendo)- ¿A mi? Nada. ¡Si yo estoy muy serio!

JORGE- A lo mejor no son sus mochilas, Javi.

JAVI- ¿Y de quién van a ser, si no?

JORGE- Pues… (intenta buscar otra explicación pero no la encuentra)

JAVI- Tenemos que reconocerlo, Jorge: han venido y además han llegado antes que nosotros. No lo vamos a tener tan fácil como pensábamos.

MANU -  ¿Y ahora qué?

JORGE- Pues nos va a tocar pasar la noche aquí con ellas.

MANU (algo asustado)- ¿En serio?

JAVI- ¡Pues claro! Hasta que una de las dos pandillas se raje y salga por patas.

MANU- Pues ojalá se rajen pronto, porque este sitio no me gusta nada.

JORGE- ¿Tienes miedo?

MANU- ¿Yo? ¡Qué va!

JORGE- Mejor, porque nosotros tampoco tenemos, ¿verdad, Javi?

JAVI- ¿Dónde se habrán metido?

JORGE- Ni idea.

JAVI- A lo mejor están arriba.

MANU- ¿Tú crees?

JAVI- A lo mejor están inspeccionando la casa. Y las casas antiguas siempre se empiezan a inspeccionar por arriba.

MANU- ¿Y tú como lo sabes?

JAVI- Siempre se empieza por el desván, es donde están las cosas más interesantes: baúles con recuerdos, fotos, muebles, trastos…

JORGE- Aquí también hay muebles.

JAVI- Seguro que en el desván hay más cosas. Y más interesantes.

MANU- ¿Y para qué quieres ir allí?

JAVI- Para ver el sitio donde viven los fantasmas de la casa.

JORGE- ¿Fantasmas?

MANU- ¿Qué pasa, Jorge? ¿Tienes miedo? ¡A ver si vas a ser tú el piltrafilla!

JORGE- Cállate, enano.

MANU (burlón, con cantinela)- ¡Jorge tiene miedo, Jorge tiene miedo!

JORGE (amenazador)- Que te doy, ¿eh?

JAVI- ¿Queréis dejar de pelearos? Tenemos que ser respetuosos y estar muy al loro. A los fantasmas no les gusta que la gente se pelee en su casa. Quieren descansar en paz.

JORGE- ¡Vaya chorrada! Yo no creo en fantasmas.

MANU- Pues yo sí.

JORGE- ¿Ah, sí? ¿Y desde cuándo?

MANU- No te importa.

JAVI- Son almas en pena.

JORGE- ¿Qué quieres decir?

JAVI- Que sus almas no pueden descasar en paz por culpa de algo terrible que hicieron cuando estaban vivos. Así que no les metáis más pena en el cuerpo y no os peleéis aquí.

JORGE (burlón)- Ya, pobrecitos. No sigas, Javi, me vas a hacer llorar.

JAVI- Menos cachondeo, que va en serio.

 

Se oye un crujido de madera en el techo. Silencio.

 

MANU (asustado)- Ha sonado en el techo.

JAVI- ¿Lo veis? Ya se han mosqueado.

JORGE- Ahí arriba hay alguien.

MANU- ¿Qué hacemos?

JAVI- No lo sé.

MANU- ¿Nos vamos?

JORGE-¡Pero qué dices! Seguramente son las pavas ésas.

JAVI- ¿Y si son los fantasmas?

JORGE- ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo?

JAVI- ¡No! Pero un fantasma mosqueado puede ser peligroso.

JORGE- El que no sea un cagao, que me siga.

 

Inicia una salida por la derecha. Se detiene en el extremo derecho del escenario.

 

JORGE- ¿Venís o qué?

 

MANU y JAVI se miran. Finalmente van hacia él y los tres salen por la derecha. Pausa. Se oye un débil aullido, que podría ser provocado por el viento. De repente se ven luces procedentes de la izquierda del escenario. El siguiente diálogo tiene lugar fuera de escena)

 

BEA (desde fuera del escenario, asustada)- ¿Qué ha sido eso?

MARGA (desde fuera del escenario, nerviosa)- No lo sé.

BEA (desde fuera del escenario, asustada)- ¿Tú también lo has oído?

MARGA (desde fuera del escenario, nerviosa)- Aquí hay alguien.

BEA (desde fuera del escenario, asustada)- ¡Ay, no digas eso!

 

Se ven luces de linterna procedentes de la derecha del escenario. El siguiente diálogo también tiene lugar fuera de escena:

 

MANU (desde fuera del escenario, asustado)- Era como… como…

JAVI (desde fuera del escenario, nervioso)- Sí, como una especie de aullido.

MANU (desde fuera del escenario, asustado)- ¿Tú también lo has oído?

JORGE (desde fuera del escenario, nervioso)- ¿De dónde venía?

JAVI (desde fuera del escenario, nervioso)- No lo sé, creo que de ahí, pero no estoy seguro.

JORGE (desde fuera del escenario)- Pues si hay alguien, le encontraremos.

 

BEA y MARGA entran por la izquierda andando hacia atrás y enfocando sus linternas hacia el lateral izquierdo. JORGE, JAVI y MANU entran por la derecha andando hacia atrás y enfocando sus linternas hacia el lateral derecho. Finalmente sus espaldas chocan, se asustan y gritan. Se les caen las linternas al suelo y las recogen a toda prisa. Finalmente se reconocen.

CHICOS- ¡Vosotras!

CHICAS (al mismo tiempo que los chicos)- ¡Vosotros!

MANU- ¡Ostras, qué susto!

BEA- ¡Ya te digo!

JORGE (chulito)- Eh, eh, nosotros no. Aquí las únicas que se han asustado habéis sido vosotras.

 

BEA, de puro nerviosismo, empieza a soltarle mamporros a JORGE persiguiéndolo por todo el escenario.  JORGE se protege, sin devolverle los golpes.

 

BEA- ¿Y qué esperabas? ¡Nos habéis dado un susto de muerte! ¡A mí por poco me da un infarto! ¿Es que no sabéis llamar a la puerta antes de entrar?

JAVI- ¿Ves lo que te decía, Jorge? Hay que llamar.

JORGE (esquivando los golpes como puede)- ¿Te quieres estar quieta, niña?

BEA- ¡No me da la gana!

MANU- Oye, deja en paz a mi hermano.

MARGA- ¡Bea, para ya!

 

BEA, a pesar de que sigue enfadada, deja de golpear a JORGE. Pausa.

 

BEA (abrazando a MARGA, llorosa)- Estoy muy asustada.

JAVI- Menuda histérica.

MARGA- No te pases. Todos nos hemos asustado.

JAVI- Pero ella se ha puesto como loca.

JORGE- Está cagada de miedo.

MARGA- No es verdad.

BEA- Sí es verdad. Estoy muerta de miedo. (Se echa a llorar) Lo siento, me gustaría ser más valiente. Pero no puedo. (a MARGA) Os estoy dejando en ridículo.

MARGA- No digas eso.

MANU- Yo también tengo miedo.

JORGE- ¿Pero qué dices?

MANU- Es la verdad. A ver si ahora esta pobre va a pensar que es la única.

JAVI- Manu, no tienes por qué ayudarla. Fueron ellas las que se pusieron chulas y nos retaron a pasar aquí la noche. Y encima se reían porque decían que no seríamos capaces.

JORGE- Y no es de nuestra pandilla.

MANU- ¿Y qué? (a BEA) ¿Sabes qué me hacía mi madre cuando era pequeño y me portaba mal?

JORGE- Manu…

MANU- ¿Qué pasa?

JORGE- ¡Que no lo cuentes!

MANU- ¡Lo contaré si me da la gana! (a Bea)- Me encerraba en una habitación oscura. No mucho rato, sólo cinco o diez minutos, pero con eso ya hay de sobra para cogerle miedo a la oscuridad. Una vez mi madre me dejó ahí media hora porque la llamaron por teléfono y se olvidó de mí.

JORGE- ¡Vale ya, Manu!

MANU- ¡No quiero! ¡Tú, cuando hacías algo malo  te escondías bajo la cama y no salías hasta que a mamá le pasaba el cabreo!

JAVI- ¿Y tú por qué no te escondías bajo la cama?

JORGE (a Javi, mosqueado- ¡Eso, tú hazle hablar!

JAVI- ¿Qué pasa? ¿No puedo preguntar?

MANU- Él no dejaba que me metiera. Decía que entonces mamá también le vería a él y nos encerraría a los dos en la habitación.

JORGE- Pero esa vez de la media hora fui yo el que te abrió la puerta para que salieras.

MANU- Claro, porque mamá estaba colgada al teléfono en la otra punta del piso y sabías que no te pillaría.

MARGA- Bueno, bueno, no hace falta que os peleéis.

BEA- Gracias por contármelo, Manu.

MANU- De nada.

JAVI- ¿Entonces habéis sido vosotras las que habéis hecho el aullido ése?

MARGA- ¿Nosotras?

JAVI- Sí (Pausa. Se miran) ¿No habéis sido vosotras? (Silencio)

BEA- ¡Ay, madre!

MARGA- Nosotras no hemos hecho nada. Pensábamos que habíais sido vosotros.

MANU- ¡Ay, madre!

JORGE- Pues no, no hemos sido nosotros.

 

Pausa. Todos se miran inquietos y empiezan a mirar a su alrededor.

 

MARGA- A lo mejor han sido Ana y Merche.

JORGE- ¿También han venido?

MARGA- Sí. Se han ido por ahí. (Señala la derecha)

JAVI- Pero nosotros veníamos precisamente de allí.

JORGE- Sí, y no hemos visto nada.

MARGA- ¿Habéis subido al piso de arriba?

JORGE- No.

BEA- Pues ellas querían ir al piso de arriba.

JORGE (a Javi)- ¿Lo ves? No eran fantasmas.

MARGA- ¿Fantasmas?

BEA- ¡Ay, madre!

JORGE- Es que Javi ha oído un ruido en el piso de arriba y ha dicho que eran los fantasmas de la casa. Dice que hemos mosqueado a las almas en pena.

MARGA- ¿En serio?

JAVI- Sí. Y puede ser muy peligroso.

MARGA- ¡Venga ya!

JAVI- Sí, sí, tú ríete. Pero todos hemos oído un aullido y ninguno de nosotros lo ha hecho.

 

Pausa breve

 

TODOS (menos JAVI)- ¡Ay, madre!

MANU- A lo mejor deberíamos irnos.

BEA- No sería mala idea, yo ya hace rato que lo digo.

JORGE (desde el extremo derecho del escenario)- ¡Os digo que no son fantasmas! ¡Pero si aquí no hay nadie! ¡A ver si os enteráis! ¡Nadie!

 

Entra MERCHE por el extremo derecho del escenario.

 

MERCHE- Hola.

 

JORGE grita, asustado, y se aparta de un salto. JAVI, MANU, MARGA y BEA ríen. Detrás de MERCHE llega ANA.

 

MERCHE- ¿Qué pasa?

MARGA- Nada, que Jorge estaba diciendo que aquí no había nadie...

BEA- Y de repente apareces tú y.... Es que me parto.

JORGE- Bueno, ya vale con el cachondeíto, ¿no?

MERCHE- Perdona, no quería asustarte.

JORGE- No me has asustado.

ANA (a los chicos)- ¿Cuándo habéis llegado?

JAVI- Hace un rato. ¿Es éste el sitio que habéis escogido para pasar la noche?

ANA (desafiante)- Sí, ¿qué pasa?

JORGE- ¿No hay un sitio mejor?

ANA- Si quieres sube arriba y míralo.

JORGE- Eh, eh, conmigo no te pongas chulita, ¿vale?

ANA- Yo me pongo como me da la gana.

MERCHE- Ana...

ANA (a JORGE)- No tienes narices para subir tú solo, ¿verdad?

MERCHE- Ana, no empieces.

JORGE (a ANA)- ¡Pues claro que tengo!

 

JORGE va a salir por la derecha pero MERCHE lo detiene.

 

MERCHE- No pierdas el tiempo, aquello es muy grande, pero las habitaciones son muy pequeñas, no cabríamos todos.

MARGA- ¿Quieres que durmamos todos en el mismo sitio?

MERCHE- No sé... Será más seguro, ¿no?

ANA- ¿En serio pretendes que durmamos con estos idiotas al lado?

MERCHE- Así les controlamos. Imagínate que en mitad de la noche, aprovechando que estamos dormidas, se quieren ir a casa con su mamá porque están muertos de miedo.

JORGE- ¿Pero qué dices?

JAVI- ¿Cómo quieres que nos vayamos? ¡Perderíamos la apuesta!

JORGE- Paso de vosotras, nosotros nos vamos al piso de arriba. (a Manu y Javi) Vamos, chicos.

JAVI- ¿Y sin son ellas las que se largan en mitad de la noche aprovechando que nosotros estamos arriba?

JORGE (pensativo)- Tienes razón. Mejor nos quedamos y así las vigilamos.

ANA (burlona, a Jorge)- Espero que no ronques.

JORGE burlón, a Ana)- Y yo que tú no te tires pedos.

ANA (mosqueada)- ¿Serás...?

MERCHE- ¡Bueno, vale ya! Preparadlo todo deprisa, a ver si se les van a acabar las pilas a las linternas.

 

(JORGE, MANU y JAVI se quitan las mochilas y las dejan en el suelo. Sacan el saco de dormir y los extienden en el suelo.)

 

BEA (a Manu)- ¿Y tu padre no hacía nada?

MANU- ¿Cuándo?

BEA- Cuando tu madre te encerraba en la habitación a oscuras.

JORGE (que ha estado pendiente de la conversación) – Mi padre no podía hacer nada porque se había tenido que ir a la guerra con los demás. Por eso mi madre estaba tan nerviosa. Pero cuando la guerra terminó papá volvió a casa y todo volvió a ser como siempre, ¿verdad, Manu?

MANU- Sí.

BEA- Mi padre también fue a la guerra. Le dieron una medalla y todo.

MANU- ¿Ah, sí?

BEA- Sí. Mi madre dice que fue muy valiente y que mató a muchos enemigos.

MANU- ¿Y en qué bando estaba?

BEA- No sé. ¿Eso es importante?

MANU- En las guerras siempre hay dos bandos.

BEA- ¿Cuáles?

MANU- Pues... el de los buenos y el de los malos.

BEA- Mi padre seguro que luchaba en el de los buenos.

 

Además de los sacos, todos empiezan a sacar otras cosas de las mochilas: cepillo y pasta de dientes, cantimploras, mantas, etc.)

 

MARGA (a ANA y MERCHE)- ¿Habéis encontrado algo interesante?

MERCHE- Nada. Todo está hecho polvo. Y muy sucio.

ANA- La madera del suelo está medio podrida. Ha habido un momento en que ha crujido tan fuerte que pensábamos que el suelo se iba a hundir.

MERCHE- Pero es muy grande. ¿Alguien sabe qué había sido antes este edificio?

JORGE- Un balneario. Pero lo abandonaron nada más empezar la guerra.

MERCHE- Ahora entiendo por qué hay tantas habitaciones.

JAVI- ¿Habéis subido al desván?

ANA- Sí, y no había nada. Sólo agujeros en el techo. Y entraba mucho frío.

JAVI- ¿Y no habéis gritado en ningún momento?

MERCHE- No. ¿Por qué?

MARGA- Aquí abajo hemos oído como un aullido. ¿No habéis sido vosotras?

ANA- No.

MANU- Son los fantasmas.

MERCHE- ¡No son fantasmas! ¡Los fantasmas no existen!

MANU (más asustado aún)- Pues a lo mejor son zombis.

MERCHE- ¡Estoy harta de vuestras historias de miedo! ¡Todo tiene una explicación lógica!, ¿entendéis? Así que dejad de pensar como críos.

JAVI- Todo el mundo sabe que este sitio está embrujado.

JORGE- Es verdad. Nadie quiere acercarse por aquí cuando hay luna llena. Se oyen gritos y lamentos.

JAVI- Y llantos.

MARGA- Tienen razón, Merche. Y hasta cuando no hay luna llena, pasan cosas raras. Toda la gente que ha estado aquí dentro cuenta cosas que te ponen los pelos de punta.

ANA- ¿Te acuerdas de Andrés, el dueño del restaurante? Pues una vez, buscando setas, se perdió en el bosque, vino a parar aquí y tuvo que quedarse para pasar la noche, porque además llovía mucho. Pues al día siguiente, cuando volvió al pueblo, estaba asustadísimo y decía que se le había aparecido la Muerte.

JAVI. Y esa misma noche le dio un infarto en su casa que por poco lo mata.

MERCHE- Andrés tiene mal el corazón, todo el mundo lo sabe. Además, si es tan peligroso venir aquí... ¿Por qué habéis querido venir aquí a pasar la noche, y precisamente hoy, que es luna llena?

MARGA- Merche, no empieces otra vez.

ANA- Ya lo sabes, Merche, teníamos que demostrar a estos atontaos...

JORGE- ¡Eh, eh!

ANA- ... que no somos unas pánfilas, a ver si así dejan de decir chorradas sobre nosotras y se dan cuenta de que tenemos más narices que ellos.

JORGE- Eso aún está por ver, niña, que la noche es muy larga. (A MERCHE) Y tú no te quejes que la idea de venir a pasar la noche aquí fue vuestra, no nuestra.

MERCHE- ¿De verdad pensáis que estáis demostrando algo con esto?

JORGE, MARGA, ANA y JAVI (al mismo tiempo)- ¡Sí!

MERCHE (a BEA y MANU)- ¿Y vosotros qué? ¿No decís nada?

 

Durante la conversación anterior BEA y MANU se han metido en sus respectivos sacos y ahora duermen muy cerquita la una del otro.

 

MARGA- No me lo puedo creer. ¡Se han dormido!

ANA- Con lo asustados que estaban.

JORGE- Oye, que mi hermano no es ningún piltrafilla, ¿eh?

JAVI- ¡Qué morro! ¿Y por qué no se lo dices a la cara?

JORGE- Para que no se lo crea demasiado.

MERCHE- Pues si ellos se han podido dormir, nosotros también. Venga, a los sacos y a dormir.

JORGE- Oye, a nosotros no nos des órdenes.

MERCHE- Pues haced lo que os dé la gana.

 

MERCHE, ANA i MARGA se meten en los sacos de dormir. JORGE y JAVI se miran, indecisos.

 

JAVI- ¿Qué hacemos?

JORGE- Pues... meternos en los sacos. Pero porque queremos, no porque ellas nos lo ordenen.

 

JAVI y JORGE se meten en sus respectivos sacos de dormir. JORGE empieza a buscar algo en su mochila.

 

JORGE (contrariado)- Vaya.

JAVI- ¿Qué pasa?

JORGE- Me he dejado la manta en casa.

JAVI- ¿Y qué vas a hacer?

JORGE- Fastidiarme. ¿Qué quieres que haga? A ti no te sobrará una, ¿verdad?

JAVI- No.

MARGA- A mí sí me sobra una.

JORGE- ¿En serio?

ANA- Marga, ¿qué haces?

MARGA- Echarle una mano. Yo he traído dos mantas por si hacía mucho frío, pero no hace tanto.

JORGE (orgulloso)- Tranquila, no me hace falta.

MARGA- Vas a tener frío.

JORGE- Da igual.

MARGA- No seas tonto, hombre, cógela.

 

MARGA le ofrece la manta. JORGE duda. Finalmente la coge.

 

JORGE- Gracias. (se tapa con la manta) Estooo... que duermas bien, Marga.

MARGA- Igualmente.

ANA- Tengo hambre.

MARGA- ¿No has cenado?

ANA- No.

MARGA- ¿Pero no dijimos que había que cenar en casa, antes de salir?

ANA- Ya, pero entonces no tenía hambre.

MARGA- ¿No traes comida?

ANA- No. Pensaba que tú traerías.

JAVI- Yo tengo galletas.

ANA- ¿Galletas?

JAVI- Sí. Y salchichón. Espera.

 

JAVI busca en su mochila.

 

ANA (mientras JAVI busca)- Oye, que no hace falta, en serio, puedo aguantar tranquilamente sin comer hasta...

JAVI (ofreciéndole las galletas)- Toma, son de mantequilla. No encuentro el salchichón.

ANA (cogiéndole rápidamente las galletas de la mano)- Gracias, da igual.

 

ANA empieza a devorar las galletas con muchas ganas.

 

JAVI- Buenas noches.

MARGA- Buenas noches. Ana, no apagues tu linterna. Es mejor que dejemos una encendida.

ANA (con la boca llena)- Vale.

 

JORGE, JAVI y MARGA se acomodan para dormir. ANA sigue comiendo hasta que se terminan las galletas. Entonces se tumba en el suelo, dispuesta a dormir, y justo en ese momento se oyen golpes en la pared de la izquierda. ANA se levanta de un brinco y grita, asustada. Los otros se despiertan sobresaltados preguntando “¿Qué pasa?”, “¿Qué has visto?” o bien se ponen a chillar)

 

ANA- ¿¿Lo habéis oído?? ¡¡Eran golpes en la pared!!

MERCHE- Tranquilízate.

ANA- ¡¡Sonaban muy fuerte!! ¡¡Como cuando estás muy enfadado!!

JAVI- ¡Bueno, ya vale!

 

Busca en el interior de su mochila. Saca un vaso y una bolsita y se dirige al centro del escenario.

 

JAVI- Dejadme sitio.

 

Los otros obedecen, desconcertados.

 

JORGE- ¿Qué vas a hacer?

JAVI abre la bolsa y saca pequeños cartones, que va depositando cuidadosamente en el suelo.

 

JAVI- Haremos una güija. Así sabremos si aquí hay espíritus y si quieren que nos vayamos o dejan que nos quedemos.

JORGE- Estás como una cabra.

BEA -¿Y eso cómo se hace?

JAVI (poniendo el vaso boca abajo en el centro del círculo que ha formado con los cartones)- Es muy sencillo: pones el vaso boca abajo en medio del círculo, pones un dedo encima del vaso y haces preguntas. Si hay un espíritu, moverá el vaso hacia el “sí” o hacia el “no” para responderte. Si le preguntas nombres, aquí están todas las letras. Y si le preguntas números, también están aquí.

MANU- ¿Y funciona?

JAVI- Generalmente sí. Si al espíritu no le importa meterse dentro del vaso, claro.

BEA- ¡Ay, madre!

JAVI- Pero para que funcione todos los que estamos aquí tenemos que poner el dedo así.

 

Les enseña cómo deben hacerlo. Poco a poco todos, excepto JORGE, van poniendo el dedo sobre el vaso.

 

MARGA- ¿Tú no, Jorge?

JORGE- ¿Qué dices? ¡Yo paso de estas movidas! No creo en fantasmas.

JAVI- Vale.

JORGE los mira maliciosamente sin que ellos se den cuenta y se esconde tras uno de los muebles que hay por allí, con cara de pillo.

 

JAVI (al resto)- Es mejor que apaguemos algunas linternas, así saldrá mejor. A los espíritus no les gusta la luz. Así, muy bien. Ahora cerrad los ojos y  concentrad la energía de vuestra mente en el vaso. Concentraos... concentraos... (Pausa breve. Con voz solemne:) Si hay aquí algún espíritu, que se manifieste entre nosotros.

 

De repente JORGE tira un petardo desde su escondite. Todos gritan y chillan, asustados.

 

JORGE (sale de su escondite retorciéndose de risa)- ¡Qué guay, tío! ¡Qué pasada!

 

Los otros, al comprender lo sucedido, lo miran tensos. Pausa.

 

JORGE- Sólo era una broma. ¿No tenéis sentido del humor?

 

TODOS se lanzan sobre JORGE, enfadados, pero él sale corriendo por la izquierda. Los otros salen tras él persiguiéndolo, con las linternas, insultándolo y amenazándolo. Una vez el escenario ha quedado vacío, se abre una puerta camuflada en la pared, que hasta ese momento había pasado desapercibida. De su interior sale un chico, LUIS, con una vela en la mano. Mira a su alrededor con precaución.

LUIS- Están en el piso de arriba, ya puedes salir.

 

    Sale SARA por la puerta camuflada. Es una chica más pequeña que LUIS. Ambos están sucios y visten de forma andrajosa. Los zapatos, rotos. Incluso pueden ir descalzos. Durante la conversación que sigue, SARA tose ligeramente de vez en cuando.

 

SARA- ¡Ya era hora!

LUIS- ¿Dónde te habías metido?

SARA- Los quería ver de cerca.

LUIS- ¡Ya sabes que eso es muy peligroso!

SARA- Parecen buena gente.

LUIS- A ti todo el mundo te parece buena gente. Si no fuese por mí vete tú a saber dónde estarías ahora. Te habrían llevado a una prisión o a  un campo de concentración. O a lo mejor ya estarías muerta.

SARA- No exageres (tose)

LUIS- ¿Y si te hubiesen visto? Suerte que te he encontrado a tiempo. Y suerte que esta casa está llena de pasadizos secretos, si no nos habrían pillado a los dos. ¿Y sabes lo que nos habrían hecho? ¿O es que no te acuerdas de lo que papá y mamá nos contaron antes de irse?

SARA- No, no me acuerdo. Eres tú quien me lo cuenta, yo era muy pequeña.

LUIS- Yo soy el mayor y tienes que hacer lo que yo diga. “Tú me obedeces...”

SARA- (termina la frase, aburrida) “...y yo te tengo cuando te necesito”. Sí, ya lo sé.

LUIS- Pues demuéstralo. Ya sabes que es muy arriesgado dejar el sótano y salir fuera cuando aquí hay gente.

 

SARA tose.

 

LUIS- Te estás resfriando.

SARA- Ya lo sé.

LUIS- Te prepararé una infusión con las hierbas que recogí del bosque.

SARA- Vale.

LUIS- Pero no vuelvas a irte del sótano sin mi permiso.

SARA- Necesitaba salir.

LUIS- ¿Por qué?

SARA- Pues porque ahí abajo hace frío. Y está oscuro y es muy húmedo. A veces subo a mirar por la ventana del desván y veo la...la... ¿cómo se llama eso que brilla tanto en el cielo? No me acuerdo.

LUIS- La Luna.

SARA- ¡Es tan bonita! Y a su lado hay esas luces pequeñitas que parece que le hacen compañía. Las hay por todas partes. Las estrellas. Se llaman así, ¿verdad?

LUIS- Sí.

SARA- “Luna”... “Estrellas”... ¡Qué nombres más bonitos!

LUIS- Bueno, ¿y qué?

SARA- ¿Te imaginas cuántas cosas debe haber ahí fuera que aún no hemos visto? Y todas igual de bonitas. Tú has visto más que yo porque eres quien sale a buscar comida en el bosque. Pero como a mí no me dejas salir...

LUIS- Ahí fuera hay una guerra.

SARA- ¿Por qué no puedo salir?

LUIS- ¡Es peligroso! Ya te he dicho que ahí fuera hay una guerra.

SARA- ¿Y tú cómo lo sabes?

LUIS- Cuando papá y mamá nos escondieron aquí nos dijeron que hasta que ellos no volvieran habría guerra. Y aún no han vuelto.

SARA- Yo de eso no me acuerdo.

LUIS- Porque eras muy pequeña.

 

Pausa.

 

SARA- A lo mejor no vuelven nunca más.

LUIS- Eso no lo digas ni en broma.

SARA- Es verdad. ¿Y si les ha pasado algo?

LUIS- ¡No les ha pasado nada!

SARA- ¿Y si los cogieron y los metieron en la prisión? ¿Y si están muy lejos de aquí y no pueden volver o no se acuerdan del camino?

LUIS- ¡Dijeron que volverían!

SARA- Luis...

LUIS-¿Qué?

SARA- ¿Y si se han muerto?

LUIS- ¡¡No!! ¡No puede ser! ¡No se pueden morir! Nos dijeron que volverían. Volverán, ya verás. Y nos iremos todos juntos a una casa muy bonita, en la ciudad. Y podremos salir de día a respirar aire fresco y saludaremos a la gente. Porque entonces la guerra ya se habrá terminado, Sara. ¡Se habrá terminado!

SARA- ¿Seguro?

LUIS- ¡Sí!

 

Pausa. Se miran.

 

SARA (resignada)- Pues nos quedaremos a esperarlos. (Suspira) Bueno, ¿y qué hacemos ahora? ¿Les asustamos con las máscaras, como siempre?

LUIS- Sí.

SARA- Vale.

LUIS- Gracias, Sara.

SARA- No, gracias a ti por cuidarme.

 

Se abrazan y a continuación se ponen unas máscaras monstruosas que llevaban escondidas bajo la ropa.

 

LUIS- Por aquí los encontraremos antes.

 

Salen por la derecha. El escenario permanece en la penumbra. Llegan por la izquierda ANA, MARGA, MERCHE, BEA, JAVI, JORGE y MANU. JORGE está muy despeinado y con la ropa revuelta.

 

JORGE- Os habéis pasado, me habéis crujido a collejas.

MERCHE- ¡Como vuelvas a darnos un susto así te va a doler hasta el ombligo!

JAVI- ¿Seguimos con la güija?

ANA- Yo paso, ya me han dado suficientes sustos por hoy.

 

 De repente se oye el ruido distorsionado de las cuerdas de un piano. Todos gritan, asustados.

 

BEA- ¿Qué ha sido eso?

JORGE- ¡Viene de arriba!

JAVI (señala la derecha del escenario)- ¡Ahí! ¡Veo una sombra!

JORGE- ¡Vamos! ¡Todos juntos! ¡No os separéis!

 

De repente entra LUIS por la derecha con su máscara puesta y SARA entra por la izquierda, también con su máscara puesta. Ambos llevan disfraces que les dan aspecto de espíritus monstruosos y aúllan. Los demás se asustan y se disponen a huir, despavoridos, tanto por la izquierda como por la derecha del escenario. De repente SARA empieza a toser. MERCHE, que era la última que se disponía a huir, se da cuenta y se detiene. A SARA le da un ataque de tos.

 

MERCHE (extrañada)- ¡Chicos, volved, aquí pasa algo raro!

 

            SARA se quita la máscara para poder respirar mejor. LUIS, intentando proteger a su hermana, se lanza contra MERCHE aullando para asustarla. MERCHE se llena de valor y le quita la máscara justo cuando el resto vuelve al escenario. LUIS se queda desconcertado.

 

MERCHE- ¡Son máscaras!

MARGA- ¡Es verdad, son máscaras!

 

SARA y LUIS, viéndose descubiertos, intentan huir. Los otros los retienen y los inmovilizan.

 

JAVI- Entonces... erais vosotros.

MANU- Ya ves, éstos eran tus fantasmas.

ANA- ¿Quiénes sois?

 

LUIS y SARA no responden.

 

JORGE- ¿Qué hacéis aquí?

 

LUIS y SARA no responden.

 

MARGA- ¿Por qué nos querías asustar?

 

LUIS y SARA no responden.

 

BEA- ¿Sabéis lo que habéis hecho a la gente que habéis asustado? ¿Lo sabéis?

 

LUIS y SARA no responden.

 

JORGE- ¿Por qué lo hacéis? ¡Nosotros no os hemos hecho nada! (Amenazándolos) ¡Decid algo que os arreo! ¿Eh?

MERCHE- Déjalos en paz. Ahora son ellos los que están asustados. (Se acerca a LUIS) ¿Cómo te llamas? (LUIS no responde) Ya veo que no quieres hablar. (Se acerca a SARA) ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

SARA (algo temerosa)- Sara.

LUIS- ¡No les digas nada!

SARA- Ya estoy harta, Luis. Quiero que todo esto se acabe.

MERCHE- Así que tú te llamas Luis.

LUIS- Sí.

JAVI- Y no sois fantasmas.

SARA- No.

LUIS- Nos llevaréis a la prisión, ¿verdad?

JORGE- ¿A la prisión?

ANA- ¿Por qué os tendríamos que llevar a la prisión?

SARA- ¿Lo ves? Son buena gente.

LUIS- Entonces nos matarán.

SARA (asustada)- ¿Es verdad eso? ¿Nos vais a matar?

MERCHE- ¡Pero qué dices! ¡Para nada!

LUIS- Es lo que se hace en la guerra.

MARGA- ¿Qué guerra?

LUIS- ¡Esta guerra, la que hay ahí fuera! Nuestros padres nos escondieron aquí cuando éramos pequeños y se fueron diciéndonos que no nos moviésemos de aquí hasta que volvieran. Entonces había una guerra. Yo aún era un crío, sólo tenía 8 años, pero me acuerdo de las explosiones, del fuego, de los gritos...

 

Los otros se miran entre ellos, comprendiendo lo sucedido, desconcertados.

 

MERCHE- Qué fuerte, aún no se han enterado.

SARA- ¿Qué vais a hacer con nosotros?

MERCHE- Nada.

LUIS- Pero... papá y mamá nos dijeron que si nos cogían nos harían mucho daño.

MARGA- No os haremos daño. (Al resto) ¿A que no?

TODOS- No.

MERCHE- Veréis... Es que... esa guerra se acabó.

LUIS- ¿Qué?

MANU- Se acabó hace mucho tiempo.

BEA- Es verdad, mi padre fue. Y cuando volvió le dieron una medalla.

LUIS- ¿Se ha terminado?

SARA- ¿De verdad?

MERCHE- Ya no hay explosiones, ni fuego, ni gritos. Ya no hay nada de eso.

LUIS- ¿Y hace mucho?

ANA- Bastante.

 

Pausa. LUIS y SARA digieren la noticia. Finalmente se echan a reír y después a llorar repitiendo “se ha terminado”. SARA, de vez en cuando, también dice “lo sabía”. LUIS y SARA se acaban abrazando y después abrazan a los otros, que también les pueden acompañar en su risa y en su llanto.

 

LUIS- Pero... ¿y nuestros padres?

MERCHE- Vendréis con nosotros y os ayudaremos a encontrarlos. (A los demás) ¿Verdad que sí?

TODOS- “Sí”, “Claro”, “Ya lo creo”...

MARGA- Habéis estado viviendo con mucho miedo encima.

ANA- Casi como animales.

MANU- Os llevaremos con nosotros.

SARA- Seguro que tenemos un aspecto horrible, ¿verdad?

LUIS- Seguro que sí.

 

Pausa. Los demás se miran entre ellos y van hacia sus mochilas. Sacan peines, clips para el pelo, colonia, calzado y jerseys. Los peinan, los perfuman y los visten adecuadamente. LUIS y SARA se dejan hacer entre sorprendidos, tímidos y alegres. Cuando terminan de arreglarlos, lo guardan todo en las mochilas y se las ponen a la espalda.

 

MERCHE- Está amaneciendo, ya podemos irnos.

 

Todos acompañan a LUIS y SARA hasta el extremo izquierdo del escenario, donde se supone que está la puerta de salida de la casa.

 

LUIS- Un momento.

MARGA- ¿Qué pasa?

LUIS- Ahora me da miedo salir.

JAVI- ¿Por qué?

LUIS- No sé si lo encontraré todo tan bonito como me he imaginado que sería.

JORGE- Mira, tronco, ahí fuera las cosas no son perfectas, todos tenemos muchos defectos, es verdad, pero aún así mola.

BEA- Sí, la vida es bonita.

ANA- Así que tú tranquilo.

MERCHE- Y estaremos con vosotros. No os vamos a dejar tirados.

 

Todos miran a LUIS, pendientes de su reacción. SARA, más segura que él, le ofrece la mano. LUIS duda, finalmente le coge la mano y salen juntos de escena. Todos salen con ellos, excepto JAVI y MERCHE.

 

MERCHE- ¿Lo ves, Javi? Todo tiene una explicación lógica. No existen los fantasmas.

JAVI- ¿Y qué me dices de ese ruido como de cuerdas de un piano que hemos oído?

MERCHE- Lo habrán hecho Luis y Sara para asustarnos.

JAVI- Sí. Seguramente.

 

Ambos salen por la izquierda. Se oye el chirrido de la puerta de salida, que se cierra. Silencio. Al cabo de unos instantes, se oye el ruido distorsionado de las cuerdas de un piano.

4- obra de Teatro



La Cerillera


Autor del cuento: Hans Christian Andersen

Adaptación teatral: José Luis Marqués Lledó

Escena I

Sale al escenario el  narrador o narradora, parece que lee un libro o un periódico y está entusiasmado con la lectura. Muestra un rostro lleno de felicidad. De repente, levanta la cabeza y mostrando una cierta sorpresa, se encuentra con el público. Le ilumina solamente un foco o cañón de luz; el resto del escenario debe permanecer en penumbra. En esa penumbra estarán los personajes que ambientan le primera escena, sin moverse, como paralizados.


Narrador: Hombre, ¿Están ustedes aquí? Pues me alegro mucho, Ante todo, ¡FELICES NAVIDADES!. Venía observando,  en este periódico, los anuncios navideños,  y me alegro mucho  por  haberles encontrado, pues nadie mejor que ustedes, para comentarlos.


Pasado mañana (Se contarán los días que faltan) se celebra en el Mundo, primero la Nochebuena y después la Navidad. Pero, según lo que observamos, cabría preguntarse: - ¿qué es la Navidad?-  Es la celebración del nacimiento del niño Jesús, me dirán ustedes. Algo así como su cumpleaños. Sí claro, pero ¿y qué más? - Hombre, pues la alegría de que Jesús ha nacido. Bueno, eso viene a ser lo  mismo. En definitiva, la gente habla del espíritu navideño en estas fechas ¡Qué bien nos queda esa palabra! ¿Y eso qué significa? Me pregunto yo.  A lo mejor ustedes tienen la respuesta.


¿Tal vez amor, paz, fraternidad? ¿Es eso … Pero yo sigo viendo a mi alrededor: guerras, hambre, miseria, enfermedades, catástrofes, sufrimiento, rencores, envidias, crímenes…¿Dónde está entonces el espíritu de la Navidad?


Y además, aunque ese día fuéramos muy felices. ¿Ustedes creen, que en el supuesto caso de que Jesús hubiese venido al Mundo a traernos la felicidad, se conformaría con traérnosla, solamente para un día? ¿El veinticuatro de Diciembre? No, yo creo que no. Algo falla aquí, y yo quiero que todos vosotros reflexionéis conmigo sobre este asunto tan serio. ¡No!, no os preocupéis, no os voy a preguntar por vuestras conclusiones; esas quedan para vosotros.


Mirad, en el siglo XIX, un gran escritor de cuentos: Hans Cristian Andersen  que nació en la ciudad de Odense, en Dinamarca, un 2 de abril de 1805 , ya tuvo una visión, bastante realista de lo que era al principio la Navidad y en lo que se había convertido en sus días. Su profunda reflexión,  le llevó a escribir un hermoso cuento que muchos conoceréis: “La vendedora de cerillas”, también conocida posteriormente como: La cerillera”. Pero podía haberse llamado:”El mendigo que nunca conocí” o “Mi vecino es muy pobre” o “El país de los necesitados”, por ejemplo.


En este cuento, se analiza en profundidad “El espíritu de la Navidad” y el “Egoísmo humano”. Así que, mis queridos amigos, niños y niñas, padres, madres, abuelitas o abuelitos, profesoras y profesores y cualquier persona que esté ahora mismo sentada aquí y contemple el cuento, va a presenciar uno de las más hermosas historias que jamás se hayan  escrito, pero además, debéis saber,  que este cuento, nunca se escribió con la intención de distraernos, divertirnos o hacernos  pasar un buen rato, no,  se escribió para, hacernos pensar. La conclusión que saquéis cada uno de vosotros, será sólo vuestra. Y también será solo vuestra,  la reacción que provoque en vuestros corazones.


(Se oscurece el escenario y desaparece el narrador. Música de fondo)


(Se enciende el escenario de nuevo, y los personajes cobran vida. Se debe oír un villancico de fondo. Los personajes deben ir cargados de regalos y deambular de un lado del escenario a otro. En medio una niña con aspecto harapiento, está intentando vender cajas de fósforos o bengalas)


Señora con niña: ¿Qué te ha dicho Papá Noel? ¡Bah! Lo que me dice todos los años. Qué si he sido buena, que si he sacado buenas notas, Qué que me he pedido. Ya me lo sé de memoria, no entiendo como me sigues trayendo aquí todas las Navidades, “mamuchi”.


La Cerillera (Tiritando de frío)  ¡Señora, señorita! Cómprenme un fósforo de la suerte,  para adornar la alegría de la Navidad, por favor.


Niña: ¡Qué sucia y harapienta vas! No sé como sales así a la calle en un día como hoy. ¡Afeas la Navidad!


La Cerillera: Lo siento señorita, pero es que no tengo nada mejor que ponerme. Para colmo, he perdido las zapatillas que me dio mi papá, porque me venían muy grandes.


Señora: Lo siento niña, ya hemos gastado mucho en regalos y no vamos a gastar más en… ¡bengalitas!


La Cerillera: Pero si sólo cuesta un penique.


Señora: No, niña, ya te he dicho que no, no seas pesada. (Madre e hija siguen caminando y desaparecen del escenario)


Un caballero: Feliz Navidad, señor, tengo unos fósforos que proporcionan la felicidad a quien los enciende y se ven cumplidos sus deseos. ¿Quiere comprarme alguno, señor?


Un caballero: ¡Bah! Paparruchas, nunca creas esas tonterías, niña, ni se las hagas creer a los demás. Eso son cuentos de hadas.


La Cerillera: ¡Es verdad, Señor, estas cerillas son diferentes; pruébelas y lo comprobará. Me las dio mi abuela, hace tres años, poco antes de morir. Yo no las quería vender, pero mi padre me ha obligado. Somos muy pobres.


Un caballero: Lo siento criatura, pero yo no voy a comprar algo inservible; en la vida hay que ir a lo práctico. Yo sólo compro lo que necesito. No vivo de ilusiones vanas. (Agachándose y poniéndose a su altura). - ¿Sabes lo que sería muy práctico para ti en el día de hoy, querida? Recoger tus cerillas y regresar a tu casa; allí al menos estarás  calentita.


La Cerillera: Pero yo no puedo hacer eso, señor, mi padre me pegaría, me ha dicho que no regrese hasta que no las venda todas y sin faltarme un solo penique, Señor.


Un caballero: En tal caso, lo siento, pequeña,  debo irme, a mí sí me espera en casa,  mi familia con una suculenta cena en la mesa. No tengo tiempo que perder. Lo siento.


(Un grupo de mozalbetes, rodean a la cerillera, y entre empujones y risas la tiran al suelo y le  cantan esta canción)


A esta calle hemos llegado


Todos juntos y en tranvía,


Y nos hemos encontrado


A esta niña  sucia  y fría.


Ande, ande, ande,...


La Cerillera: (Se levanta como puede, pero sin llorar) - ¡Niños!, ¡niños! – Les llama -¿Me compráis un fósforo de la felicidad? Por favor…  (Corre detrás de ellos, pero, los niños, ya no la escuchan)


Mendigo: (Se acerca a la niña) - ¿Qué vendes?


La Cerillera: Vendo cerillas de la felicidad, pero nadie me compra y no puedo regresar a casa hasta que no las venda todas.


Mendigo: ¡Pobre niña! Yo hoy he recaudado 8 chelines, no está nada mal para desafinar tanto,  con mi vieja guitarra. Pero con lo que he sacado, ya tengo suficiente: Me he comprado un pan relleno de bonito y dos peras de agua. Me sobran aún… (Metiéndose las manos en el bolsillo y sacando unas monedas),  6 peniques, así que puedo comprarte 6 cerillas de la suerte. ¡Venga, aquí tienes a tu primer cliente!  Y ahora, te vas a casa con tus 6 peniques, y le dices a tu padre que no has podido vender más o que se te ha perdido el resto y si no, que venga él.


La Cerillera: Muchas gracias, tienes un corazón de oro, pero yo no puedo aceptar eso de ti. Tú eres tan pobre como yo,  y también lo necesitas.


Mendigo: ¡Qué va! Eso son los ricos, que por mucho que tengan, siempre necesitan más. Si tienen un coche, necesitan uno mejor y si ya tienen uno mejor, desean otro mucho mejor y como no tienen límite, nunca son felices. Viven de las apariencias, pero nosotros no, pequeña. Nosotros somos felices con vivir un día más y somos felices con lo necesario: un plato de comida y una casa que nos cobije, ¡ese es nuestro tesoro!  Así que toma los seis peniques,  que a mí me sobran, pero me tienes que dar seis cerillas, un trato es un trato.


La Cerillera: (Con lágrimas en los ojos, le da las gracias y le besa la mano) Adiós, feliz navidad, siempre me acordaré de ti. Eres el alma más generosa que he encontrado jamás. Tú eres el verdadero espíritu de la Navidad


Mendigo: Y tú también, querida, y tú también. Por favor vete para casa, ya casi no hay nadie por la calle y te vas a congelar. Hazme caso. Tu padre lo comprenderá.


La Cerillera: Gracias, muchas gracias, pero voy a aguantar un poquito todavía, a ver si tengo suerte. Me cobijaré en aquel soportal y esperaré a algún transeúnte que pase por aquí; todavía no es tarde.


Mendigo: Bueno, como quieras, ya no te insistiré más. Feliz Navidad, pequeña.


La Cerillera: ¡Feliz Navidad, Señor!


Narrador: (Voz en off) La cerillera, se fue quedando sola, sola por completo, le ofrecía sus cerillas a algunos de los pocos transeúntes que pasaban, pero ellos rechazaban una y otra vez la oferta, hasta que ya dejó de pasar gente por la calle. Fue entonces cuando la chiquilla,  se recostó sobre el quicio de un portal,  sentada en  una escalinata y se intentó cubrir con su raída toquilla para resguardarse del intenso frío.


(Se va apagando el escenario poco a poco, hasta quedar a oscuras. Se echan cortinas)


Como sugerencia, se podrían representar las escenas siguientes, proyectándolas con diapositivas, mientras la cerillera ocupa un rincón del escenario, bien con una bengala o con una linterna de tubo.


Si no tenemos proyector se tiene preparada una mesa con platos, un árbol navideño y un fondo con papel continuo blanco. Cada cosa para una escena. La estufa, se puede hacer con una caja grande pintada imitando ladrillos y dentro papel celofán rojo y amarillo.


Escena II


(Se abren cortinas y se enciende un foco que alumbra a la cerillera)


La Cerillera: (Tiritando y frotándose las manos) Si pudiese abrigarme con algo. – Debo encender  un fósforo,  al menos me calentará un poquito mis ateridas manos. « ¡Ritch!». ¡Qué calorcito! ¿Y qué es lo que veo? Una mesa, repleta de manjares: pavo, cordero, pescado de varias clases y confituras, todo tipo de confituras y pasteles; se me hace la boca agua.


El padre: Queridos, feliz Navidad. Ya podemos comenzar. ¡Águeda, comience a servir ya la cena!  Todo tiene muy buena pinta, ¿verdad niños?


Niño: (Poniendo voz de niño mimado) A mi no me gusta el pavo,  ni el cordero, ni el pescado, ya lo sabes. Yo sólo quiero pasteles, turrón, y  polvorones.


El Padre: Ernesto, tienes que comer de todo. No únicamente los dulces.


Niño: (Comenzando una pataleta) No, no y no, he dicho que no quiero.


Niña: Pues yo tampoco; todo eso engorda mucho y luego mis amigas me dicen que estoy hecha una vaca.


Niño: (Se ríe de su hermana, mientras ésta le echa una mirada furibunda)


Madre: ¡Cuantos niños, en el Mundo, no tienen nada que comer y vosotros despreciáis la comida que nos otorga nuestro Señor.


Niña: ¡Que pesada mami! Siempre estás con eso: ¡Que si otros niños no tienen nada! ¡Que si no comen! Pues que coman. ¡A mí que me cuentas! (Se levanta bruscamente, tirando la silla y desoyendo, las recomendaciones de sus padres.)


El Padre: Estamos educando muy mal a estos niños; son muy caprichosos.


La madre: Yo ya no sé que hacer con Elizabet, tiene unos dieciséis años inaguantables.


(Se apaga la cerilla)


 


La Cerillera: ¡Qué pena me dan! No saben valorar lo que tienen! Yo sería feliz con el trozo de pan que se le ha caído a la niña al levantarse,  o con el hueso que se está comiendo el perrito.  ¡Qué rico debe estar!


Debo encender una nueva cerilla, el frío es muy intenso. (Dicho y hecho, la niña enciende una nueva cerilla) ¡Qué maravilla! Qué chimenea, cuantos leños ardiendo al mismo tiempo. ¡Que calentito se debe estar ahí! - (Dentro se debe observar a la misma familia anterior) - Voy a arrimar mis manitas a la ventana,  a lo mejor me llega algo de calor.


(Al intentar arrimar las manitas, se le cae el fósforo y se le apaga quedándose a oscuras, encontrándose de nuevo ante la fría e inhóspita calle.)


(Temblándole la voz) - Tengo que encender un nuevo fósforo y ver si me puedo calentar en esa maravillosa estufa. «¡Ritch!» (Se ilumina una nueva estancia)


¡Oh! Qué árbol de Navidad! Es como los que aparecen en los escaparates de los grandes almacenes. ¡Cuantas luces! Todo lleno de colgantes brillantes, estrellas, figuras navideñas y bajo él…  ¡Cuántos regalos! (La misma familia)


La madre: Comencemos a abrir los regalos, niños.


Niño: Yo primero, que para eso he llegado antes.


Niña: ¡De eso nada, yo primera,  que soy la mayor!


Niño: ¡de eso nada, lista! Tú siempre quieres ser la primera en todo. ¡Egoísta!


Niña; ¡Egoísta tú. Niño mimado, que eres el mimado de la familia.


Niño: ¡Papa! ¡Mamá! Mi hermana me está insultando.


El Padre: ¡Bueno, ya está bien! Un día como hoy y ¿también os vais a pelear? No tenéis arreglo. Ahora los vamos a abrir primero, tu madre y yo.


La madre: Bueno, déjalos, querido, que ya se van a portar bien. ¡Venga Ernestito, coge tu primer regalo.


Niña: ¡Claro! Él,  el primero como siempre. El niño, es el niño.


Niño: Y la” repipi”  de mi hermana,  la segunda, ¡fastídiate!


Madre: ¡Ya está bien! ¡A qué cerramos la habitación y aquí no coge sus regalos nadie! ¡Pues vaya unos niños más desobedientes!  (Siguen discutiendo mímicamente)


La Cerillera: No entiendo nada: Tienen unos padres maravillosos, les dan de todo, una hermosa casa, no les falta nada de comer, tienen unos regalos increíbles,  y no son felices, porque no lo son,  de lo contrario,  no  se pelearían  continuamente.


 ¡No lo entiendo! ¡De veras que no lo entiendo! - (Entre lágrimas) - Sólo el cariño de esos padres, me harían sentirme enormemente feliz, aunque no tuviese regalos. ¡Oh! Otra vez, se me apaga la cerilla. Cada vez duran menos. - (La cerillera se echa a llorar)


Voz en off del narrador: La cerillera se encontró de nuevo en la calle y como único techo, el cielo estrellado


La Cerillera:  - (Mirando al cielo) -  ¡Oh que maravilla! Una estrella fugaz. Mi abuelita me contaba que una estrella fugaz, representa a una persona que acaba de morir en este momento,  y su alma va al encuentro del Señor. ¡Ojala fuera yo! - (La cerillera se dio cuenta entonces, que había gastado casi toda la caja de fósforos; tan solo le quedaba uno)


Encenderé el que queda o me congelaré. « ¡Ritch!»., - La cerilla ardió en todo su esplendor, y al hacerlo se iluminó una preciosa estancia blanca con las paredes cubiertas de tules del mismo color.)


¡Qué espectáculo tan precioso! Esto parece el Cielo, que luz más intensa, qué paz y serenidad. Aquí me siento muy feliz. ¡Dios mío, déjame en este lugar. Aquí no se pasa frío;  ya no me quedan más cerillas para calentarme y no puedo volver a casa sin ellas. ¡Pero qué veo! Es mi abuelita, mi abuelita querida. ¡Cuánto te he echado de menos, abuelita! ¡Qué sola me quedé cuando me dejaste! ¿Por qué me dejaste, abuelita?


La Abuela: Te dejé mi querida nieta, para preparar un lugar en este sitio para las dos, querida. Aquí ya no pasaremos más frío, ni hambre, ni soledad. Ya nada nos separará. Estaremos juntas y felices para siempre. Aquí sólo encontrarás almas caritativas, almas gemelas a ti, cariño, almas que no ambicionaron nunca nada en la vida, que no envidiaron nada de nadie, que fueron felices en lo poco, que eran ricas en generosidad con los demás,  como tú querida, por eso son ángeles,  igual que  tú. (La abuelita se va acercando poco a poco a la cerillera mientras pronuncia las anteriores palabras, hasta agacharse y ponerse a la altura de la niña)


La Cerillera: ¡Qué buena eres abuelita. Yo sé que estás prolongando mi sueño y mi felicidad antes de volver a la frialdad de la noche, pero yo sé muy bien, mi querida abuelita, que, por desgracia, en cuanto se apague mi último fósforo, volveré a la realidad: al frío, al hambre, al desprecio de los demás. (Aquí debe hacer una pausa, como si reflexionara consigo misma) Aunque, es muy curioso, abuelita, no siento ningún rencor hacia nadie, yo los perdono a todos, porque sus pobres corazones están cerrados, están ciegos. No son felices con nada. Me dan mucha pena.


La abuela: No, nietecita, ya no volverás más a ese mundo, ese mundo ya no te pertenece. Tú,  residirás para siempre junto a mí  en este lugar,  y serás muy feliz, ya lo verás. Me guiarás en lo sucesivo, porque tú eres un Ángel, un Ángel muy grande.


La Cerillera: Pero, ¿y papá y mamá?  Debo volver y explicarles lo que me ha ocurrido, aunque sé que papá se va a enfadar mucho conmigo, lo sé.


La abuela: No, cariño, tú ya no volverás allí. Ellos sabrán arreglárselas perfectamente sin ti. Tú ya les has servido bastante, ahora que se busquen a otra. Pero si podrás ayudarles desde aquí, haciéndoles comprender la sinrazón del egoísmo humano


La Cerillera: ¡Qué buena eres abuelita! Pero mi fósforo está a punto de apa…


La abuela: (Interrumpiéndola) - Mira tus manos, ¿qué ves?


La cerillera: No tengo ningún fósforo en ellas, abuelita,  y no ha desaparecido mi sueño y…Pero qué es esto? ( Se apagan las luces del escenario o se echan cortinas) Que maravilloso vestido blanco. ¿De donde ha salido? Esto no puede estar ocurriendo, seguro que sigue siendo un sueño. Pero si parezco un ángel. (Se dará un tiempo con las luces apagadas, para que la niña pueda ponerse encima un vestido blanco)


La abuela: Eres un ángel. Te lo has merecido, tu bondad te ha elevado a la categoría de Ángel. Sólo los seres como tú lo son. Por eso todos están en el Cielo, en la Tierra, no hay ninguno. Recuerda, Jesús dijo: Mi Reino no es de este Mundo, y ese Mundo del que hablaba Jesús,  era  la Tierra, de la que tú vienes.


La Cerillera: Entonces, abuelita, ¿esto es el Cielo?


La abuela: Si querida, esto es el cielo. Aquí no hay hambre, ni dolor, ni frío, ni muerte, Aquí sólo existe la felicidad. ¡Anda ven conmigo que yo te enseñaré todas estas maravillas!


Narrador (Voz en off) La abuelita cogió de la mano a la cerillera, a su nietecita querida, y se la llevó a conocer la felicidad, después de las penurias pasadas.


Escena III


(Aparece la misma calle concurrida de la primera escena)


Dos señoras: Aquella niña parece dormida, se va a congelar. Vamos a despertarla para que se vaya a su casa.


Una señoras: ¡Dios mío, está fría como el hielo! ¡Está muerta! ¡Esta niña está muerta! ¡Socorro! ¡Socorro! Qué alguien nos ampare. Llamad a un médico.


La otra señora: No, no es necesario, está muerta. Hay que llamar a la policía para que localice a su familia.


(Poco a poco la gente se va arremolinando)


Un señor: Juraría que esta niña,  era la que anoche nos vendía cerillas,  y yo la aconsejé que se fuera a su casa.


Señora con niña: (Tapándole los ojos a su hija). Sí, esta niña estaba anoche por aquí. ¡Qué padres más desaprensivos!


Otra señora: ¡Qué barbaridad! Dejad a una niña sola en mitad de una noche como ésta.


Otro señor: ¡Mirad! Pobre chiquilla, ha consumido todos sus fósforos para poderse calentar. ¡Qué ingenuidad! Esta noche, han dicho que hemos estado a doce grados bajo cero, ¡querer calentarse con unos pocos fósforos!


Mendigo: ¡Vergüenza! ¿No les da vergüenza? Anoche, esta niña estaba junto a ustedes. Sí, ahí mismo, donde está usted.  La podían tocar con las manos y ni siquiera la vieron. Algunos de ustedes no notaron su presencia, pero lejos de arrepentirse, culpan a otros para descargar sus conciencias. Les vendía unos pocos fósforos, unas cerillas,  por un simple penique. ¿Qué es para usted un penique, señor? -  (El señor agacha su cabeza sin contestar) - ¿Y para usted? ¿Cuánto ha gastado en regalos superfluos estas navidades señora?- (Nadie contesta) -  Ella sólo pedía un penique, un simple penique,  y no para regalos, ni para juegos, como lo malgastan ustedes en caprichos innecesarios, sino para poder regresar a su casa y poder comer una sopa caliente con su familia.


(Todos guardan silencio avergonzados y bajan la cabeza; todos menos uno)


Joven: Más culpa tendrán sus padres. ¿No?


Mendigo: No, joven, más culpa no, la misma. Ellos por explotar a una niña en su propio beneficio, y todos nosotros por ignorarla y no ayudarla. ¿Han pensado cuántas personas necesitadas como ella,  pasan por nuestro lado,  o nos piden una pequeña limosna  y las ignoramos?  Todo esto debe caer sobre nuestras conciencias y hacernos reflexionar. La Cerillera ya no puede vivir, pero desde el Cielo, se lo agradecerá. Háganlo por ella.


-  (A continuación el Mendigo, se va lentamente del escenario, siendo observado por todos los demás a quien ha dejado con la boca abierta)


(Mientras tanto, dos enfermeros vestidos de blanco, cubren con una sábana el cuerpo yacente de la pobre niña.  Después, lo levantan entre varios y lo retiran. A la vez se va apagando el escenario,  que va quedándose con luces rojas o azules y todos los transeúntes, vuelven a quedar paralizados en la escena)


FIN


 




 El Patinillo

 El Kiosko

 Blancanieves

 El mensaje

La otra historia de Caperucita Roja

Amor, cacerolas y ladrones

El aula de Tócame-Roque

El pastor turulato

El pequeño Enrique

El traje del rey

Fábula del buen hombre y su hijo

La asamblea de los ratones

La carrera del grillo y el caracol

La Nochebuena de Manolito

Lío de perros, gatos y ratones

Los ciegos y el elefante

Los tres hijos del rey

El buho, el sol y la luna

 La Piñata más grande del mundo

El anillo de oro

Al pie del faro

El bosque del espejo encantado

La leyenda del dragón del patriarca

La casita de papel

 Caperucita Roja

 Antes de pegar

Arania

 Controversia entre los colores

 El embustero Tomás

 La santurrona

 La selva silba

 La tía cortes

 Los reinos

 Los solidarios

 Mucho cuento

 Principe feliz

 Pureza

 Secreto

 Las tres cabezas

 Las vacas

El escenario es el cielo

Los meteretes

De Azucena la cena










































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